miércoles, 17 de noviembre de 2010

La policía en la otra esquina, por favor

Me parece que es necesario, de tanto en tanto, volver a subrayar el punto: ese esloganísimo tan querido por los aktivistas y simpatizantes del "autonomismo" universitario que reza "Dile NO a la policía en la UNAM", es la expresión sintética de una concepción (errada, en algunos, perversa, en otros) de la Universidad como ente extraterritorial (y, a veces, casi ultraterrenal), donde no aplican ni las mismas leyes naturales, ni las mismas reglas constitucionales que en el resto del país.

Tal vez, si lo que estuvieramos proponiendo, fuera contar con la presencia de un oficial armado en cada salón de clases, las 24 horas del día, yo podría entender las objeciones de los "libertarios" a ultranza. Pero, por supuesto, nadie está hablando de eso.

De lo que sí estamos hablando, es del hecho irrefutable de que la UNAM contiene, y es en sí misma, una enorme riqueza patrimonial que es propiedad del estado mexicano. Y tiene, además, la obligación de proteger y hacer buen uso de dicha riqueza.

Al parecer, la autoridad universitaria (con el gracioso -vaya chiste- consentimiento del sindicato) ha decidido sustituir -de manera que me parece injustificable, legalmente hablando- la presencia de los cuerpos policiales preventivos con una corporación de vigilancia interna: la famosa "Seguridad UNAM"; con lo cual, entre otras cosas, ha logrado solidificar aun más la ficción de que los universitarios vivimos en una burbuja de impunidad.

¿Estoy proponiendo que a los okupas "les echen la policía", por usar su colorida expresión -una de las tres que contiene su vocabulario-? Por supuesto que sí, y estoy en todo mi derecho de proponerlo, además, simplemente porque para eso existe la policía, para ir a poner orden donde la propiedad privada de cualquier ciudadano, o la propiedad pública de todos los ciudadanos, esté siendo atacada.

Claro, los abusos de la autoridad no son cosas que se deban tomar a la ligera; pero tampoco hay razón, ninguna en absoluto, para tolerar los abusos de la ciudadanía, por más universitaria que esta sea.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Unos días antes de la asamblea

Afilando sus argumentos -cual puñales-, los delegados estudiantiles esperan -tallando la hoja contra el esmeril de su creciente descontento- el día del "diálogo público" a tres caídas, sin límite de tiempo, con las autoridades. Esperan un combate formidable. La victoria definitiva, esperan.

Risss. Raz.

Quizás deberían escribir un soneto; aunque dudo que tengan tiempo para líricos caprichos literarios, pues los delegados del naciente movimiento seguramente apenas tienen tiempo para hacer todo lo que se requiere para mejorar la calidad de vida de los estudiantes universitarios.

¡Y se requieren tantas cosas para que uno pueda estudiar como dios manda!: comida, libros, copias (pero no cámaras de seguridad). Además, hacen falta mayordomos sindicalizados (graciosa concesión a favor de quienes nacieron para servirnos) que le limpien a uno los excusados, le saquen las copias, le preparen la comida (y se la sirvan) y den servicio en la biblioteca (pero que no le obstaculicen a uno su sagrado derecho de hacer lo que le dé la gana).

-El subjuntivo Credo Revolucionario, al parecer, sólo contiene oraciones medio pasivas y pronombres (o prohombres) no reflexivos-

Por fortuna, los delegados aun no se han percatado de que existe otro mundo de cosas que se necesitan para formar, no sólo a un buen profesionista, sino, en general, un ser humano decente. Cosas como cultura, responsabilidad, capacidad argumentativa, conciencia crítica, nobleza, honorabilidad... Porque, puede ser que uno no nazca "malo"; pero tampoco se hace uno bueno de la noche a la mañana,por ejemplo, cuando es admitido en una escuela de estudios superiores, por obra y gracia del Espíritu Santo.

Y digo que es fortuna, porque, de haberlo descubierto ya, esos pobres delegados estarían hoy al borde de un colapso nervioso, porque no hay amito que pueda mandarle a sus sirvientes, por más numerosos y sindicalizados que sean, que vayan, encuentren y le traigan ninguna de estas cosas.

Sin embargo, dicen los delegados, es necesario empezar por lo básico: "primero, que nos traigan la comida, los libros, las copias y los mayordomos agremiados, y después vemos qué onda con lo demás".

Yo dudo de la racionalidad del orden de sus factores: si le sirvo un plato de huevos rancheros, muy temprano en la mañana, antes de que se vaya a sus clases, a un mal estudiante, ¿puedo confiar en que va a convertirse en un buen alumno, digamos, a eso del mediodía?

Puesto de otra forma, ¿no sería más justo distribuir el subsidio que se pide entre quienes de verdad necesitan ayuda extra para hacer bien su trabajo, que es estudiar?, y ¿no sería más útil hacer del plato de sopa un incentivo para "activar" a todos aquellos alumnos que necesitan un "empujón" para cumplir con sus responsabilidades?

Y es una pena que tantos universitarios vivan convencidos de que es de fascistas hablar de disciplina, orden, responsabilidad. Y es una pena, también, que tantos universitarios vivan convencidos de que la mejor universidad es la que da más y exige menos. Y es una pena que tantos universitarios vivan convencidos de que ser joven -con perdón- es estar condenado (temporalmente, al menos) a ser pendejo.

En todo esto, sin embargo, se equivocan; sobre todo, en lo último: yo he tenido la fortuna de conocer a muchas personas, incluso muy jóvenes (y algunas muy viejas), críticas, inteligentes y discusitivas.

¿"Puros derechistas", dijo usted, señor Delegado? Ja ja ja, se equivoca una vez más: los hay, por si no se había dado cuenta, de todos los colores del arcoiris. Será que escasean en los círculos que usted frecuenta, y por eso tiene ideas tan simplistas a propósito de la naturaleza del hombre.

La complejidad humana, la suma de nuestras impredecibles e irrepetibles individualidades, es un tesoro, un legado que ha sobrevivido a todo: guerras, catástrofes naturales y tiranías de muy variada especie. Y a un sinnúmero de asambleas, también.

Dice el "movimiento" que su objetivo es luchar contra la pobreza, combatir la injusticia, acabar con la desigualdad. En otras palabras, quiere reformar a la humanidad, convertirla en una especie incapaz de crear o causar ninguna de esas cosas. Facilitarle (con un plato de sopa, unas copias y muchos sirvientes) su tránsito hacia ese estado (o Estado) en el cual nadie volverá a "portarse mal". Aunque el hecho es que el hombre amará y odiará, activa y alternativamente, su humanidad hasta el fin de su historia.

Pero el movimiento quiere convencernos de que puede hacer algo al respecto, armado con un puñado de patéticas reformas.

Mas el ser humano no es un producto rediseñable. Lo cual significa, en primer lugar, que tenemos que aprender a aceptar lo que somos y lo que hacemos, sea "feo" o "bonito", sea "malo" o "bueno".

Y, en segundo lugar, que lo único que podemos realmente hacer por nosotros es aprender a explotar mejor las capacidades que tenemos. Una en particular: la conciencia. Debemos crear las condiciones para que cada vez más sujetos puedan percibir y explorar la red que conecta a todos con todo. Una parte de esas condiciones son de naturaleza, digamos, "física" (la torta, los libros, las copias). Pero las hay otras, no menos importantes, de otra clase, como el orden y la disciplina, la exigencia y el compromiso.

El movimiento está pidiendo más facilidades para los estudiantes. Pero las facilidades, en ausencia de orden, disciplina, exigencia y compromiso, no son otra cosa que lujos, caprichos, prebendas.

Y ellos lo saben.

Manifiesto unitario

I.

(A propósito de la reciente encuesta de cinco puntos realizada por la asambleaffyl)
Yo, que soy una sola persona, y no mil setecientas cincuenta y cuatro (pero tan universitario, al fin y al cabo, como -creo- cualquiera de ellas), digo: estos resultados tienen tanta representatividad, como legitimidad tiene la "Asamblea FFyL". Es decir: ninguna.

Al menos para mí, que, repito, me asumo como uno, y no mil setecientos cincuenta y cuatro.

Y, lo que es peor, este "ejercicio" no puede siquiera presumir de tener congruencia; porque, en la opinión de este "desensamblado", aislado, a-representativo "yo", no hay nada más incoherente que el discurso que habla exigencias mientras calla responsabilidades.

Demande la "ASAMBLEA FFyL" (tan mayúscula, tan nutrida) lo que quisiere; pero que quede claro que no hablará por mí. Eso, jamás.

II.

Para la "ASAMBLEA FFyL" yo no cuento: no soy "sí", ni "no", ni "no sé", ni "nulo". Soy -si lo pueden entender- lo que está fuera del "TOTAL DE 2037 VOTOS" (rojos, rotundos, mayúsculos).

Vengo después de sus prolijas sumas y restas. Fui antes de sus convocatorias. Estoy, sin duda, por debajo de sus espectativas y me estimo por encima de sus consignas.

El punto ciego de sus análisis: no me pueden ver, pero, desgraciadamente, existo.

III.

Este manifiesto fue aprobado, por una/nimidad, el 17 de octubre de 2010, y ratificado hoy por la mañana, justo antes del desayuno, y no pretende representar el sentir de ningún colectivo; aunque, quizás, pueda ser su mensaje compartido por otros universitarios. Tal posibilidad no se descarta.

jueves, 4 de noviembre de 2010

La fuerza de la ley y la ley de la fuerza

Este comentario es una respuesta a dos anónimos enviados a la entrada La okupa no está justificada, publicada por El Jefe el 3 de noviembre. Y aunque de primera instancia podría parecer que yo debí haberme limitado a añadir estas opiniones a la cadena de mensajes de la dicha entrada, espero que los lectores de este blog encuentren justificada mi decisión de redactar una nueva, dada la relevancia que, en mi opinión, tiene el asunto que voy a tratar.

Dice el primer anónimo: "Ya es hora de recuperar el Auditorio, pero sin violencia. Somos más", después de aplaudir el que "Ambrosío" "no busque la confrontación". El siguiente anónimo (que parece ser del mismo autor, aunque ahora la nota está "firmada" por "Josè L") "reitera": "¡somos más! ¡somos universitarios! queremos a la Universidad y nosotros mismos podemos sacarlos" (mis negritas), y termina recalcando: "es hora de actuar sin policía, bombas, porros, armas, ejércitos... siempre seremos más".

A partir de estos ejemplos -y de otros que podemos encontrar en discusiones pasadas en este blog-, es fácil descubrir que estamos ante un viraje argumentativo que señala la adopción de una (relativamente) nueva táctica por parte de los simpatizantes de la ocupación.

El primer punto de la nueva agenda es, indudablemente, "homologar" el uso de la fuerza pública con las ideas de "violencia", "ataque", "agresión", con el objetivo de "disuadir" a todos aquellos que consideramos que la intervención justificada de la policía en un caso como el de la ocupación ilegal del Justo Sierra (la flagrancia del delito creo que es observable -como perceptible es la fragancia de la okupa- a kilómetros de distancia), está en las antípodas de la "barbarie", el "salvajismo" y el "espíritu anti-universitario" que aterroriza -según ellos- a los anónimos pacifistas.

En segundo lugar, el nuevo "plan" busca animarnos a hacernos justicia por nuestra propia mano, y organizar un asalto popular al Palacio de Invierno de la okupa, seguido de un linchamiento de "activistas", cuyo éxito está garantizado, claro, porque "siempre seremos más".

En resumidas cuentas, se trata de una vulgar provocación.

Por supuesto, no se me escapa que "Josè L" dice que "[a]hora sólo hay que demostrarles en que estado tienen el Auditorio, sus malas actividades, su lucro, sus mediocres actividades lucrativas". Ciertamente, si tomáramos esta propuesta fuera de contexto, quizás la única crítica que podría hacérsele es la de señalar su inocencia, pues, como dice el refrán, "no hay peor sordo que el que no quiere escuchar", y vaya que los okupas se han preocupado de llenarse de cera las orejas (o se han cuidado de no sacársela). Sin embargo, no hay nada inocente en este tan civil llamado; antes lo contrario: de lo que se trata es, otra vez, de enredarnos en una infinita serie de "discusiones" con los culpables del despojo, para que esos sujetos puedan tener oportunidad de seguir distribuyendo sus proclamas, al mismo tiempo que se las dan de "democráticos". Negocio redondo.

Y no voy a pedir que nadie se engañe, porque no creo que alguien pueda caer en una trampa tan barata. Lo que sí voy a pedir, de nuevo, es que se acaben los anónimos.