viernes, 31 de julio de 2009

Diversas personalidades demandan el desalojo del auditorio de Filosofía y Letras: Excelsior

Humberto Musacchio publicó el 15 de junio de 2009 la nota consignada luego de estas lineas. El evento es el mismo consignado en otro momento en este blog; es interesante ver otra perspectiva del mismo hecho, y es bueno publicarla por si en aquellos momentos no se enteró.

La nota puede ser consultada aquí, gracias a Musacchio y al Excelsior por ocuparse de estos temas aunque no les paguen por ello; lease con claridad que celebro los tópicos de su quehacer periodístico hay qué decir respecto a cualidades específicas de este que: 1) Es una nota visiblemente afectada emocionalmente, aunque no lo culpo. 2) Sería lo más propio sustentar las declaraciones que se hacen en torno a los ocupantes del auditorio, no porque esté abogando por ellos sino por el rigor que debemos exigir a las consignas antes de que nos persuadan.

Respecto a las declaraciones en cuestión, hay qué decir que si es el caso que delinquen o no, no es algo que como universitarios nos competa cabalmente; estamos seguros de que no deben estar ahí, y como universitarios concluyentemente es nuestro deber denunciarlo.

Hechas las acotaciones pertinentes, esto fue lo que publicaron pues:


Diversas personalidades demandan el desalojo del auditorio de Filosofía y Letras de la UNAM
Exigen recuperar un auditorio de CU Con las firmas de 129 catedráticos, entre los que figuran coordinadores de cátedras, profesores eméritos y personajes como Margit Frenk, Margo Glantz, Beatriz Espejo, Hernán Lara Zavala y Sergio Fernández, llegó al escritorio del doctor José Narro Robles, rector de la UNAM, la demanda de que se haga desalojar el auditorio de la Facultad de Filosofía y Letras, desde hace diez años ocupado por personas ajenas a la Universidad, entre las cuales hay comerciantes, activistas de diversas organizaciones políticas, vendedores de drogas y gente sin hogar. El auditorio, llamado originalmente Justo Sierra y rebautizado Che Guevara en 1968, fue ocupado durante la huelga que terminó con la entrada de la fuerza pública en el campus universitario, pero una vez que salió la policía volvió a ocuparse ese espacio con fondas, puestos de artesanías, talleres de fotografía y serigrafía, comercio de cosas robadas, zonas de hospedaje (con tiendas de campaña y las llamadas “catacumbas”) y otros rubros. Durante los ocho años de rectorado de Juan Ramón de la Fuente se optó no menearle y lo mismo se hizo en la Casa del Lago, que CLETA ocupa todos los domingos, y el estadio Olímpico, donde una mafia dizque sindical controla boletería, entradas y lo que significa negocio. Es la universidad privatizada.



La tradición cultural de un espacio

Antes de ser expropiado por un grupo de particulares, el auditorio Justo Sierra fue sede de la Orquesta Filarmónica de la UNAM y ahí vivió su época más brillante bajo la batuta de Eduardo Mata. En ese lugar, en los años sesenta, se ofrecían las funciones del mejor cine club universitario, el que una noche proyectó La sombra del caudillo, cinta que entonces estaba prohibida, y a la salida, las personas que llevaban consigo los rollos fueron asaltadas por individuos de pelo corto y movimientos ágiles, quienes a punta de pistola les arrebataron las latas. En el Justo Sierra resonó la voz grave de Pablo Neruda, a quien presentó en una tarde inolvidable un Juan José Arreola que entonces se hallaba en plenitud. Ahí también se produjo un encuentro de todas las corrientes de la izquierda mexicana en un debate que acabó en batalla campal. Por el auditorio de Filosofía pasaron los cantantes “de protesta” y los representantes del canto nuevo, narradores y poetas, figurones académicos y muy destacados intelectuales venidos de todo el mundo. La comunidad universitaria debe rescatar ese espacio para el arte y la inteligencia.

jueves, 30 de julio de 2009

Un fracaso no haber recuperado el Che Guevara-Justo Sierra: Ambrosio Velasco

No es una noticia actual, esta apareció en La jornada en el primer trimestre de este año, antes de la transición entre la actual directora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, Dra. Gloria Villegas, y el Dr. Ambrosio Velasco Gómez.


En una anterior referencia a La Jornada, se había mencionado ya esta declaración del Dr. Velasco.


Diría yo que no se trata de un fracaso exclusivamente para el Dr. Ambrosio; en otro momento sería pertinente exponer nuestros puntos de vista, por lo pronto reproducimos aquí la nota de Laura Poy Solano publicada en La Jornada el 1 de marzo de 2009 y que pueden consultar acá en su fuente original.



"Un fracaso, no haber recobrado el Che Guevara-Justo Sierra", admite el director saliente
“Muy riesgoso”, desalojar por la fuerza auditorio de Facultad de Filosofía y Letras
"Sólo un tercio de los estudiantes concluye la licenciatura en el periodo reglamentario", deplora


A ocho años de su nombramiento para dirigir la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, Ambrosio Velasco Gómez reconoció como “uno de mis fracasos” no haber recuperado el auditorio Che Guevara-Justo Sierra, tomado por un grupo de activistas desde la huelga de 1999-2000, pero advirtió que aplicar una solución de fuerza para su desalojo “implicaría una escisión y polarización”.
Agregó que a su llegada a la dirección de la facultad, en 2001, “tenía la convicción de que podía recuperar el auditorio por medio del diálogo”.
Advirtió que usar la fuerza “sería muy riesgoso, porque volveríamos a una situación de la que nos costó mucho trabajo salir”.
A unos días de dejar el cargo, tras concluir dos periodos como director, destacó que su principal reto fue reconstruir la “confianza y sanar las heridas que dejó el conflicto entre alumnos y docentes, que eran comunidades muy polarizadas, en una de las facultades más estigmatizadas durante el conflicto”.
El resultado, afirmó, es un “florecimiento académico de la facultad, que nos ha permitido incrementar 30 por ciento la matrícula; es decir, hoy tenemos 3 mil 500 alumnos más que en 2001, así como un mayor número de actividades académicas y culturales, además de un crecimiento exponencial en el número de publicaciones académicas, que nos han vuelto a ubicar entre las mejores facultades de filosofía del mundo”.
No obstante, reconoció que que resolver la toma del auditorio será uno de los pendientes que dejará.
Agregó que es necesario mejorar los niveles de egreso, ya que sólo una tercera parte de quienes cursan licenciatura concluyen en el periodo reglamentario, aunque destacó que 80 por ciento de los becarios de bajos recursos de la facultad “logran concluir todas las asignaturas de la licenciatura en cuatro años”.
Añadió: “si bien siempre impulsé acciones cívicas para la recuperación del auditorio, no logré una convocatoria suficientemente amplia en la comunidad”, por lo que el riesgo de polarización en la facultad persiste.
Aseguró que la “última vez que discutimos la carta (para solicitar la recuperación del auditorio) con los cuerpos académicos, me quedé muy preocupado porque hubo división, aunque al final predominó el apoyo a las acciones cívicas, pero sí hubo dos posiciones encontradas, minoritarias, pero no despreciables.
“Una fue de alumnos, que dijeron: ‘no estamos de acuerdo y no los toquen’, y otra, sobre todo de profesores, afirmó que la solución correspondía a rectoría, y decidir si podría haber una solución legal y de fuerza legal.”
El costo de un desalojo, advirtió, “lo percibí perfectamente en los comités académicos, porque estaban en medio dos posiciones opuestas, y son las más activas, las que rápidamente polarizan”.
Apoyo a Morett
Velasco Gómez también destacó que la facultad ha sido “solidaria con situaciones que han lesionado los derechos humanos, principalmente de estudiantes, y lo hemos hecho de una manera muy clara y categórica, y el caso más reciente es el de Lucía Morett.
“A nosotros no nos pueden decir que no estamos preocupados por la realidad social y los derechos humanos. Los ocupantes (del auditorio) no nos pueden decir que no somos conscientes, porque hemos demostrado que sí estamos con los alumnos, y eso gana un respeto de la comunidad”, expresó.
Por ello, insistió en que la facultad “siempre ha sido para mí como una república, con autonomía de pensamiento”, por lo que, como parte de esa comunidad, “continuaré insistiendo, porque ese es mi derecho, por una solución con acciones cívicas para recuperar para todos el auditorio Che Guevara-Justo Sierra”.

miércoles, 29 de julio de 2009

¡Gracias por su visita!

La presencia de nuestro sitio ha crecido. Hemos sido enlazados por miembros de la UNAM que comparten nuestro pathos respecto al auditorio y los espacios usurpados, así como por otros habitantes de la logósfera (y blogosfera) que simpatizan con nuestra causa.
Circulan además cadenas de correo donde se invita a la lectura del blog. Iniciadas por nuestro equipo, naturalmente; animadas por los lectores, afortunadamente.
La entrada de hoy se ocupa de un mensaje que circula en la red a través de correos electrónicos, donde se alerta a los internautas no caer en nuestros enredos, pues -se dice- nos mueve el hambre de poder y servimos a las autoridades universitarias. A continuación se atenderá dicho mensaje.
En primer lugar hay qué decir que lo que en dicho mensaje se observa que se visitó nuestro sitio muy a la ligera, que no se leyó su contenido antes de concluirse que se trataba de una de las chocarrerías características de las opresoras autoridades universitarias, y se presumiera respecto a nuestra identidad y aspiraciones inautenticidad, pues no somos sino perseguidores de migajas hambrientos de poder... O algo así.
Diría que es alarmante que nuestros detractores presuman que es imposible tener una postura distinta a la que sostienen ellos sin ser una herramienta de algún organismo represor, pero no me alarma ni me sorprende, es una manifestación del muy irónico papel que juegan los propietarios de los espacios ocupados. "O están conmigo o están contra mi"... Eso mismo decía George Bush no hace mucho. Se observa que quienes se dirigen en cerrazón utilizan retóricas semejantes.
Podemos contar cuando menos tres ironías sencillamente deliciosas (además de que nos hagan publicidad), por ello hemos confrontado palabra por palabra en El coliseo, pueden leer el pleito con lujo de violencia aquí; en este foro nos interesa planear lo siguiente: El sitio persigue la discusión de ideas, sí, pero con mucha pena (bueno... la verdad no tanta) puedo declarar que aunque el debate de las posturas ideológicas, religiosas, emomusicales, sociometafísicas e historioestéticas de quienes usurpan el auditorio Justo Sierra y varios otros espacios de las distintas Escuelas y Facultades de la UNAM, no es la prioridad entrar en debate con ellos. Estamos en apertura, claro que sí. Tan es así que en varias entradas publicadas en este sitio se han atendido las heróicas consignas que victoriosos blanden por los aires en torno a su principal madriguera, el auditorio Justo Sierra, y se seguirán atendiendo.
No hay renuencia al debate o al diálogo. Si conozco a mis colegas tan bien como creo que lo hago, siempre habrá algún necio dispuesto a aguantar el suplicio que ello implicaría.
No, no es renuencia al debate, es simplemente que nuestro blanco principal es el universitario apático, el que cree que no le quita nada que los espacios de nuestra casa de estudios sean arrebatados, el que piensa que es pintorezco que el pasillo de la FFyL y la Biblioteca Central pareciera tianguis, el que sabe que en los toquines del Che Guevara circulan alcohol y drogas, y aunque piensa que no está del todo bien "pus pasa porque está chido".

Créanlo o no, los ocupantes del "Che Guevara" no son el principal obstáculo para el adecuado uso de las instalaciones universitarias; los miembros de la comunidad a quienes no les interesa, son ellos sus principales aliados, ellos nuestro principal desafío.

martes, 28 de julio de 2009

Noticias viejas

Hace poco más de un mes, se publicó aquí un enlace a una serie de entregas que Guillermo Sheridan publicó en la versión en línea de la revista Letras Libres en torno al tema que nos ocupa. En la presente entrada les presento una noticia vieja (relativamente), de mayo de 2008, a la que Sheridan hace referencia en la última de sus entregas.


La tomo de la versión en línea de La Jornada, y la reproduzco aquí con el objetivo de recopilar en este blog noticias viejas y noticias nuevas sobre este asunto. Si se quiere, sólo para condensar en un mismo sitio las notas que están dispersas en la red.


Un comentario más en torno a la nota: podrán ver en ella lo espinoso que es este asunto, cómo pueden fácilmente mal interpretarse o expresarse con peligrosa vaguedad puntos de vista. La labor implica por tanto informarse bien del estado de la cuestión, una concienzuda reflexión y en dado caso un diálogo serio y pausado, pues de ello depende la adherencia responsable a alguna tesis particular. Esperamos pues que este sitio sirva en alguna medida para establecer ese vínculo con la comunidad de la facultad, para que nos hagan llegar sus puntos de vista, sus sugerencias o sus críticas. Nuestro objetivo no es movilizar a las masas para llevar a cabo una toma de instalaciones, sólo invitarlos a pensar sobre lo que está pasando. Sin más, allá va la nota pues:


La Jornada, viernes 9 de mayo de 2008.


Debate por el auditorio Che Guevara

Patricia Muñoz Ríos


Durante el Coloquio Latinoamericano organizado por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, salió a relucir el tema de la toma del auditorio Che Guevara.
Ahí, el historiador Adolfo Gilly (AG), al hacer referencia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) alertó que el gobierno de Felipe Calderón podría intentar acabar con esta fuerza y pidió reanimar, desde el alma de la UNAM, el lazo con el movimiento zapatista.
Dijo además: “Ya que estoy acá, es la segunda vez que lo hago en forma pública y ojalá que llegue el mensaje a los compañeros del EZLN, que intercedan ante los ocupantes del Che Guevara para que nos lo devuelvan el Che Guevara a nuestra universidad...”
Pablo González Casanova (PGC) respondió al respecto: “Me conmovió que Adolfo hablara de los zapatistas, porque realmente están siendo acosados y nos hemos olvidado de ellos completamente, pero también me parece que pedirles que vengan a tomar el Che Guevara... francamente no.
E inició así un intercambio en que Gilly rebatió: “¡No, que ayuden a que que lo devuelvan, que lo devuelvan!”
–PGC. Ellos no lo han tomado, esas son calumnias absolutamente inaceptables.
–AG. Hicieron un acto...
–PGC. Tenemos la obligación de hablar con mucha seriedad y no provocar fenómenos de confusión y de discusión sobre demandas de ese tipo, que son lamentables en una mesa como ésta.
–AG. Hicieron un acto con los ocupantes; tú no fuiste al acto y yo te entendí bien por qué no fuiste...
–PGC. Esa es otra cosa. Ah, no... no, no señor, pero el no ir a un acto por estar en desacuerdo con él no implica decir que defiendan a los zapatistas e invitarlos a que ellos desocupen algo que no están ocupando...
–AG. A que ellos le digan a sus amigos que desocupen y a que no usen el Che sin autorizacion...
–PGC. Ah, ahora te estás explicando un poco mejor.
–AG. No, ahora estás escuchando un poco mejor, que ya es otra cosa...
Luego, Gilly amplió su explicación: “Lo que yo dije es que como ellos han tenido relación con los ocupantes, que por favor les digan que queremos el Che Guevara hoy. Ustedes no se acuerdan, pero lo que era... las grandes asambleas fueron ahí; cuando entró el Ejército tuvo que hacerse ahí, porque era el centro de todo el movimiento. Bueno, queremos que el Che vuelva a ser para todos”.

domingo, 26 de julio de 2009

Conversaciones del domingo

Conversaciones del domingo fue el título de una colaboración semanal de Justo Sierra al periódico El Monitor Republicano (México 1846-1890). En ese entonces la fama de Sierra provenía de sus dotes poéticas; el joven, que entonces contaba con apenas veinte años de edad vio aparecer sus Conversaciones en el folletín que le confió el periódico del 5 de abril al 20 de septiembre de 1848.


Se preguntará el lector de este blog a qué viene el fervor por Don Justo últimamente (aparte del hecho obvio de ser "Justo Sierra" el nombre del auditorio por cuya recuperación claman los autores de este sitio). Pues bien, desde un punto de vista personal, y por ello parcial y quizás de cuestionable objetividad; podría aducir razones por las cuáles me parece que la figura de Justo Sierra encarna de mejor manera el carácter; que misión es de los universitarios conformar, mantener y portar honorablemente; de una de las facultades de estudios humanísticos más importantes de latinoamérica. Y no sólo de la Faculta de Filosofía y Letras sino de la Universidad misma como proyecto nacional de progreso científico y cultivo del humanismo. Pero en lugar de perderme en laberínticas argumentaciones, que lo serían no por la naturaleza de la cuestión sino por mi incapacidad actual por presentarla de mejor manera, prefiero dejar un espacio en este sitio de la red para la lectura de algunos fragmento de la obra del célebre Maestro.


No se trata de hacer proselitismo web para cambiar la denominación popular que ha adquirido el viejo "Auditorio de Humanidades". No se trata de una polémica reductible de manera simplista a la oposición entre la jueventud rebelde y la autoridad conservadora. Yo simplemente quiero difundir lo poco que he aprendido estudiando en los últimos días la vida y la obra de Don Justo. Quizás cada uno de los grandes ejemplos del pasado constituyan un guía, una luz, en el turbulento futuro que espera a las universidades como la nuestra. Así pues, a continuación les presentaré un breve fragmento de la primera de las Conversaciones del joven Justo, simplemente para que, si no habían tenido ya el placer, le vayan conociendo.


Tenéisme
aquí a vuestras órdenes casi a la puerta de este extraño edificio que se llama un periódico. Allá arriba discuten y enseñan los hombres serios. Aquí dispondremos del "confidente", y con la charla descuidada y fácil, tal vez conseguiremos pasar algún rato de contento. Fumaremos cigarros encantados y en sus largas espirales de humo sorprenderé algún perfil etéreo, que evocaré con mi vara de avellano, para humanizarlo a nuestra vista. Lo veréis, entonces, lo veréis pasar, sentiréis su sereno aliento, os dirá sus secretos al oído, y querréis tocar con vuestra mano los pliegues de su túnica de espectro.
Creedlo. Soy un escapado del colegio que viene rebosando ilusiones, henchida la blusa estudiantil de flores, y encerrados en la urna del corazón frescos y virginales aromas; frescos y virginales como los que exhala la violeta de los campos.
He allí mi tesoro, he allí lo que compartiré con vosotros. ¿Hago mal? Puede ser. Pero ¿cómo impediríais al impetuoso manantial estrellar sus aguas cristalinas en las peñas y correr empañado por el suelo?
La mano del invisible traza un sendero; por allí vamos...
Traigo de mis amadas tierras tropicales el plumaje de las aves, el matiz de las flores, la belleza de la mujeres, fotografiadas en mi alma.
Traigo al par de eso, murmullos de la ola, perfumes de brisa, y tempestades y tinieblas marinas, y el recuerdo de aquellas horas benditas en que el alba tiende sus chales azul-nácar, mientras el sol besa en su lecho de oro a la dormida Anfitrite.
Todo eso y algo más os diré, amados lectores; acaso logre agradar a aquellos de vosotros para quienes aún guarda ángeles el cielo y colorido la naturaleza.
Me he bajado aquí, al folletín, para hacer la tertulia, porque ¿qué queréis? Allá en el piso alto no puedo veros de cerca, ni arrojar, niñas, una flor a vuestros pies. Y luego me gusta estar próximo a la calle para poder escaparme a mi capricho, que asaz antojadizo me hizo Dios, y ratos tengo en que detesto las ciudades, me marcho a la pradera, y gusto de trepar a alguna altura desde donde se dominan las colinas, y donde al cabo llego a forjarme al ilusión de que veo inmóviles las olas de esmeralda de mi Golfo.
¿De qué os hablaré? ¿Acaso de literatura; o de filosofía, tal vez de política? Un poco de todo. Pero no os alarméis con los nombres solemnes que acabo de escribir. Propóngome haceros gustar, cuando se ofrezca, alguna de esas cuestiones delicadas y enfadosas, como si saboreaseis algunos bombones.
Platicaremos, es cuanto, [sic] y para que la conversación sea agradable; dejadme variárosla.
Ya, si os disgusta, tendréis medio de manifestármelo.
Por lo que va dicho, seguro estoy de haberos infundido la creencia de que mi plan es incierto, si plan hay. Yo lo confieso; pero ¿creéis también que el libro del mundo está leído de la una a la otra pasta, y que soy incapaz de encontrar una hoja inédita para vosotros? No puedo jactarme de tal hallazgo; sólo sé que ancho, anchísimo es el campo, y desconocido el porvenir.
Dejadme hoy hablaros un poco de este piso bajo, donde han nacido tantos ingenios que son como florones de oro realzado en la rica tela de las literaturas extranjeras.
Reconoceremos juntos el terreno donde de hoy en más habitaré y en cuyas ventanas colocaremos tiestos plantados de esas parietarias amadas de las alondras y que producen lindas florecillas de coral desde que las brisas tibias anuncian la proximidad de mayo.
El folletín es plebeyo; no busquéis su origen en los tiempos de trono y altar; ni siquiera en el siglo XVIII, en que el cetro y la mitra mal disfrazaban la mancebía.
El folletín es hijo de nuestro siglo, y en él se han reflejado, se reflejan aún, la agitación, la lucha, las tendencias utópicas, el dolor, la ciencia y las esperanzas que son el terrible patrimonio de esta edad.
Cuando a fines de la última centuria hizo explosión la mina cavada lentamente bajo el pedestal de una sociedad decrépita; cuando la revolución fué y quiso el cielo que el hombre destinado a propagarla dejara al hundirse, como un legado forzoso, las nuevas ideas, para quienquiera [que] recogiese su herencia, nació en Francia, país eminentemente conservador, el folletín tal como hoy lo conocemos, y a la par que las Recamier y las de Broglie, mujeres encantadoras, agrupaban en torno suyo a los representantes de la literatura del país, en sus para siempre célebres salones.
Desde entonces fué esta de que nos ocupamos una parte integrante de todos los periódicos notables de Europa. Consagrada primitivamente a la crítica literaria, muy luego tuvieron cabida en ella revistas, causeries, cuentos y novelas. Los folletines de algunos diarios franceses han hecho la fortuna de los Dumas, de los Süe y otros muchos...
... En México, si no nos engañamos, los folletines sólo han sido destinados a novelas u otras obras más o menos útiles o agradables; nunca a la clase de producciones en que entrarán nuestras labores.
Hacemos sin duda una innovación en la prensa nacional, y emprendemos una tarea quizá superior a nuestras fuerzas; pero protestamos que osadía tal, sólo ha sido motivada por el deseo vehemente de agregar nuestro insignificante impulso al movimiento, que gracias al celo de inteligencias superiores, parece efectuarse en la capital, y que si adquiriese definitivamente un carácter positivo y durable, pronto marcaría sus consecuencias en todo el país...


Justo Sierra, Obras Completas, T. II, p. 69 y ss.

jueves, 23 de julio de 2009

El nombre Justo Sierra


“Y aquel hombre que parecía caído, cuando se desvaneció la tempestad y los corazones de la generación nueva se volvieron a la luz, se alzó alto, muy alto, cada vez más alto, con la impetuosa potencia de un poderoso talento y de su bondad infinita. Ahora su figura atraviesa, blanca y radiante, sobre el tumulto de las almas jóvenes, como sobre un encrespado Tiberíades. Su palabra vibradora conmueve en todas partes y es saludada con un aplauso al que sigue un reverente silencio; el discurso de la cátedra, la oración tribunicia, la arenga popular, entusiasman y admiran a la juventud que pocos años antes le recibió con gritos coléricos, y que hoy, al zarpazo del remordimiento, se agrupa alrededor suyo como diciéndole: Padre, perdón: estamos arrepentidos.”

Luis Urbina, Hombres y libros



Como citando el panegírico que la misma historia iba escribir en honor al maestro Justo Sierra Méndez; Luis Urbina, el discípulo, nos da una especie de retrato moral, donde condensa la personalidad del maestro así como la marca duradera de sus actos y sus palabras, que como las de los grandes hombres, se convierten no sólo en lecciones del pasado para los que se atreven a mirar la historia sino en ejemplo y motivo de gran respeto para sus mismos contemporáneos, incluso para los adversarios.

El 12 de noviembre de 1884 Justo Sierra sube a la tribuna de la Cámara de diputados para argumentar en favor de un convenio para pagar la deuda que se había contraído con los ingleses, convenio propuesto por el Ejecutivo, presidido entonces por Manuel González. Para no abundar en los detalles de la discusión, sépase que la medida, defendida por Sierra entre otros, era por demás impopular. Salvador Díaz Mirón, representando la postura contraria, había precedido al maestro de la Escuela Preparatoria y diputado Sierra en su turno ante la tribuna. Sierra expresaba “es difícil, señores diputados, seguir paso a paso las razones elocuentísimas vertidas en un lenguaje artístico y poético por el orador que me ha precedido en el uso de la palabra. Ciertamente, si hay algo que pueda turbarme en esta cuestión, es encontrarme frente por frente de una de las genialidades más poderosas que han aparecido en el horizonte de la poesía nacional” (V-102).

Sin embargo, la impopularidad de su postura no le había impedido mantener su leal convicción con lo que consideraba que era la mejor decisión en torno al asunto para la nación, y así, advertía que: “si nuestra reputación y nuestra simpatía tienen que naufragar, bueno será que no naufrague con ellas nuestra conciencia, el sentimiento que tenemos de lo que es verdad” (id.). Sierra, valiente, no cedió a las provocaciones y la calumnia, ni aun cuando en la misma Escuela Preparatoria fue emboscado por los escolares para hacerlo presa de “un grito unánime, ruidoso, prolongado, con acompañamiento de silbidos, de imprecaciones de ira y también de ademanes amenazadores”. Éste era el carácter, fuerte y prudente del maestro Sierra que, ante los vilipendios, respondía con argumentos y serenidad.

Años después, en abril de 1910, Sierra, presentándose ante la Cámara, ahora como Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, al hablar del proyecto próximo a concretarse de la fundación de la Universidad Nacional; explicando a los señores diputados la organización de la nueva institución, señalaba la importancia de la participación de una representación estudiantil en el Consejo Universitario. Reconociendo el “temor de que la deficiencia natural de juicio suficiente en los estudiantes los convirtiese dentro del Consejo Universitario en elemento subversivo, que pudiera alterar los fines de la Universidad” (V-424); habiendo vivido en varias ocasiones los efectos de la pasión de esos indómitos y ardientes adversarios, a pesar de la amarga experiencia personal; todo ello no le impidió defender la causa que consideraba más justa para la organización de la Universidad que estaba por nacer.




Poeta, escritor, periodista, político, maestro; ¡tantas facetas de Justo Sierra y con suerte tenemos alguna vaga noción de una de ellas! Héroe, sí, y fundador de la Universidad Nacional. Hombre ilustrado y progresista, que no profesaba ninguna doctrina incondicionalmente, salvo la de la justicia y la verdad. Hay mucho qué decir de él, como de otros grandes hombres. Hay mucho que aprender. Por cierto, su cátedra era la de historia, y estaba convencido de que el reconocimiento de los aciertos de nuestra historia, en todos los ámbitos, debía ser un culto que al ser profesado rigurosamente traería los mayores beneficios; no solamente en la esfera de la riqueza material de la nación, sino, más importante aún, en la conformación del carácter de un pueblo.

El maestro Sierra vino al mundo siendo el primer hijo varón del doctor Justo Sierra O’Reilly – destacado político y hombre de letras de la península de Yucatán, de quién también hablaremos (¿por qué no?) más adelante- el 26 de enero de 1848, en la ciudad de Campeche. Respetado desde temprana edad por sus éxitos literarios; después, inmerso en la efervescencia política de la época ayudó a guiar la conciencia nacional con el impecable ejercicio del periodismo; tuvo la oportunidad de luchar, siempre intentando mantener la paz que el país necesitaba, desde la Cámara; después, de consumar sus más grandes proyectos de educación nacional.

Este es el hombre que una vez se preguntó: “En cuanto a mí, compatriotas, os juro por la sombra sagrada de don Justo Sierra, que no imagino, que no adivino, cuál obra pudiera yo realizar, cuál gloria conquistar, con cuál empresa avasallar la fama, que fuese capaz de producir en mi una satisfacción semejante al orgullo santo de llevar el nombre que llevo” (V-372).

La numeración romana se refiere al tomo correspondiente de las Obras completas de Justo Sierra, el número arábigo a la página en el volumen.

miércoles, 15 de julio de 2009

Ejemplo del pasado


Quizás algo de insensatez hay en eso de considerarse siempre original, de creer que las propias ideas son siempre acertadas, que las propias acciones son siempre prudentes, que las propias recomendaciones realmente son convenientes. Quizás es mejor pensar un poco, reflexionar, buscar la luz... pero la revolución no da tiempo para ello, quienes prefieren la fuerza a la razón buscan la rapidez de los efectos más que la bondad de los actos. Se pueden tener fines similares, pero la manera de lograrlos permite distinguir una acción buena de una mala, pues a veces el fin no lo asegura. Por ejemplo, tanto los actuales secuestradores del Auditorio Justo Sierra como el Ateneo de la Juventud comparten un fin: extender la acción universitaria al pueblo; pero sus medios son radicalmente distintos. El 3 de diciembre de 1912 los miembros del Ateneo firmaron el acta constitutiva de la Universidad Popular Mexicana. En la primera cláusula, segundo apartado, se define el objetivo de la nueva Universidad: “se propone fomentar y desarrollar la cultura del pueblo de México, especialmente de los gremios obreros”. En el siguiente apartado se aclaran los medios: “conferencias aisladas, cursos, lecturas comentadas, visitas a museos y galerías de arte, excursiones a lugares históricos, arqueológicos, artísticos o pintorescos”. Más adelante detallan el contenido de sus medios: “las conferencias versarán sobre ciencias, artes, industrias y, en general, sobre todo cuanto tienda a acrecentar la cultura popular; pero de modo que no se repita la labor de las escuelas de obreros ya existentes. Quedan excluidas terminantemente del programa de la Universidad Popular Mexicana las cuestiones políticas y religiosas”. Además se establece que las actividades de la Universidad Popular se realizarían en la casa de la Universidad, las fábricas, los centros obreros o de empleados y domicilios de sociedades obreras. Se aclara que los profesores, todos universitarios y miembros del Ateneo, no podrían recibir paga alguna y que su primera falta se consideraría una renuncia a la Universidad. Además, los fondos para la operación de la Universidad podrían venir, únicamente, de los donativos de los miembros del Ateneo y de la iniciativa privada. Pedro Henríquez Ureña aclararía, años más tarde, que por nada utilizaron fondos, bienes o medios del gobierno, ni mucho menos aceptaron su apoyo o patrocinio. Si el local para las actividades no les era prestado, los ateneístas pagarían su renta. La diferencia del proyecto ateneísta con el proyecto de los actuales secuestradores del Auditorio Justo Sierra es notable: mientras unos creen que al pueblo se le educa en la libertad de las ciencias y las artes, los otros creen que al pueblo se le ha de liberar mediante la ideología; mientras unos consideran que es impropio abusar de los bienes públicos para una iniciativa personal -si bien de alcance público-, los otros usufructúan los muebles y bienes públicos para sus propios fines; mientras los jóvenes del Ateneo se cuidaban de pensar bien lo que iban a hacer y a decir, de cultivarse para poder dárselas de sapientes y poder practicar como maestros, de actuar con miras a la legalidad y la justicia, los actuales secuestradores del Auditorio Justo Sierra no parecen cuidar ni sus palabras ni sus actos, más bien parecen ajenos a las buenas maneras, no parecen preocuparse de la propia pulcritud intelectual, sino del cultivo de una obsesiva exhibición de la radicalidad, se fingen preocupados de la justicia al margen de la legalidad. Con todo, hay aún una mayor diferencia: los fines reales. Los actuales secuestradores del Auditorio Justo Sierra quieren llevar la universidad al pueblo y el pueblo a la universidad como una promesa manumisora, como un ideal revolucionario, como una misión pastoral; en otras palabras, sus actividades son políticas, pero se hacen desde arriba, aunque se presuman desde abajo, desde la comodidad de la grilla universitaria. El proyecto del Ateneo era absolutamente contrario: hacer política desde abajo, esto es, girar la mirada de los ciudadanos al bien común. Nada mejor que decirlo en palabras del caballero de las letras mexicanas, Alfonso Reyes, quien sí supo qué es eso de revolución: “la Universidad Popular es como un Proteo de la enseñanza que puede adaptarse a todas las formas”; “no es, pues, la Universidad Popular una escuela técnica, sino que es, propiamente, la escuela para ciudadanos. Para ciudadanos, entendiéndolo bien: para hombres y mujeres plenamente útiles a la sociedad”; “la democracia, de que tanto se habla, no viene, efectivamente, de la clava de Hércules, sino de la cabeza de Atenea; la democracia se alcanza enseñando y aprendiendo, porque la libertad política, como todas las libertades, baja del espíritu”.

viernes, 10 de julio de 2009

Facultad de Filosofía y Letras: Academia y difusión de la cultura (¿A quién pertenece el Justo Sierra? 2ª parte)

La Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM lleva a cabo, más allá de los cursos regulares, semestre a semestre un sinfín de actividades académicas y culturales. “Cultivar voluntades para cosechar egoísmos, sería la bancarrota de la pedagogía” decía Justo Sierra en el discurso inaugural de la Universidad Nacional. De allí la importancia de la difusión de la cultura para una Facultad de estudios humanísticos. Esta Facultad no produce tecnologías, ciencia aplicada con el fin de obtener un producto útil (en el sentido material) a la sociedad que la sustenta. Sin embargo, la inutilidad material de las humanidades (y las artes) no le resta importancia a la actividad de la Facultad de Filosofía y Letras. Escuché un día al Dr. León Portilla decir que el valor de los estudios humanísticos reside precisamente en que se ocupan de lo propiamente humano, es decir, el ser humano es algo más que un animal que requiere alimentación para crecer, reproducirse y continuar con el ciclo vital indefinidamente.

Por tanto, dado que el papel de la Universidad Nacional no es sólo producir conocimiento, o transmitirlo a un reducido grupo de personas, es vital la difusión de la actividad académica y cultural a la sociedad. La Facultad, a través de la Secretaría de Extensión Académica describe así el ejercicio de su misión:


Para llevar a cabo sus funciones, esta Secretaría requiere de un trabajo permanente con cada uno de los colegios de la Facultad para organizar congresos, encuentros, seminarios, mesas redondas, conferencias, presentaciones de libros que enriquezcan el desarrollo académico de estudiantes y profesores. Se realizan más de trescientos eventos al año.
Estas
actividades culturales y de extensión académica son de suma importancia no sólo para la Facultad sino para la sociedad en general, por lo que la Secretaría las difunde a través de los vínculos que tiene establecidos con los medios de comunicación: prensa, radio y televisión principalmente. Así, la Secretaría se convierte en un puente entre la comunidad de la Facultad y la sociedad.

Estas actividades son abiertas a todo el público y gratuitas. Tan sólo del semestre 2009-2 (febrero a junio de 2009) hice el siguiente recuento de actividades (promocionadas por la Secretaría en este sitio web):

5 homenajes o celebraciones a algún personaje ilustre de la cultura, 20 presentaciones de libros, revistas o antologías, 7 coloquios o simposios, 2 cátedras, 3 proyecciones fílmicas y una obra de teatro. En total, se contabilizaron 46 mesas redondas y 33 conferencias, de las cuales 15 fueron conferencias magistrales. Cabe mencionar que la Facultad lleva a cabo muchas más Cátedras Extraordinarias (para el próximo semestre se anuncian 13 cursos de esta modalidad), pero aquí sólo hice el recuento de aquellas cuyas actividades aparecieron programadas en el órgano de difusión de la Secretaría de Extensión Académica. Asimismo, se proyectan muchas más películas durante el semestre, pero no todas aparecen anunciadas en los boletines semanales, seguramente por falta de espacio. Con el teatro pasa igual, aquí sólo tomo en cuenta la obra Las mujeres sabias de Molière que tuvo 6 fechas en un teatro del centro de Coyoacán, con motivo del “Premio Mejor Montaje Festival Universitario de Teatro UNAM 2008” (¡qué bueno hubiera sido disfrutar de esta puesta en escena en el Auditorio Justo Sierra!). Pero aparte, el Colegio de Literatura Dramática y Teatro presentó 4 obras en más de 30 fechas. Respecto a otro tipo de actividades académicas hay que hacer constar que cada colegio programa muchas más actividades entre mesas redondas y conferencias de profesores locales y foráneos; actividades que tampoco pude contabilizar. Habría que sumar además todos los cursos, diplomados, talleres y seminarios de Educación Continua (que sí se cobran, también los humanistas necesitan dar valor adquisitivo al fruto de sus investigaciones).

Como se puede observar la Facultad toma en serio su papel en la difusión de la cultura y las actividades académicas que realiza. Ante tantas actividades queda de manifiesto para las autoridades, los académicos y los estudiantes la falta de espacios. No sólo esta okupado el Auditorio Justo Sierra (es decir, el recinto de las butacas… eh… que debería tener butacas) sino otros espacios aledaños. Al menos para multitudinarias conferencias magistrales, homenajes, cine y teatro se extraña al Auditorio en sí. Hace años que no hay música. Yo recuerdo haber ido a dos recitales en un Aula Magna atestada. Era notable la dificultad de los músicos para acomodar su equipo en el pequeño espacio que está destinado a una mesa de conferencias. ¡No digamos ya un concierto sinfónico!




A cambio por $50 tenemos esto:




Para ver más de a cambio de qué catafixiamos al Justo Sierra les dejo este enlace.

¿A quién pertenece el “Che Guevara”? ¿A quién pertenece el “Justo Sierra”? Creo que es más que evidente. A la academia y la cultura, que son por y para la sociedad según la visión de un gran y olvidado Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes (hoy se les llama Secretario de Educación), de lo mejor que ha tenido la República: Don Justo Sierra Méndez.

miércoles, 8 de julio de 2009

Aprender de los rebeldes


Decir que “la juventud es rebeldía” no sé si sea apacible lugar común, descarada justificación de los desplantes o certera descripción de la experiencia, pues eso de rebeldía, aun cuando tiene un uso general y aceptado, es bastante equívoco. Por un lado es cierto que, a los ojos, los jóvenes tienen ganas de hacer muchas cosas; menos cierto es que quieren cambiar al mundo o que están comprometidos con la libertad, la igualdad y la fraternidad. Por otro lado también es cierto que muchos de los hechos de los grupos juveniles son inestables, como si requiriesen del sosiego de la madurez para florecer. Por ello, la idea de que la juventud es rebeldía y la rebeldía lo que mueve al mundo es, más que nada, una exageración. Por ello, también, el Ateneo de la Juventud de México me llama tanto la atención. Bien visto, el Ateneo inició como una rebelión. Bien visto, los ateneístas tuvieron la madurez necesaria para fructificar la cultura del México moderno desde su rebelión. Lo expresa con claridad Pedro Henríquez Ureña en un texto de 1925: “Veíamos que la filosofía oficial era demasiado sistemática, demasiado definitiva, para no equivocarse. Entonces nos lanzamos a leer a todos los filósofos a quienes el positivismo condenaba como inútiles, desde Platón, que fue nuestro maestro mayor, hasta Kant y Schopenhauer. Tomamos en serio (¡oh blasfemia!) a Nietzsche. Descubrimos a Bergson, a Boutroux, a James, a Croce. Y en la literatura no nos confinamos dentro de la Francia moderna. Leímos a los griegos, que fueron nuestra pasión. [...] Bien pronto nos dirigimos al público en conferencias, artículos, libros (pocos) y exposiciones de arte. Nuestra juvenil revolución triunfó, superando todas nuestras esperanzas... Nuestros mayores, después de tantos años de reinar la paz, se habían olvidado de luchar. Toda la juventud pensaba como nosotros. En 1909, antes de que cayera el gobierno de Díaz, Antonio Caso fue llamado a una cátedra de la que hoy es Universidad Nacional, y su entrada allí significó el principio del fin”. Ante la esclerosis paralizante de la cultura de su tiempo, el Ateneo funcionó como un motor, un motor de las ideas. Ante la estrechez de la nebulosa mirada positivista, el Ateneo inauguró una inédita pluralidad ideológica. Ante la voz única que reinaba en la cultura, el Ateneo alzó la voz e invitó a todos a participar de un diálogo público y general: lo mismo habían de discutirse las ideas platónicas del Fedro, que los nobles deseos de Rodó, los límites del positivismo o la peculiaridad lírica de Othón. Por primera vez en México el concierto cultural pudo ser público... pudo, pero no lo logró del todo, pues la estruendosa disonancia de las armas ensombreció las voces ateneístas hasta recluir a Antonio Caso, episodio tan increíble como admirable, en un recinto tapiado, enseñando filosofía a la diminuta luz de una vela. Pero el intento se hizo, y en tanto se pudo se logró. El Ateneo de la Juventud demostró que en cuanto jóvenes tenían algo que decir y que podían decirlo bien. Ahí está la clave del asunto: para que la rebelión juvenil no sea vana debe tener un mensaje y debe decirlo bien. Los secuestradores del Auditorio Justo Sierra, dado el caso de que lo tengan, no dicen bien su mensaje. Su rebelión es vana.
Tanto los secuestradores del Auditorio Justo Sierra como los que no nos empeñamos en la ocupación ilegal de espacios públicos podríamos recibir, mínimamente, tres lecciones del Ateneo. Primero, en una situación aparentemente contraria a la suya, nuestros tiempos no tienen una sola voz cantante, sino que son una romería de indiferencia multicultural; bien haríamos en reunirnos a pensar cuáles de entre todas esas voces tienen valor real, cuáles nos hacen bien, cuáles sí nos dan sentido, al tiempo en que dejamos de lado los discursos totalitarios, los inflamados dogmas que justifican los excesos de operación ideológica. Segundo, deberíamos confiar primero en el trabajo intelectual serio, en pensar las cosas que decimos y que queremos hacer, y después, si queda tiempo, decir y hacer; deberíamos de reconocer que el modelo romántico de las revoluciones intempestivas puede ser efectivo en la práctica, pero sólo para entronar sinrazones. Tercero, deberíamos recobrar la confianza en la iniciativa cultural propia y privada para que los caminos del pensar y del diálogo se den rastreando los libres pasos del elegante ejercicio de la razón y no los ensangrentados caminos de tal o cual dogma ideológico. Mucho tenemos que aprender del Ateneo. Quizá nos hace falta uno, pero los rebeldes de ahora no tienen el valor de intentarlo.

viernes, 3 de julio de 2009

La autonomía como solipsismo

¿Tienen algo que ofrecer los secuestradores del Auditorio Justo Sierra? No es pregunta retórica, es duda genuina. ¿De veras pueden ofrecer algo? Sé que, en su discurso, pueden ofrecer resistencia, pueden ofrecer digna rabia, pueden ofrecer revoluciones de papel (¡de papel revolución!); pero universitariamente no ofrecen nada: la resistencia no es cualidad adecuada al diálogo, en nada le va a la ciencia la digna rabia. Los secuestradores del Auditorio Justo Sierra no dan nada a la UNAM, al contrario le quitan mucho. Y no es que le quiten un “espacio” -sepan los físicos lo que eso sea-, tampoco es que le roben recursos -pues también se le pueden robar por otros medios, quizás en el STUNAM y por obra y gracia de su “democrático” líder-, mucho menos es que le deterioren la imagen -tampoco la tiene muy buena que digamos-; lo que los secuestradores del auditorio quitan a la UNAM es parte de su aliento científico. Se aminora el aliento científico cuando se pierde el interés en cultivar la ciencia, en dialogar poniendo a prueba las opiniones y buscando las verdades; y el interés se pierde cuando deja de importar el otro, cuando vale más la propia fe -fe revolucionaria- que la posibilidad de errar, cuando se siguen ciegamente -pero con fervor- los equívocos mandatos del catecismo libertario de tal o cual declaración de tal o cual selva lacandona. Por el contrario, se anima el aliento científico cuando se tiene la voluntad de hacer ciencia, de encontrar los propios errores en ese sinuoso intercambio de razones que llamamos diálogo, de reconocer que sin los otros no hay autonomía. Hay un buen párrafo que expresa bellamente la idea; para escucharlo hay que ir al 26 de julio de 1916 a la Universidad de San Marcos, en Perú. Veamos al frente a José Vasconcelos hablando de la vida cultural de México. Hace pocos minutos nos hablaba sobre los orígenes del Ateneo de la Juventud, grupo innovador en el diálogo cultural, el Marco Polo de la geografía científica del siglo pasado. Ahora nos dice que su disposición a escuchar las otras voces, a que los miembros del Ateneo no aceptaran silenciosos y cabizbajos la doctrina positivista, debe mucho a los maestros de la Escuela Nacional Preparatoria, en especial a Justo Sierra quien les hizo descubrir que el verdadero trabajo científico radica en escuchar lo otro y cuestionar lo propio. Dice Vasconcelos acerca de Sierra: “siempre se mantiene a salvo de las exageraciones de mal gusto, conserva su equilibrio y se muestra escéptico de todo dogmatismo, sin que por ello, para la obra, le faltaran nunca la inspiración, la fe y la constancia ejemplar. A los entusiasmos comtistas opuso la fina ironía y la elevación de su pensamiento. Al público ilustrado siempre repitió en sus memorables discursos que la ciencia está muy lejos de ser lo indiscutible, pues sus mismos principios son materia constante de debates, y aun suponiéndola fija y perfecta, ella no es otra cosa que la disciplina y el conocimiento de lo relativo y nada dice, ni pretende decir, sobre los objetos en sí mismos. Los sistemas y las hipótesis científicas, como las filosóficas, son organismos vivos”. La ciencia es palabra viva, y la misión de la universidad es mantener viviendo a las palabras. Sin embargo, a nombre de la autonomía los secuestradores del Auditorio Justo Sierra intentan sofocar las palabras científicas, se cierran a las otras voces, omiten las críticas y se atrincheran en lo que ellos llaman “espacio autónomo de trabajo autogestivo”. En un comunicado del pasado 10 de junio exhiben con claridad su ímpetu autoritario: se declaran en alerta por un peligro que ellos dicen ver y se “reservan el derecho a emprender las medidas políticas que consideren necesarias, sin previo aviso, dentro y fuera del auditorio, para la defensa del mismo y de sus compañeros”. O en otras palabras, presumen una legitimidad que los protege ante cualquier exceso, que los deja impunes, basada en un acto que ellos califican de agresión, una legitimidad -finalmente- contraria a lo legal. O dicho de otro modo: se proclaman a sí mismos libres de hacer lo que les venga en gana, aun cuando con ello vayan en contra de la civilidad. Aquí no hay diálogo posible. Ellos reclaman la potestad exclusiva sobre las “razones”... y que todos los demás se vayan al carajo. No ofrecen nada, quizá tampoco lo valen: se complacen rumiando oprobios. Son una horda envalentonada que se cree libre, autónoma, digna, revolucionaria y todo lo que su credo les permita alucinar. Son una perrada que reduce la razón a soliloquio y disfraza el solipsismo de autonomía. ¡Nos hace falta un Justo Sierra y nos sobran muchos Che Guevara!

Grilla Ilustrada

En un esfuerzo por mantener este espacio en pie hoy incorporamos una nueva sección que podríamos títular Grilla ilustrada. En este espacio incluiremos textos de personajes no grillos pero sí muy ilustres. La grilla va por nuestra cuenta. En esta ocasión les presento un texto aparecido en la (¿extinta? al menos el último número que se puede hallar en las bibliotecas universitarias data de 1994) revista Plural publicada mensualmente por Excelsior allá en el lejano 1972. Ni tan lejano... pensaba subrayar las partes del texto que me parecían que retrataban la actualidad para que viéramos como la historia parece repetirse. Pero hubiera resultado como aquellos subrayados de los que alguna vez fuimos víctimas y que sólo coloreaban páginas enteras... Me parece que hay que decir que no es que la historia se repita, sino que estamos inmersos en problemáticas aún no resueltas y que como un oleaje, en una tormenta, golpea brutalmente a nuestra UNAM cada cierto tiempo. Es pues, importante analizar qué problemas ha tenido la Universidad y cómo la falta de racionalidad ha y sigue haciendo estragos que es necesario solucionar. Disculpe la magnitud del texto, demasiado grande para los estándares del blogger, allá va:

Letras, Letrillas, Letrones.
"Letrilla, segunda acep.: Composición poética... festiva o satírica", etc. "Letrón, segunda acep.: Edicto que en caracteres grandes se ponía en las puertas de las iglesias y otros lugares para que constase estar excomulgados los designados en él." Diccionario de la Real Academia Española.

Así, se titulaba una sección de la revista Plural, donde un misterioso pero ilustrísimo "fantasma" publicó esta columna:

Los Misterios del Pedregal.
Para entender los problemas de la Universidad hay que tener el genio de Hegel, que encontró en la lógica de las contradicciones la razón de la sinrazón de la historia; para desenredar sus embrollos hay que poseer la sagacidad de Monsieur Dupin, que descubrió que el asesino de la calle Morgue era un oragután. Pero el fantasma que escribe estas líneas no es ni filósofo de la historia ni detective amateur: es un alma en pena condenada a escribir en máquina. Ve lo que ve y dice lo que ve: las contradicciones no son momentos del proceso dialéctico sino contradicciones, faltas contra la razón. Y los delincuentes no son oragutanes, aunque lo parezcan, sino delincuentes.

El pueblo universitario -profesores, estudiantes, funcionarios y empleados- toleró que dos matachines y su banda asaltasen la Torre de la Rectoría, la ocupasen durante un mes, destruyesen los archivos y que, disfrazados de guerrilleros, representasen una farsa ultra-revolucionaria. Las autoridades, los comités de lucha y varios grupos de izquierda aclararon tímidamente que los dos valentones eran en realidad un par de farsantes enviados por fuerzas "derechistas ultra-reaccionarias para acabar con la Universidad crítica". Cuando los rufianes abandonaron la Torre, el pueblo universitario -ya sea por temor, indiferencia o complicidad- los asiló e impidió que fuesen aprehendidos. Nadie los perseguía por motivos políticos sino por robo y otros delitos de orden común. O al menos eso fue lo que dijeron las autoridades universitarias y las judiciales. Después, uno de los asaltantes pidió asilo político a Panamá y lo obtuvo. A los pocos semanas el gobierno de ese país lo devolvió a México, maniatado. Doble inconsecuencia y doble inmoralidad de los gobiernos de México y Panamá: primero, aceptar que el espadachín fuese efectivamente un perseguido político y no un delincuente de orden común; enseguida, devolverlo como si fuese un paquete (Panamá), aceptar su devolución y encarcelarlo (México). El otro sigue en la Universidad, pronuncia discursos revolucionarios, concede entrevistas ¡y pinta murales! (Oh Siqueiros, ¡cuántas bufonerías se cometen en tu nombre!). Por una curiosa confusión entre el concepto de autonomía y el derecho de extraterritorialidad, el espadachín no puede ser aprehendido. Un lío grotesco, dentro de la mejor tradición barroco-expresionista del esperpento, que revela la impotencia de las autoridades universitarias, la pasividad de la mayoría de los profesores y estudiantes y la demagogia de los comités de lucha y de los otros grupos y grupitos.

Para enredar más la maraña, el sindicato de empleados y trabajadores universitarios ha declarado un paro. Nueva suspención de la actividad docente. Lo peor es que, debido al cierre de los laboratorios, se han perdido muchos trabajos de experimentación e investigación. Aunque las autoridades universitarias han accedido a casi todas las demandas del sindicato -salvo aquellas que, de aceptarse, lesionarían gravemente la autonomía y la vida de la institución- los huelguistas no han cejado y piden satisfacción completa. Los puntos en litigio -tales como el derecho irrestricto de huelga y la libertad de afiliación del sindicato a cualquier central obrera- expresan una contradicción fundamental sobre una cuestión básica: ¿la Universidad es una empresa capitalista o es una institución nacional de cultura? Es claro que, si fuese una empresa, el derecho de huelga de sus empleados no podría tener más limitaciones que aquellas que señalen las leyes federales- y es claro también que el sindicato tendría la facultad de afiliarse a cualquier central obrera. No faltará chusco que sostenga que la Universidad es una empresa: si no es una fábrica que produce cosas, sí es una fábrica que produce empleados para las otras fábricas y para el Estado. Podría replicarse que, en tal caso, es una empresa en quiebra tanto por la calidad de sus productos como por su desfalco crónico... En cambio, si la Universidad no es una empresa (¿y cómo podría serlo realmente?), las proposiciones que las autoridades universitarias han hecho a los empleados son equitativas y de sobra razonables: libertad para constituir un sindicato universitario y libertad de ese sindicato para ligarse con los de las otras universidades; derecho a huelga con modalidades específicas; convenio colectivo de trabajo celebrado con el sindicato que se acredite mayoritario; libre afiliación
individual de los empleados a los sindicatos y partidos políticos que les plazca.

Muchos grupos de izquierda -unos de estudiantes y otros, menos numerosos, de profesores- apoyan las demandas de los empleados y denuncian a la Universidad como una empresa explotadora y paternalista. Al mismo tiempo, estos grupos son partidarios de una "Universidad crítica"; inconforme con el actual estado de cosas, rebelde y promotora de la conciencia revolucionaria (sic.). Es imposible que no se den cuanta de la contradicción en que incurren: si la autonomía es la condición
sine qua non de la "Universidad crítica", la libre afiliación sindical significa el fin de la Universidad y de la crítica. En efecto, el ingreso del sindicato universitario a cualquiera de las centrales obreras implica la intromisión de un cuerpo extraño: aquel que controlase al sindicato, controlaría a la Universidad. Apenas si es necesario agregar que las centrales obreras mexicanas no se distinguen precisamente por su radicalismo ni por su amor a la crítica. Al contrario, desde hace mucho son un sector conservador, inmovilista y conformista. La "Universidad crítica" de hoy es un corral donde aficionados de buena fe y farsantes felones representan sainetes y pantomimas revolucionarias; la "Universidad crítica" de mañana tendría por rector invisible a un Fidel Velázquez.

En un documento que aplaudimos por su claridad, el Rector Pablo González Casanova ha puesto tres condiciones para retirar la renuncia que ha presentado: los empleados deberían levantar el paro; los profesores y los directores de la facultades y los institutos tendrían que presentar un proyecto de reformas a los Estatutos con objeto de constituir consejos de gobierno compuestos por representantes de los profesores, los estudiantes y los empleados; el Gobierno de la República debería impedir la comisión de delitos de orden común contra la Universidad. Nos parece que el Rector se propuso con ese documento realizar algo que nosotros sugerimos desde el principio (véase el número 12 de
Plural): la movilización de la opinión pública universitaria. El llamamiento fue escuchado por el Presidente Echeverría, que ha prometido enviar al Congreso de la Unión un proyecto de ley que garantice constitucionalmente la autonomía universitaria. ¿Y los profesores y los estudiantes? Algunos apoyaron al Rector, otros a los empleados pero la mayoría, resignada o indiferente, calla. No ha habido movilización de la opinión universitaria. En cuanto a los empleados: siguen en su trece. ¿Pablo González Casanova sufrirá la suerte de muchos de sus predecesores en la rectoría y su nombre se unirá al de esos mexicanos distinguidos -el caso más reciente ha sido el del ilustre doctor Ignacio Chávez- que ha sido sacrificado por la demagogia, la intriga y la estupidez?

Nota: Al cierre de éste número, nos informamos que el Dr. Pablo González Casanova renunció definitivamente a su cargo de rector.

Plural, número 15, diciembre de 1972.

¿Sabe usted quién escribió esta columna?