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miércoles, 6 de octubre de 2010

¿Quién es el verdadero culpable?

Como era de esperarse, ya circulan las variadas versiones acerca de quién o quiénes son los culpables del atentado en contra de la estatua del Águila y la Serpiente de la Facultad de Derecho.

Por si no se habían enterado, el 2 de Octubre pasado, el monumento fue atacado. En lugar de una copiosa descripción, veamos nuevamente la imagen:


Hasta ahora no ha llegado, o no ha sido lo suficientemente difundida, una versión de los hechos; es decir, un testimonio: "que llegaron y empezaron a gritar y que luego...". Así que agradeceremos si algún lector, de contar con ella, la comparte con nosotros. Simplemente, se perpretó el ataque, así sin más, bajo la impasible mirada de la autoridad (si es que existe). Así, la tan difundida (y conveniente para muchos) versión de la autonomía universitaria como extraterritorialidad muestra su verdadera cara: pareciera ser que la Ciudad Universitaria y demás instalaciones son tierra de nadie. O mejor dicho, son territorio donde la ley que vale es la de los vivales. No es lugar para desmenuzar la variada clasificación de esos vivales que reinan en CU. Pues cada miembro de la comunidad universitaria se habrá topado con alguna variante.

Tan sólo este espacio electrónico está dedicado a la casi utópica visión de un Auditorio Justo Sierra deprovisto de ciertos usurpadores denominados hoy "okupas".

Pero, como decía al comienzo, ahora nos ocupa el atentado en contra del Águila y la Serpiente de la Facultad de Derecho. Que si fueron unos mal vivientes ignorantes que formaban parte del contingente de manifestantes, que si fueron los mismos okupas, que si fueron las autoridades que pretendían poner con esto a la comunidad en contra de tal o cual.

Es curioso analizar un poco que implican y a dónde nos llevan tales hipótesis. Por ejemplo, si uno le busca en You Tube, podrá encontrar videos de marchas anteriores en CU y otros puntos de la ciudad, como ésta, del 6 de febrero de 2010. A los "activistas" les gusta documentar sus actividades, sin embargo parece difícil, al menos por ahora, encontrar algún video de celular en el que se vea la destrucción de la estatua, al menos hasta que surja un indiscreto.

Por supuesto, no ha faltado quien exija las grabaciones de las cámaras de seguridad que muestren a los que perpetraron el crimen. Y no faltará quien diga que si no han sido mostradas en los medios ha sido porque las mismas autoridades han llevado a cabo el atentado con algún fin... "que ya sabemos cuál es". Extraña esta hipótesis, que supone que la autoridad pretende por este medio enardecer a la comunidad para que ésta lleve a cabo quién sabe qué cosa "que ya sabemos qué". Digo que es extraña, porque habiendo optado por la tregua, por el camino fácil y sin conflictos del "dejar hacer", sería meterse en escollos más pronunciados ir por esta otra vía.

Por otra parte, un grupo de activistas de la misma Facultad de Derecho ya se ha apresurado a deslindarse del ataque que atribuye a algunos "mozalbetes", es decir, mocosos que no tenían algo mejor que hacer que tergiversar el significado de fechas de luto y aprovechar para hacer desmanes.

Habrá quienes culpen a los mismos okupas y anexos, queriendo aprovechar el entusiasmo para que se haga algo por sacarlos de una vez de la UNAM.

¿Qué nos muestra todo esto? Que, como decía el Jefe en su reportaje, más allá del autor o autores materiales del atentado, que habrá sido cualquier irresponsable anónimo; importa ver las condiciones que han propiciado que en el campus central de la Universidad "más importante del país" se lleve a cabo un atentado de tal índole en contra de un símbolo patrio. A unas semanas de conmemorar el Bicentenario de la Nación y el Centenario de su Universidad; en el corazón mismo del lugar de donde debería emanar la racionalidad, tiene lugar semejante acto de barbarie. CU es tierra de nadie, y sépase que cualquiera puede entrar al campus, amagar al pobre cuerpo de vigilancia (si tuviera la ocurrencia de ofrecer resistencia) y hacer de las suyas.

Mientras tanto, las autoridades (el Rector en primer lugar) callan. Por otra parte, importa ver y escuchar las distintas manifestaciones del "estudiante de a pie", que aprovecha la ocasión para expresar su desacuerdo porque hay salones ocupados en su facultad, o porque se presta tanta importancia a protestas  carentes de seriedad, o porque cualquiera amenaza con clausrar servicios que no le complacen, etcétera. En FB circula ya un grupo que piensa hacerse oír. Los alumnos protestan, y esperemos, sea una oportunidad, el próximo viernes a las 11 horas en la explanada de Derecho, para que la comunidad, sin intermediarios ideológicos de por medio, se haga escuchar y haga saber que ya está harta de lo que se ha mencionado en sin fin de espacios y que no termina de volverse un tema de primera importancia: ¿En manos de quién está la Universidad, cuando cualquiera puede secuestrar un auditorio y mantenerlo así por 10 años, cuando cualquiera destruye un monumento que exigía respeto, cuando cualquiera entra y comercia la droga por la que la gente está matando y muriendo en todo el país, cuando cualquiera hace víctimas del delito a los estudiantes?

Y este, es sólo uno de los problemas de la UNAM, no sé si el más importante, pero sí el más escandaloso.

La UNAM: ¿"Casa de la Libertad"?

sábado, 25 de septiembre de 2010

¿Qué sucedió en la UNAM en 1999?

Entrevista con el Dr. Ambrosio Velasco Gómez, ex director de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, para www.cheguevara-justosierra.blogspot.com
En esta entrega menciona las que a su juicio fueron las causas del conflicto que diera origen a la huelga del ´99, presunta causa eficiente de la ocupación -todavía vigente- del Auditorio Justo Sierra y otros espacios Universitarios.
Permanezca sintonizado para próximas entregas.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

¡Eureka!

De algún modo he tratado de sostener, quizás sin éxito, que lo que está en el transfondo del problema con el auditorio Justo Sierra no es una cuestión trivial.

En una reciente discusión con uno de los consejeros universitarios alumnos de la Facultad, surgía de su parte la hipótesis de que el problema del auditorio Justo Sierra es una expresión más del problema de la escasa participación estudiantil en la conformación de proyectos y en la estructura organizacional de la Universidad. Hipótesis que no comparto. Sostenía yo que no hay que buscarle tres pies al gato: los okupantes incurren en delito y no más, no menos. Por supuesto, la prolongación del conflicto atiende a muchas causas, lo que no ocurre, según yo, es que instaurando cierto régimen de gobierno estudiantil, problemas como el del auditorio o los comedores subsidiados se solucionen, sino todo lo contrario.

Para explicar el aparente misterio que está detrás de diversos problemas de toda índole: con la planta académica, con el ejército de burócratas, con el sindicato, con los espacios "autónomos y autogestivos", etcétera, he encontrado algo que está muy cercano a mis puntos de vista al respecto y que quizás más de uno comparta: el Teorema de Moshinsky.

No pretendo que la explicación a toda una constelación de problemas se reduzca al teorema que, aparentemente, la experiencia no ha refutado todavía (por tanto se deja su demostración, o mejor dicho, la búsqueda de su confirmación en la realidad cotidiana, al amable lector):

Todo mexicano que ha mostrado capacidad en su labor, es automáticamente un privilegiado, y las instituciones públicas deberían desatenderse de él para concentrase en aquellos que no tengan esa característica.

Pero creo que el citado enunciado del recientemente fallecido físico de la UNAM, nos proporciona una vía para buscar explicaciones más completas y, por supuesto, soluciones.

Al respecto invito al lector a revisar las perspectivas (propuestas por demás optimistas y dignas de considerarse) planteadas por Roger Bartra en la edición digital de Letras Libres, a propósito del Teorema. O leer la formulación del mismo, hace 25 años por su autor.



Quizás algún día publique los corolarios de Ivo Basay, derivados del Teorema de Moshinsky.

Don Marcos Moshinsky, en acción.

¡Feliz cumpleaños, UNAM!

domingo, 29 de agosto de 2010

¡CHE Narro!: Crónica de una evasión anunciada

El pasado miércoles tuvo lugar la participación del actual rector de la UNAM, José Narro Robles en un programa denominado "Foro W", de la estación W Radio. La propaganda del programa anunciaba que uno podría interactuar en el foro dejando sus preguntas en la página de internet de la estación, y que, sin censura, éstas serían atendidas por el rector de la UNAM:




A primera vista, una genial idea, idea que de funcionar como lucía en el papel, denotaba un sentido de autocrítica importante que el rector estaba dispuesto a afrontar. Pues a ningún universitario, a ninguno, se le escapa que la institución tiene, más allá de lo que hay que celebrar por estos primeros 100 años de vida, importantes problemas que exigen atención inmediata; por supuesto, en el entendido de que consideramos importante darle vida a la institución muchos años más.

Una de las demandas que ocupan la mente de muchos universitarios, es la cuestión del auditorio Justo Sierra de la Facultad de Filosofía y Letras. Y, como es obvio, aquellos que anhelan su reincorporación a la vida de la Universidad vieron en este supuesto foro, la oportunidad inmejorable de obtener una respuesta directa del rector de la UNAM.

Así pues, esperando ser elegidos para acudir a la emisión de radio, o cuando menos que se leyeran nuestras preguntas, las inquietudes acerca del auditorio fueron planteadas: ¿Qué se está haciendo para recuperarlo?, ¿Se está haciendo algo? ¿Por qué no se ha recurrido a los medios que establece la legislación universitaria y la Ley Orgánica? ¿Qué impide la ejecución de la ley?, etcétera, etcétera. O quizás ¿Le interesa el problema, Sr. Rector?

La única pregunta que recibió una respuesta (e incluso así, una respuesta parcial) fue la última pregunta. La respuesta que muchos obtuvimos después de la interesante disquisición de aproximadamente 5 segundos que el rector de la UNAM nos ofreció sobre el tema podría parafrasearse así: "no me interesa". Ojalá que me equivoque y el Sr. Narro me desmienta pronto.


Escuche aquí el plan de trabajo de José Narro para recuperar el Auditorio Justo Sierra.

Vayamos a lo que recuerdo que se dijo en el programa (no lo volveré a escuchar para hacer este breve relato, qué flojera, pero dejo abajo el audio completo por si a alguien le interesa). Básicamente el Dr. José Narro dejó en claro que lo que le interesaba no era entablar una discusión seria sobre algunos problemas universitarios (los que pudieran plantearse y platicarse en espacio de hora y media, pues cada uno da para horas de discusión): al parecer, era sólo un acto más de propaganda... En la entrevista, los presentadores le preguntaron al rector el porqué de no haber sido invitado a los Diálogos por la Seguridad Nacional. El viernes siguiente Narro ya estaba participando en los mentados diálogos, diciendo lo que ya todos saben (hasta el Presidente): que la solución del problema no se limita al uso de la fuerza pública. También dijo que México no se merecía lo que está viviendo: ¿se lo merecerá la Facultad de Filosofía y Letras?

El Dr. Narro se ha ocupado últimamente en demasía en saltar de un foro a otro para exponer su opinión acerca de los conflictos nacionales. Éste es un derecho de cualquier ciudadano, el problema con el rector de la UNAM es la clara evasión a las problemáticas que le tocan resolver dado el altísimo cargo que ocupa. Es decir, muchos mexicanos tenemos preocupaciones acerca de los manejos de la política nacional, sin embargo estamos bastante limitados para tener una injerencia directa en la solución de muchos de estos problemas. Sin embargo, el rector de la UNAM, como rector que es, está facultado para actuar directamente en la solución de los problemas de la institución que dirige (es un decir que la dirige).

Así, a la pregunta de una mujer acerca de aquellas famosas reuniones con los estudiantes "rechazados", que tuvieron como consecuencia el otorgamiento de becas para que estudiaran en otras universidades, se limitó a decir "sí es un problema (lo de la existencia de estudiantes rechazados)", y "lo he estado diciendo". Acto seguido dió cifras y le pasó la bolita a la SEP. Lo curioso fue que tratando después de establecer categóricamente que no hay corrupción y que los que no entren por el examen no tienen otro modo de hacerlo, A MENOS QUE... sean estudiantes del bachillerato de la UNAM, fue cuestionado respecto a la cuestión del pase automático. Narro se limitó a repetir una versión bastante cegehachera de la supuesta validez del pase automático. Fuera de eso, el programa fue básicamente, propaganda. Preguntas poco serias por parte de los entrevistadores y respuestas autocomplacientes por parte de Narro. También repitió su letanía acerca de cuánto le preocupan los jóvenes que ni estudian ni trabajan (¿será por eso que hasta parece que los okupas están protegidos?).

Así, quedó por el suelo la esperanza de muchos universitarios de que preguntas serias fueran tomadas en serio por el rector (tanto así que se atrevió a llamar al auditorio "Justo Guevara", pero eso sí, ahí estará el 22 de septiembre en el Anfiteatro Simón Bolívar, lugar donde Justo Sierra pronunció el discurso inaugural de la Universidad, tratando de emularle). Si el rector no se presta a discutir con argumentos sólidos los problemas que se le plantearon ¿es razonable esperar que los ocupantes del auditorio hagan lo propio? No. Y lo malo de la cuestión es que ese "estamos trabajando" suena más a que se "apuesta" por una salida "dialogada" al conflicto, y no por hacer valer la ley. De otro modo no se explica ese "estamos trabajando", ¿cuánto tiempo llevaría proceder penalmente?

Y a todo esto, ¿qué pensará la Dirección de la Facultad de Filosofía y Letras? Sólo Gloria lo sabe.

Audio completo del Foro W

 Otro ilustrativo cartón de Paco Calderón

P.D. He aquí la respuesta de la Oficina del Abogado General a un correo enviado, planteando el problema del Auditorio Justo Sierra: Me permito informarle que su denuncia se recibió en esta Unidad, en breve lo contactaremos. Unidad para la Atención y Seguimiento de Denuncias.

martes, 10 de agosto de 2010

Apertura de cursos en Filosofía y Letras

Hoy retomamos un pequeño fragmento de un discurso pronunciado en la inauguración de las clases del año 1914 en la Escuela de Altos Estudios (precursora de la actual Facultad de Filosofía y Letras y la Facultad de Ciencias). Discurso pronunciado por Henríquez Ureña, titulado "La cultura de las humanidades".

"Malos vientos soplaron para este plantel apena hubo nacido", dice Henríquez Ureña, explicando la falta de organización que había padecido una naciente y novedosa institución educativa. Pues en el corazón del nuevo proyecto de Universidad Nacional de Justo Sierra, la Escuela de Altos Estudios constituía en principio algo que las naciones como la nuestra podían mirar "con nativo recelo" pues a más de uno podría parecer "esquiva a las aplicaciones fructuosas".

Sin embargo, el esfuerzo de notables profesores y no menos notables alumnos consiguió no solamente mantener con vida la naciente Escuela, sino darle un impulso extraordinario a la cultura y la ciencia en México. Figuras como las de Antonio Caso, Sotero Prieto, Jesús Díaz de León y Valentín Gama son hoy emblemáticas y sinónimos de escuela y tradición en las más diversas disciplinas que han florecido al cobijo de la Universidad Nacional. Henríquez Ureña menciona también como en un lapso no mayor a tres años el Ateneo de la Juventud consiguió darle forma a los estudios humanísticos.

Hoy es más que frecuente escuchar hablar de las glorias de la UNAM, pero muchas de ellas se deben a personas que entendieron su compromiso con la sociedad y que al no contar con un prestigio heredado se encargaron de forjarlo.

Estamos a menos de un mes de que el Auditorio Justo Sierra cumpla 10 años de secuestro. A quienes odian tanto esta palabra, "secuestro" cabría preguntarles por los logros obtenidos en estos 10 años y cómo se han reflejado en la Universidad y en el país. Seguramente recurrirán al olvido general, que con el paso del tiempo los beneficia más, acerca de los aconteimientos de 1999-2000. Cabría preguntar a las autoridades universitarias si de verdad tienen planeado restituir el patrimonio universitario. Cabría preguntar a la comunidad si le interesa recuperar este inmueble o si considera que ésta es una cuestión vana.

Henríquez Ureña concluye su discurso de apertura de cursos así:

...De ella (de la labor humanística) no puede venir para los espíritus sino salud y paz, educación humana, estímulo de perfección.
Y la Escuela de Altos Estudios podrá decir más tarde que, en estos tiempos agitados, supo dar ejemplo de concordia y de reposo, porque el esfuerzo que aquí se realiza es todo de desinterés y devoción por la cultura. Y podrá decir también que fue símbolo de este momento singular en la historia de la educación mexicana, en el que, después de largas vacilaciones y discordias, y entre otras y graves intranquilidades, unos cuantos hombres de buena voluntad se han puesto de acuerdo, sacrificando cada cuál egoísmos, escrúpulos y recelos, personales o de grupo, para colaborar sinceramente en la necesaria renovación de la cultura nacional, convencidos de que la educación -entendida en el amplio sentido humano que le atribuyó el griego- es la única salvadora de los pueblos.

Extrañamente palabras como las de Henríquez Ureña tiene eco en todos los tiempos. Y bajo éstas, necedades como la ocupación de un inmueble emblemático y sus correspondientes apatías aparecen inexplicables en la Facultad que es heredera de esa Escuela de Altos Estudios.

sábado, 1 de mayo de 2010

Inútiles

Una de las consignas de los secuestradores del auditorio Justo Sierra es que éste era un espacio que bajo la administración universitaria se mostraba como, escencialmente, inútil. Ante esto los estudiantes de teatro deberían tener la última palabra:

Cuando yo estudiaba en FFyL el Auditorio proyectaba películas y a veces hasta estrenos de a pesito. Todas las generaciones que estábamos en ese momento estudiando la carrera nos organizamos y realizamos el movimiento "Al teatro por asalto". también participaron exalumnos... tomamos el teatro de arquitectura como una forma de llamar la atención para pedirle al Rector un teatro decente para los estudiantes de teatro que ¡no tenían teatro!. Salimos en la prensa y logramos la remodelación del Justo Sierra.
Después hubo vacaciones, la famosa Huelga, y muchos ya habíamos salido de la carrera y cuando regresamos ¡¡ya estaba tomado el Justo Sierra!! qué onda? Tanto esfuerzo para nada.
Han salido 10 generaciones de la carrera de teatro y no hemos podido dar ni una sola función en ese teatro que la UNAM nos dió. ES INJUSTO Y ESTÙPIDO. Ese auditorio era para el uso de los estudiantes de la carrera de Literatura Dramática y Teatro, y no se ha podido usar. Y nosotros propusimos que se usara también para proyectar películas para la comunidad de la UNAM y como salón de ensayos... Yo pensé que la UNAM iba a sacarlos a patadas, si hubiera querido ya lo hubiera podido hacer, hay bases legales para que pueda realizarlo, sorry, pero si no lo hace es porque no quiere... Es injusto que nos hayan quitado el auditorio. DEVUELVANLO POR LAS BUENAS.... ok

Testimonio de Angie, ex-alumna de la FFyL

Pero como para los okupantes no existe la comunidad universitaria y por lo tanto mucho menos la pequeña fracción de ésta que se dedica al teatro, hagamos como que no escuchamos lo dicho por nuestra amiga Angie.

Por aquel tiempo (1998), con el auditorio recién remodelado, la Facultad de Filosofía y Letras recibió a un par de distinguidos invitados:


El 19 de marzo llegó al Justo Sierra la voz intimista y reveladora de José Saramago.


Invitado por la Dirección de Literatura y la Editorial Alfaguara, se presentó en la Facultad de Filosofía y Letras (FFL) el escritor José Saramago para hablar de su más reciente novela, "Todos los nombres", y de su vocación literaria.


-Gaceta UNAM-
...
El 19 de marzo (de 1998), apenas unos mese antes de que fuera galardonado con el Premio Nobel de Literatura, José Saramago visitó la UNAM. El escritor portugués cautivo al público que se dio cita para escucharlo en el auditorio Justo Sierra de la Facultad de Filosofía y Letras. Emocionado, habló de la memoria, de su encuentro con la literatura, de sus ideas políticas, y de los motivos que le llevaron a escribir obras de la perfección de El libro de las tentaciones, Todos los nombres o el Ensayo sobre la ceguera. Por los mismos días, la Universidad también acogió la visita de Susan Sontag, la escritora norteamericana que es reconocida a la vez como pensadora y novelista de toda una generación. El público escuchó atento la lectura de fragmentos de su novela El amante del volcán y planteó una gran cantidad de inquietudes cuyas respuestas siempre fueron inteligentes.


Prontuario 1998, UNAM, México 1998, p.49

Susan Sontag, una de las distinguidas, no por ello menos inútil, visitantes del "Justo Sierra"

Por supuesto, ello no implica que el auditorio tuviera alguna utilidad hace 12 años, pues es admitida por todos la "inutilidad" de las humanidades, y en particular de eventos académicos y culturales que "no ofrecen nada" al pueblo. Las diversas administraciones (CGH, Brigada Verde, Okupa, y anexas) han demostrado que se le puede sacar jugo a los inútiles monumentos del inútil humanismo universitario de Justo Sierra: mejor alquilar el inmueble a los comerciantes, proyectar películas por una módica cantidad, organizar tocadas de a $50. Por supuesto que la intrínseca bondad de los proyectos autogestivos justifica que la administración actual del auditorio no deba rendir ningún tipo de cuentas ante nadie. Incluso justifica ante varios torpes estudiantes la exigencia de los dineros del erario público para el mantenimiento del lugar. Por supuesto que el fin justifica los medios, y por supuesto que no está permitido ningún tipo de sospecha acerca de dónde sale el dinero para cientos de carteles de imprenta que promocionan el "Cine en el Che" por toda Ciudad Universitaria semana a semana.

Así, sigue el pacto de la inexistente comunidad universitaria para que los usurpadores sigan viviendo en sus narices.

miércoles, 14 de abril de 2010

La labor de la crítica

“Es muy fácil criticar”, es una frase que solemos escuchar frecuentemente, en el contexto de una discusión, cuando se agotan los argumentos que pueden anteponerse a la crítica en cuestión. La frase se la hemos escuchado a futbolistas o directores técnicos cuando el equipo atraviesa una mala racha; a algunos miembros de la farándula cuando son acosados por algún “escándalo” relacionado con su vida privada; a la vecina cuando se le acusa de tener unos hijos malcriados, a los seguidores fieles del equipo atribulado, a los fans from hell del artista infiel o a la mejor amiga de la vecina problemática.

Un uso de la frase es, como ya mencioné, evitar la crítica, no mediante un argumento, sino mediante el supuesto de que cualquier crítica es cuestionable. Un uso más sensato de la frase es cuando tratamos de dar a entender con ella que, tratar de encontrar, a toda costa, errores en las acciones o puntos de vista de los demás, con la sola intención de “refutar” y salir victorioso, no es una verdadera labor crítica. Pues la verdadera crítica no es mera negación, debe ir acompañada de una propuesta alternativa y racional.

Sin embargo, el uso falaz es el que parece predominar. Quizás me equivoque, pero la próxima vez que escuchemos la frase detengámonos a ver qué se quiere dar a entender con ella. Si predominara el uso falaz solamente entre futbolistas, personajes de la farándula o vecinas chismosas, no habría tanto problema; lo preocupante es cuando esa actitud de “calla, ninguna crítica es posible” rebasa la esfera de lo banal y pasa al terreno de lo político, de la cuestión que atañe al interés público.

En ciertas coyunturas hay quienes tienen los medios (o se hacen de ellos) para hacerse escuchar y no dejar que el adversario tome la palabra. Los pretextos son variados: “eso ya se había discutido”, “ya se había tomado una resolución al respecto”, “no es la orden del día”, “se te acabó el tiempo”, etcétera. Pero a veces estamos tan conformes con nuestro silencio que, siempre y cuando sea posible ignorar lo que se dice o lo que se decide sobre la cuestión, siempre y cuando no sea algo que nos afecte de tal modo que guardar silencio resultara imposible, llevamos a cabo un pacto de silencio donde el primero que rompa la cómplice comodidad debe ser rápidamente reprendido.

¿Qué pensar entonces de aquél que habiendo decidido no hacer uso de la palabra intenta acallar a quien ha intentado romper el silencio en torno a un tema? “Es muy fácil, criticar, los queremos ver participando activamente”, agregan, para no dar la impresión de censores.

¿Pero cómo pasar a la acción sin haber construido antes, por medio de la palabra, del discurso, la posible alternativa; y sin haber vislumbrado claramente las razones que hay para disentir? Círculo vicioso, pues “es muy fácil criticar” quiere decir, en el mejor de los casos, “no hables por hablar”, pero ¿cómo evitar hablar vacíamente si no empezamos en algún momento a discurrir sobre el problema?

Lo censurable es cuando, bajo concienzudo análisis, efectivamente, se constata que la supuesta crítica es inconsistente, carece de fundamento objetivo, fuentes, labor de investigación y de una perspectiva de a qué se quiere llegar con ella.

Pero en algún momento debe existir la crítica, digo, si ante un problema se quiere llegar a una solución. Reclamar la generación espontánea de la acción es reclamar una falsa salida, que en el mejor de los casos, funcionaría “de chiripa”. Es reclamar la acción a ciegas. ¿Y a quién convendría que el opositor actuara a ciegas, sin conocimiento de lo que critica, y por tanto sin un análisis de lo que mejor convendría para solucionar el embrollo? ¿Acaso a quien no quiere que se solucione el problema?

Un opositor acrítico difícilmente conseguirá un resultado. Y fácilmente desistirá de su empresa. La labor de la crítica no es sencilla. Pero si imprescindible. La labor de la crítica no es suficiente, pero sí necesaria.

Por otra parte, si nos quisieran de convencer de que la labor de crítica no es necesaria en ciertos casos, dada la evidente veracidad de nuestras (hipó)tesis, si se nos dice “ya basta de criticar, estamos de acuerdo con el punto, a actuar ya” podemos, asimismo, sospechar de alguna inconsistencia, de alguna debilidad en el andamiaje sobre el que se sostendría nuestra tesis, que desea ocultarse, no hacerse problemática, materia de discusión. Vuelvo a preguntar ¿a quién podría convenir esto? ¿Acaso a los que buscan reclutar fanáticos que concuerden con todos los puntos de vista del líder y, por tanto, que secunden sus acciones o las obedezcan sin chistar? Recordemos que el mejor modo de sacar a los ratoncitos de Hamelín no fue por la fuerza, ni con un buen argumento, fue haciéndoles escuchar una dulce flauta. La crítica no es dulce, por ello incomoda.

Así, que, a manera de concusión se me ocurre lo siguiente: si alguien te dice “es tan fácil criticar” te está diciendo una de dos cosas: “no hables por hablar” o bien “calla, que me pones en evidencia”. O quizás sólo se trate de una persona inofensiva, inocente, sin malas intenciones, pero profundamente insensata.

lunes, 8 de marzo de 2010

¿Y dónde quedó el entusiasmo?

El día 24 de septiembre del año pasado tuvo lugar una asamblea de la que ya hablamos en su momento. De ella emanaron asambleas por colegios que se propusieron la tarea de cambiar la situación del auditorio de la facultad. La pregunta es: al día de hoy ¿dónde quedó ese entusiasmo? ¿qué se logró con todo ello?



"Cambiar la situación del auditorio" implica aceptar que allí había un problema. Después el entusiasmo fue conducido por estudiantes con gran conciencia social aunque poca información y mucha ingenuidad. El problema pasó de ser el de la okupación del auditorio al problema de "las autoridades". Así de ambiguo. Los okupantes, a través de sus defensores supieron cambiar la inquietud de los que siguieron inquietos y así, en pocos días, la "gran mayoría" de los estudiantes estaba de acuerdo en que las autoridades no debían "manejar" el auditorio, no debían "imponer" decisiones que afectaban la vida de los estudiantes de la facultad, etcétera, etcétera.

Muchos repetían: el problema real no es el auditorio Che Guevara, el problema real es el de "las antidemocráticas formas de representación estudiantil en la toma de decisiones que son trascendentales para la...". No estoy seguro si muchos de los inicialmente preocupados por el tema del auditorio Justo Sierra fueron tan fácilmente convencidos o simplemente se cansaron de oír la misa asambleística.

Quizás tienen razón: el problema real no es el auditorio Che Guevara por sí sólo, el problema real es que, al parecer, gran parte de la comunidad universitaria no ve un problema allí. Tan es así que, o fácilmente se les convence de niñerías con argumentos tan falaces que harían reír a los mismísimos Eutidemo y Dionisodoro o bien, fácilmente dan la espalda a un problema que no merece tanta atención como para descuidar otras actividades. Podemos darles en esto parcialmente la razón, pues como una vez bien dijera el Dr. Ignacio Chávez: "hay tiempos para luchar y tiempos para estudiar". Los tiempos demandan que los jóvenes humanistas se preparen y no que intenten a toda costa vencer a los rudos de las arenas de la asamblea; que como bien sabemos, cuando se ven en desventaja saben salir avantes e imponer sus condiciones utilizando la técnica de los sillazos y botellazos (en sentido figurado).


A más de cinco meses de aquella asamblea los únicos que no perdieron nada fueron los okupantes. Ese día un estudiante de geografía "ofreció" la "prueba contundente" de que el Che sirve para actividades académicas (escuchar el segundo audio). Cinco meses después los "compañeros del Che" son recordados por permitir a los estudiantes de Letras Hispánicas realizar su coloquio.

¿Ha cambiado en algo la situación del auditorio de Filosofía y Letras?

Creo que la pregunta importante es: ¿En algún momento se tuvo conciencia de lo que se estaba discutiendo? Me parece que no. O al menos no se permitió que tuviera voz en los foros. El día 24 las pasiones estaban demasiado exacerbadas. Cuando hubo tiempo de poner las cosas en calma la inteligencia asambleística hizo su aparición: partir en todas las asambleas del hecho de que "todos estamos en contra de que las autoridades...". Me tocó ser testigo de que en las asambleas por colegios nunca se tratara el tema del tipo de afrenta que diversos grupos habían causado a la Universidad. Nunca pasó por la mesa de discusión el tema de si el uso de los espacios para ciertas actividades violaba la autonomía o no lo hacía. Nunca se debatió acerca de si la institución debe asignar espacios para cierto tipo de actividades o si no hacerlo significa necesariamente aplicar una política represiva. No, la urgencia inmediata era "organizarnos" para administrar el uso del Che.

Los futuros humanistas dieron en esos días el peor ejemplo de autocrítica y análisis de situaciones complejas. Se asumieron dueños y no beneficiarios de las instalaciones de la Universidad. Había que "organizarnos", saber cómo íbamos a "utilizar nuestro espacio". Inconcientes de asemejarse más a aves de rapiña que a educandos en el cultivo de las humanidades, la preocupación primordial fue repartirse el botín arrebatado heróicamente a la autoridad.

Por supuesto que la okupa no iba a ceder su territorio. Pero es fácil engañar a los niños dejándolos jugar en su guardería revolucionaria una vez por semana, dejándolos "discutir" los problemas nacionales. Y dejándolos expresar sus inquietudes no entre los muros universitarios como lo hace la "academicista" y represora institución. Sino en sus mismos muros, literalmente.


Más allá de todo ello sabemos que gran parte de la comunidad quiere la restitución del auditorio. Que a pesar de nuestro pesimismo quizás sea cierto lo que nos dijo un próximo invitado del blog con el que tuvimos la oportunidad de conversar: la comunidad es inteligente, la mayoría de los universitarios sabe de sus compromisos reales y debe sentir una seria responsabilidad en este asunto. Lo único que hace falta es pensar cómo podemos lograr una amplia participación, responsable, desinteresada y por supuesto, conciliadora. Conciliación y entendimiento con aquellos que piensan erróneamente que los que queremos de vuelta el Justo Sierra somos movidos por algún obscuro interés, extraño a los fines de la Universidad Nacional; con aquellos que obviamente no son los okupantes. Pensamos que utilizando de manera creativa las nuevas tecnologias de la información podremos vincularnos, formar una verdadera comunidad y solucionar este problema. Reactivemos ese entusiasmo.

jueves, 11 de febrero de 2010

Los antecedentes (II): PRD: "no tenía nada que ver"

Continuamos en torno al décimo aniversario de la recuperación de las instalaciones universitarias por parte de la Policía Federal Preventiva. En esta ocasión les presentamos la columna que el 9 de febrero del año en curso publicó Guilermo Sheridan en El Universal. Anteriormente habíamos publicado aquí otro texto de Sheridan, entre varios más, acerca de una insinuación del PRD en los asuntos de la Universidad en 1997. Ésta puede considerarse una continución de esa entrada acerca de los antecedentes de la larga huelga del 99-2000.

El PRD en la UNAM
Guillermo Sheridan

Con motivo del décimo aniversario del ingreso de la policía para recuperar la Ciudad Universitaria —que estuvo 264 días en manos de unos posesionarios que se hacían llamar “Consejo General de Huelga”—, hubo algunas conmemoraciones interesantes.

Por ejemplo, un grupo de 300 activistas marchaba de San Ángel a CU evocando la heroica toma de la UNAM en el año 2000 y denunciando “la represión” policiaca que le puso fin.

Frente a ella marchaban unos cascados líderes “históricos” y Fernando Belaunzarán, un líder estudiantil (CEU) que cerró la UNAM en 1987 y ahora es secretario de Formación Política del Comité Ejecutivo Nacional del PRD.

Más interesante es la entrevista que otorgó a EL UNIVERSAL el doctor Ángel Díaz Barriga; declaró que “después de la huelga se decidió compartir la dirección universitaria con el PRD.”

Algo que se sabe, pero que no suele decirse. Y ahora lo hace no sólo un universitario de toda la vida, miembro del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación y ex titular de la Dirección del Centro de Estudios sobre la Universidad, sino alguien que fue uno de los representantes de la UNAM ante los invasores durante aquel costoso, bochornoso conflicto. Supongo que la declaración deberá considerarse informada y objetiva.

Agrega Díaz Barriga que “tras la huelga se decidió otorgar una cuota de direcciones e instancias académicas sólo por la pertenencia o simpatía con el PRD, y no por competencia académica. Si hoy la Universidad es más plural, entre comillas, se debe a eso”. Obviamente no menciona ni quién hizo el pacto ni qué puestos de dirección se le entregaron al PRD. Tampoco dice a cambio de qué, pero no es difícil conjeturar que la UNAM habrá claudicado a cambio de un seguro multimodal antihuelgas y de paz interna con sus activistas y con su descomunal sindicato. (Sobre esto, puede googlearse mi artículo “Edipo en la UNAM”, que apareció en Proceso hace 10 años).

Para el PRD es negocio: se hace fuerte en una instancia con peso político nacional, fácilmente inflamable, que cuenta con un presupuesto importante. Y además beneficia a sus cuadros, en algunos casos hinchando el organigrama con dependencias administrativas y académicas para hospedar ideólogos y ex líderes estudiantiles (y a veces sus familias) que se dan premios mutuamente.

Es penoso que la UNAM comparta la responsabilidad de su conducción con un partido político, ella, tan obsesivamente autónoma. Que, tan adversa a la privatización, tolere entregar zonas de su desinterés universitario al interés privado del PRD, y no sólo a su STUNAM sino a un puñado de funcionarios y académicos “progresistas” cuyas dependencias, programas y proyectos, comisiones, mecanismos de promoción e ingreso, difícilmente podrán abstraerse de su militancia.

Esto, que sería hasta positivo en otros ámbitos, es grave en una universidad. Por eso es que la UNAM, en el artículo dos de su Estatuto General, luego de consagrar “los principios de libre investigación y libertad de cátedra” se ordena a sí misma acoger en su seno “con propósitos exclusivos de docencia e investigación, todas las corrientes del pensamiento y las tendencias de carácter científico y social”. Claro, de eso se trata una universidad, que debe precaverse contra quien opine otra cosa, por lo que el mismo artículo ordena que en la libertad de la UNAM no tienen sitio “las actividades de grupos de política militante, aun cuando tales actividades se apoyen en aquellas corrientes o tendencias”.

Pero el PRD, parecería, mandó al diablo ese estatuto.

Y la UNAM se ha resignado a ese chantaje para agregar, a sus muchos problemas, caminar en una cuerda floja zarandeada por una familia disfuncional y llena de pugnas internas que se riñe los cotos de poder e impone sus propios estatutos.

Y pensar que todavía en 1998 el PRD declaraba, con toda seriedad, que “no tenía nada que ver” con los problemas que llevarían a la UNAM a esa huelga...


domingo, 7 de febrero de 2010

Las dos ocupaciones: ¿Universidad para todos o Universidad para quienes estudian?

Ésta es la cuestión. No es un planteamiento del príncipe de Dinamarca sino de Gastón García Cantú allá por 1990, hace 20 años, allá por los momentos de esplendor del Consejo Estudiantil Universitario (CEU). Por aquel entonces se discutían una serie de reformas promovidas por el anterior rector Jorge Carpizo, así como la orientación y futuro de la UNAM. Reformas que desde el punto de vista de algunos iban encaminadas a mejorar los vicios que estancaban las labores académicas y de investigación. Que fueron vistas por otros, como es costumbre, como "el primer experimento de corte "neoliberal" y privatizador de la educación superior pública en México y en América Latina".

García Cantú continua, después de la cuestión cardinal:

Lo primero se ha confundido, no sin perversidad, con la democracia, fin político de las sociedades contemporáneas pero no medio académico. La participación en materias de estudio no puede confundirse con el sistema de decisiones por mayoría. En la Universidad deben aprenderse las teorías históricas de la democracia, pero no intentar sustituir lo que pertenece a los requerimientos académicos con lo que corresponde al orden político de las sociedades.
Tal confusión, difundida por los partidos en las universidades del Estado -las particulares son para ellos verdaderos recintos sagrados- ha llevado a las oficiales- obra educativa del Estado mexicano- a su gradual deterioro.


Diez años después, el espíritu antireformista del CEU, con el conflicto generado por el alza de cuotas en la UNAM se materializo en el CGH que mantuvo ocupada y paralizada la UNAM durante casi diez meses. Por supuesto que el cierre no era arbitrario, pues cerraban la Universidad para que "permaneciera abierta en el futuro". Sobre ello nos decía el Dr. Francisco Valdés Ugalde lo siguiente:

UNAM: derecho social y aberración política

El Universal, 26 de septiembre de 1999

¿Puede un movimiento en defensa de un “derecho social” condenarse a sí mismo a ser el enterrador de tal derecho? Si el movimiento en cuestión se interna por el camino de la aberración política, la respuesta es positiva. Lo que ocurre en la UNAM es un caso ilustrativo. Reconocerlo es sencillo, explicarlo es otro problema; es el verdadero problema.

Vienen a la mente, multitud de imágenes “útiles” para referirse a la cuestión, desde la famosa idea de Hegel de que los hechos de la historia se producen dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa, hasta la de quienes han insistido en que lo que ocurre en la UNAM es un reflejo de lo que pasa en el país y viceversa. De la primera imagen, se puede afirmar ciertamente que el 68 fue la tragedia y el 99 una farsa que ha alcanzado uno de sus mayores momentos simbólicos en la imagen televisada del vándalo con pretensiones de historiador anticipado que escribió la fecha de “1999” sobre el signo de interrogación que David Alfaro Siqueiros puso de colofón en su mural de Rectoría sobre las gestas históricas del pueblo mexicano. De la segunda fórmula sobresale la banalidad del entusiasmo con aires de gloria de quienes regodean su miopía en esa supuesta intrínseca relación metafísica, incapaces de imaginar que también por ese camino podía transcurrir el “lado malo” de la historia. Esta falsa idea especular me hace evocar la célebre frase de Borges: “Los espejos y la cúpula son abominables pues reproducen a los hombres”. Pero las ideas especulares son reduccionistas. La realidad exige otro esfuerzo.

Como todo el mundo sabe, el movimiento estudiantil tuvo su origen en la protesta contra el establecimiento de cuotas en la UNAM. Después de los primeros días de efervescencia, se conformó el Consejo General de Huelga que procedió a exigir la derogación del reglamento respectivo y luego a ampliar sus exigencias a otros puntos que habían sido previamente reformados. Al iniciarse el paro, hace ya más de cinco meses, el pliego petitorio de los estudiantes combinaba extrañamente demandas de gratuidad con exigencias como las anteriores que, de aceptarse, redundarían en la degradación de la calidad educativa. Entre estas últimas sobresalía la de restaurar el pase automático de la preparatoria a la profesional y eliminar las relaciones entre la UNAM y el CENEVAL.

A pesar del tiempo que ha transcurrido desde que el conflicto se inició, es notoria la ausencia de tino político del CGH para plantear con productividad política las finalidades que dice perseguir. Por ejemplo, el CGH no se ha pronunciado ni ha exigido al Ejecutivo o al Congreso la restauración de la gratuidad en la educación superior a pesar de que el artículo tercero de la Constitución fue reformado en 1993, abriendo paso a que la educación superior deje de ser legalmente gratuita. En esta reforma se introdujo, entre otras modificaciones, una nueva redacción de las “obligaciones” del Estado para con la educación superior. Mientras que la fracción cuarta de dicho artículo señala que “toda educación que imparta el Estado será gratuita”, la siguiente acota que “además de impartir la educación primaria, preescolar y secundaria (…) el Estado promoverá y atenderá todos los tipos y modalidades educativos –incluyendo la educación superior- necesarios para el desarrollo de la nación, apoyará la investigación científica y tecnológica, y alentará el fortalecimiento y difusión de nuestra cultura”.

Esta redacción es clara pero a la vez ambigua. Por una parte se distingue entre impartir, por un lado, y promover y atender, por el otro con esta distinción se pretende dejar en claro que el Estado no imparte la educación superior. Pero se introduce una ambigüedad al decir que la promoverá y atenderá; si el Estado no la imparte, entonces no será gratuita sino solamente “promovida” y “atendida”. Naturalmente, estos últimos términos quedan totalmente indefinidos en el texto constitucional. Pero queda aún más indefinido en este nivel el carácter que tienen, desde el punto de vista presupuestal, organismos como la UNAM que es, en el ámbito de la administración pública, un “organismo descentralizado del Estado”. En esta última expresión el carácter descentralizado del organismo no se refiere al Estado, sino a la administración pública, mientras que la expresión “del Estado” designa su pertenencia al Estado. Así pues, según la Constitución, la UNAM es del Estado pero lo que la UNAM hace no es, entre otras cosas, educación impartida por el Estado.

Con toda su ambigüedad, la reforma de 1993 ha operado un cambio de facto y de jure en las relaciones entre el Estado y la UNAM. A pesar de que en ellas se ampara la reducción presupuestal que Hacienda le propinó a la UNAM y que está detrás de la modificación al reglamento de pagos, el CGH no ha criticado ni, mucho menos, solicitado un cambio de esta redacción actual del artículo tercero. Por el contrario, el CGH sólo le carga la mano a la UNAM y, en particular, a sus autoridades, haciéndolas responsable únicas de los cambios al reglamento de pagos. Al hacer esto y confirmar su postura con más de cinco meses de paro sin haber incomodado ni un ápice al gobierno o al Congreso, el CGH parece coincidir sospechosamente con los propósitos que oscuramente, por vías oficiosas e informales, miembros del gobierno han proferido respecto de reformar drásticamente a la Universidad o, de plano, hacerla desaparecer.

Lo anterior no significa que las autoridades universitarias no tengan ninguna responsabilidad en el origen del conflicto ni en la postergación constante de su solución. Indica, sin embargo, que, o bien quienes controlan al CGH y quienes los siguen no tienen capacidad política para entender la problemática en que está situada al UNAM, o bien que sus propósitos no son los que confiesan, sino los mismos de aquellos en el gobierno que sin dar la cara buscan debilitar la institución para poder darle un golpe mortal o dispersarla. Curiosamente, a este despropósito se suman organizaciones sociales como el Frente Popular Francisco Villa y el EZLN.

A esta forma aberrante de conducta política se agrega la decisión del presidente Zedillo de que en la UNAM la aplicación de la ley, en lo que respecta a su ocupación ilegal por los huelguistas, deberá ser un hecho de excepción sujeto a la expresión “mayoritaria” de la comunidad universitaria. A pesar de la universalidad del estado de derecho como establecimiento de condiciones iguales para todos, la UNAM es, por razones de Estado no democráticas, condenada a la excepción. Al proceder así, el gobierno instaura por omisión deliberada una especie de estado de naturaleza pre-político. Me pregunto si en este proceder no se anuncia el destino al que se conduce al Estado mexicano.

Bajo la perniciosa acción de los huelguistas y la indolente actitud asumida por el gobierno (Ejecutivo, Legislativo y Judicial incluidos) anida la amenaza (esta sí verdaderamente neoliberal) de reducir los servicios a las necesidades del mercado. Si la educación es un servicio que debe sujetarse a este principio, qué ha de pasar cuando el mercado no lo demande o requiera cambios en la forma en que se le procura. Desde el punto de vista estrictamente economista si el “mercado” no demanda educación, no hay ninguna razón para que existan proveedores. Si existe tal demanda, entonces los proveedores deben satisfacerla en las modalidades en que la requieren los consumidores. Más de 200 mil estudiantes se inscribieron o reinscribieron en la UNAM para el ciclo escolar 99-2000, es decir, sí hay demanda. Al defender las aspiraciones a huelga de su paro, los paristas trataron de impedir la inscripción de los estudiantes que querían hacerlo. (Por cierto, en no pocas ocasiones se les vio formados en las colas de inscripción, luego de sus intentos por cerrar los locales de trámites escolares). Curiosamente, al detener casi todos los procesos educativos en la UNAM y tratar de impedir la inscripción de estudiantes, los paristas pusieron de manifiesto la perversa coincidencia de su actuar con los intereses de los neoliberales más extremos cuya pretensión es, simple y llanamente, cerrar la UNAM. En efecto, al debilitar la Universidad, el CGH ofrece a plenitud los argumentos de que los propios neoliberales extremos carecían para limitar aún más el presupuesto universitario e, inclusive, empezar a barajar alternativas de reforma universitaria que no la mejorarían sino que la harían desaparecer como entidad.

Volviendo a la pregunta inicial puede reiterarse la respuesta. Sí es posible que la “defensa” de un derecho social conduzca en realidad a su liquidación cuando los defensores actúan aberrantemente y en coincidencia (¿fortuita?) con sus adversarios declarados.

-Francisco Valdés Ugalde-



Por ello no es de sorprender que ante la ocupación policial, que duró poco menos de dos semanas, que no significó "la imposición de medidas neoliberales", ni privatización ni pérdida de autonomía (pues en nueve meses de dejar la UNAM a su suerte ni huelguistas ni autoridades se pusieron de acuerdo), hubiera también reacciones como las siguientes:

Me causó un gran alivio que esta recuperación -e insisto en la palabra- de la UNAM se haya llevado a cabo en forma pacífica, sin violencia, sin ningún disturbio ni heridos. Es un gran alivio.


El Estado tiene la obligación de preservar la universidad para los fines que fue creada. El gobierno no ha hecho más que cumplir con la ley, por encima de todo... la mayoría de la sociedad está porque la universidad sea recuperada, porque vuelva a funcionar y porque sea a través del diálogo lo que resta por resolverse.


Lamento mucho el desalojo, no debía haberse llegado a ese límite; pero no había otra opción porque realmente no había diálogo. El CGH había caído en una intransigencia y no dialogaba ni negociaba. Esperé, como muchos mexicanos, que en la reunión del viernes pasado (4/02/00) entre rectoría y el CGH se llegara a algún acuerdo. Esperaba, por ejemplo, que los huelguistas dijeran: "Liberen a los estudiantes presos y nosotros entregamos las instalaciones de la universidad"


Esta medida debieron tomarla hace 10 meses, no hasta ahora. La universidad es irremplazable. Se ha cometido, por parte de los delincuentes que tenían a la universidad, un atentado contra el pueblo, debido a la apatía de quienes debiron tomar esta medida. Las cosas por su nombre.

Arturo Schroeder

Se cumplen 10 años del desalojo y ocupación policial. Los policías hicieron su trabajo y se fueron. La universidad volvió a funcionar. El CGH toma siete meses después lo que queda del auditorio Justo Sierra y pretende convertirlo en el Che Guevara de 1968. Han pasado más de 10 años del inicio de la huelga, están por cumplirse 10 de la nueva okupación del Justo Sierra. Excegehacheros y actuales okupas proclaman haber salvado el derecho a la educación, lo cierto es que cuando menos diez generaciones de universitarios casi ni se han parado por el que fuera hace muchísimos años el auditorio más importante y grande de CU, el artículo tercero sigue intacto en su fracción quinta, como en 1999. ¿Qué han hecho entonces ellos por nosotros? García Cantú decía respecto a las manifestaciones ceuístas en 1990:

Ninguna idea, ningún programa expusieron, sólo el desafío y la consigna sostenida de llevar al mayor número de jóvenes para lanzarlos al asalto de lo que desean destruir en lo académico: la Universidad Nacional.

jueves, 21 de enero de 2010

La destrucción de la autonomía universitaria (I)

En la revista digital Rojo y negro, la Confederación General del Trabajo del Estado español (CGT) anuncia que el 4 de enero pasado nuestro auditorio Che Guevara fue sorprendido por quienes pretenden destruir la autonomía universitaria.

También dice que:

Cualquiera que acuda a éste espacio en plena ciudad universitaria, puede darse cuenta de que existen alternativas capaces de articular la creatividad y el apoyo mutuo en lo cotidiano.

A ver, vamos por partes. No cuestionaré la certeza con que se declara que cualquiera puede darse cuenta de las "alternativas" que existen en dicho recinto. Y no lo cuestionaré porque eso le corresponde a nuestros lectores que día a día (dada su condición de estudiantes, profesores, trabajadores o visitantes de la facultad) conviven con el auditorio desde hace meses o años.

Ya en más de una ocasión hemos rondado el tema de la autonomía universitaria pues comprender este concepto no sólo es clave para comprender el conflicto que se vive en nuestra Facultad de filosofía y letras sino que lo es también para definir y entender nuestra razón de ser como miembros de la Universidad Nacional y así estar al tanto de nuestros deberes ante la sociedad.

Vayamos pues rápidamente al año de 1929. El día 25 de junio de ese año, el maestro Antonio Caso publicaba en El Universal un artículo titulado "Los fines de la Universidad Nacional". En él Caso explica aspectos importantes de la autonomía universitaria que se proponía en el proyecto de Ley que Portes Gil publicó el 22 de junio y que sería ratificado por el Congreso un mes después.

Caso punta: la autonomía de la Universidad no tiene por objeto terminar la agitación estudiantil provocada en contra de las autoridades universitarias; su propósito es más alto y más duradero.

A continuación hace notar que: por muy grave que se suponga el conflicto universitario actual, no es en suma, sino uno de tantos incidentes de la vida de la Universidad. En efecto, en 1929 se suscitó un grave conflicto estudiantil: huelga, intervención de la fuerza pública y violencia.

Sin embargo Caso no estaba minimizando los sucesos, estaba haciendo hincapié en algo que últimamente pasa de largo ante casi cualquier situación conflictiva: buscar una solución que no sea momentánea sino que sea perdurable y que constituya un valioso legado: una buena ley de la autonomía tiene que estar inspirada no en estas situaciones momentáneas y en estas inquietudes reales o ficticias que el tiempo aclarará y juzgará, sino en los propósitos, en los fines mismos de la Universidad.

Así, si como reza el anuncio de la CGT: El Auditorio Che Guevara se despertaba éste 4 de enero sobresaltado por quienes quieren materializar la destrucción de la autonomía universitaria... entonces debemos pensar que quienes "acosan" a los okupantes de algún modo están atentando en contra de los fines de la Universidad.

La autonomía universitaria fue concebida por muchos ilustres pensadores; cabe apuntar que empezando por Justo Sierra, allá en el siglo XIX, años antes de que se materializara el proyecto de la Universidad Nacional; como el único medio que garantizaría la adecuada consecución de los tres fines universitarios: la educación superior general, técnica y artística; la investigación científica (y humanista) y la difusión de la cultura.

De este modo, cuando el comunicado de denuncia de la okupación culmina exigiendo "respeto a la autonomía universitaria" debemos entender que al encomendársele a auxilio UNAM que impidiera (hay que decir que sin violencia, hasta donde se ha atestiguado) la venta de artículos varios en las inmediaciones del espacio okupado se ha violado la libertad de la institución universitaria (y de su comunidad) para ejercer sus facultades y llevar a cabo libremente sus fines de educación y cultura ante la Nación.

¿O qué entienden entonces por autonomía?

La autonomía tiene por objeto garantizar que el Estado no tenga injerencia en las decisiones que la Universidad debe tomar por sí misma para cumplir con eficacia sus propósitos, en el entendido de que son los universitarios los que mejor perspectiva tienen de las necesidades de su institución. Sin embargo no es sólo ante el Estado que debe defenderse la autonomía. Sino de cualquier persona, grupo, partido u organización que, con fines distintos a los antes señalados, de alguna manera estorbe, paralize o dificulte la labor de los universitarios.

Ante esto ¿quiénes destruyen la autonomía universitaria? ¿Se la entiende correctamente cuando sólo se le invoca como medio de presión en medio de un conflicto (que se quiere hacer pasar por estudiantil) con la autoridad universitaria?
















martes, 12 de enero de 2010

Sobre nuestro centenario

Nuestro involuntario colaborador, Guillermo Sheridan, publicó el 5 de enero en El Universal la siguiente columna, que también pueden leer y comentar en su propio blog de la revista Letras Libres. Con motivo de nuestro próximo centenario, los 100 años de la Universidad Nacional. Aquí les va:


Otro Centenario

2010-01-05

Al cumplir el mes pasado dos años como rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Dr. José Narro Robles hizo una crítica de la enorme, compleja, imprescindible institución. Me parece laudable. La UNAM está obligada a la autocrítica: sólo en la medida en que sea capaz de conocerse con inteligencia y honestidad, de enfrentar sus deficiencias, detectar sus errores y reconocer sus fallas, cumplirá su misión con honestidad e inteligencia.

En tiempos en los que se habla alegremente de “refundarlo” todo, y en el año de su centenario, hace bien el rector en recapacitar en las fortalezas y debilidades de la UNAM, para evocar el título de la evaluación que realizó el rector Jorge Carpizo en 1986, aquella severa crítica (“una universidad gigantesca y mal organizada”) que se diluyó en un congreso eterno y estéril, saboteado por las fuerzas políticamente “progresistas”, pero académicamente conservadoras, aposentadas en la UNAM. Triste cosa: hoy persisten debilidades idénticas a las señaladas en 1986, como que haya facultades y escuelas en las que la eficiencia terminal de licenciatura sea de apenas el 10%. Y hay otras que siguen ahí, aunque no se mencionen, como la preeminencia de las consideraciones políticas sobre las académicas.

“Aún falta mucho por hacer”, dijo el rector. Suenan bien estas palabras cuando se refieren a la UNAM. Le contagian realidad y prudencia a una institución orgullosa y propensa a celebrarse y cantarse a sí misma. El rector juzgó que es menester aumentar la movilidad académica en el escenario internacional; que es necesario crear fuentes de financiamiento, como las becas-crédito; que la cantidad de patentes logradas por la investigación universitaria es mínima (dos de cada 100 el año pasado); que falta seguridad en algunas instalaciones; que la enseñanza de idiomas no rinde frutos adecuados; que se necesita mejorar la vinculación de la investigación con el sector productivo; que es necesario renovar la planta académica; que es imperativo fomentar una “actitud emprendedora” entre sus estudiantes.

El rector, que practica un protagonismo importante en el escenario político nacional, aporta la positiva señal de que el buen juez por su casa empieza: ordenó a los directores ahorrar recursos controlando el uso de teléfonos celulares, vigilando la compra de gasolina y los gastos de representacion, cancelando las reuniones foráneas, las “comidas y actos de fin de año” y la adquisición de nuevos vehículos y mobiliario (que la UNAM le entregue automóvil, chofer y gasolina a sus decenas de bien pagados directores no va con los tiempos, pero menos aún con una universidad pública y gratuita). Y deploró que la UNAM no haya logrado recuperar para su comunidad el auditorio “Justo Sierra” de la Facultad de Filosofía y Letras, expropiado hace diez años por un puñado de empresarios privados dedicados a la compraventa de religión e ideología. Un precio elevado para la lección no aprendida sobre la facilidad con que la UNAM suele sucumbir a las necesidades y estrategias del voluntarismo.

Criticar a la UNAM, sobre todo desde el interior de la UNAM, es un ejercicio de básica higiene intelectual. Es extraño celebrar por extraordinario algo que debería serle sustancial. La autocrítica, en una universidad pública, no es conducta optativa, sino definitoria: le suma lucidez a su proyecto, afina su responsabilidad, explica el patrocinio del Estado.

Gracias, Sr. Rector, por poner el ejemplo.
-Guillermo Sheridan-


lunes, 4 de enero de 2010

Una mañana diferente

Esta mañana el corredor que va de la antigua parada del Pumabús a la Biblioteca Central lució despejado como hace mucho no lo hacía en un día hábil ... Yo nunca le había visto así.
En el interior del Auditorio Justo Sierra, los residentes se cobijan ante el atropello con los discursos que ya conocemos y que sin duda escucharemos -una y otra vez- a lo lago de este año... Cosas como "La UNAM no sirve para nada", "hay presupuesto para acosar pero no para estudiar", y "¿qué van a hacer los comerciantes, digo, los artesanos -porque ni comerciantes son- que se ganaban la vida en ese corredor? " (sic)
Y es que en pocos lugares se consiguen milky-way artesanales y los compilados de música en Mp3 quemados a mano...
Este fue un madruguete en todo rigor, para medio día apenas llegaban algunos de los compas no residentes de la fortaleza okupa, quienes sorprendidos por la tropelía apenas alcanzaban a reponerse para hacer señales gráficas que manifestaran su hostilidad a las cámaras de Seguridad UNAM...
En el audio de dichas cámaras debe constar que el locutor de Radio-okupa (no entrecomillo nada porque locuaces sí son) preocupado por la integridad de las cámaras invita a los elementos de Auxilio UNAM a retirarlas, "están muy bonitas, no les vaya a pasar algo" decía con preocupación...
Con sofisticada ironía preguntaba "¿por qué mandan a 40 elementos de seguridad a entregar su oficio?" -presumiblemente uno semejante a aquel que se hiciera público cuando el resto de los ambulantes no empadronados en la okupa fueran removidos el semestre pasado-. Dudo que en verdad necesiten una pista, hemos leído y escuchado reiteradamente que la autogestión del auditorio "no está a discusión"... Se han desestimado las solicitudes de las autoridades a través de 10 años, se han desestimado las solicitudes de profesores, se desestimó apenas el año pasado la convocatoria del movimiento 24 de septiembre -pues quedó demostrado, de acuerdo con la Asamblea General Estudiantil (aunque no he visto cómo) que promovía la violencia-, y se desestimó también la propia Asamblea General Estudiantil que se gestó en el seno del propio auditorio... Ya ni mencionar este humilde blog.
Probablemente se hable en los próximos días de la gandallez con que los peones de Narro se apoderaron del pasillo, puesto que no se podrá hablar de la violencia de la que se valieron, pues no hubo tal.
Por la tarde ya se hablaba en "radio-ruido" (cómo son creativos) del acoso que sufren los estudiantes en Ciudad Universitaria, ya hay colocados carteles informando a los incautos del peligro de represión inminente... "Los estudiantes son perseguidos" y "las manifestaciones culturales son aplastadas", parece que esas serán sus premisas buscando ganar credibilidad.
¿Por qué será que ya no esgrimen su argumento del "proyecto de universidad distinto al que promueve la institución universitaria"?
Esta madrugada volvieron a amanecer en campaña.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Octavio Paz y los problemas universitarios

Antes de presentarles las entregas faltantes de Los Misterios del Pedregal que inauguraron la Grilla Ilustrada, les presentamos el siguiente texto de Guillermo Sheridan, invitado recurrente de este blog. En este texto Sheridan repasa la manera de ver los problemas de la Universidad por parte de uno de los más distinguidos pensadores mexicanos: Octavio Paz.

Asimismo, Sheridan responde con sencillez y claridad a la pregunta de por qué él se ha ocupado tanto de hablar sobre estos problemas. Más de una vez se nos ha cuestionado por hacer este trabajo: desde los adversarios que nos consideran enemigos del libre pensamiento y las ideas revolucionarias, hasta los amigos que consideran que esto es pérdida de tiempo en el mejor de los casos, actividad riesgosa en el peor de ellos, según la opinión de los más precavidos. Simple y sencillamente consideramos que no guardar silencio puede ser de alguna ayuda.

Octavio Paz y la Universidad
por Guillermo Sheridan

Más de una vez, Octavio Paz me pidió que le explicara por qué me interesaba tanto la Universidad. Yo contestaba: “porque vivo en ella”.

Luego de un rato, me interrumpía: “A nosotros nos interesó el asunto de la Universidad. Leímos con emoción Misión de la universidad, de Ortega, y tratamos de...” Un segundo más tarde estaba discutiendo a Ortega y ya se había olvidado de la Universidad.

Hacía tiempo que no le interesaba: ni era un problema, ni tenía solución. Tenía la impresión de que la Universidad mexicana padecía defectos semejantes a los de la intelligentsia: no utiliza las armas intelectuales de la crítica, el examen y el juicio. Y mucho menos la autocrítica. Paz no entendía que esas virtudes pudiesen escasear tanto en una institución que nació por ellas y para ellas. La falta de esas virtudes propició que la política mexicana convirtiera a las universidades en armas de combate, desde los tiempos en que la clase media conservadora aspiró a crear en ellas un bastión contra la “educación socialista” posterior a Vasconcelos y a la reforma del artículo tercero. Su resumen era lacónico y elocuente: las universidades no derrocaron al gobierno, pero casi logran desaparecer. Los comunistas, más tarde, recurrieron a las mismas tácticas con los mismos resultados. El resultado era evidente: “el nivel académico de nuestras instituciones de educación superior amenaza con convertirse en uno de los más bajos del mundo”.

Le parecía que la ruta de la crítica en el claustro a la arena de los gladiadores se llevaba entre las patas la calidad de la inteligencia que la Universidad debía redituarle a quien la patrocina. Volver a las universidades escenarios sentimentales y alternativos de una mistificación revolucionaria (lo que llamaba “blanquismo guevarista”) había terminado por cancelar su eficiencia académica. La única solución que veía era trasladar esa lucha política de las universidades a un “espacio público abierto”, es decir, al escenario de la democracia. Pero si las universidades eran las herederas de las aspiraciones de apertura del movimiento del 68, habían preferido también trasladar las responsabilidades de la democracia “a la representación -drama y sainete- de la revolución en los teatros universitarios”.

La última vez que Paz se atareó con el problema universitario fue en julio de 1977. En un artículo titulado “La Universidad, los partidos y los intelectuales”, se enfrentó a la nueva realidad de que ya no eran los académicos ni los estudiantes los que se asumían como “vanguardia del proletariado” en el vicario escenario histórico de la Universidad y la convertían en arma de combate, sino (¡imanes de Garizurieta!) su sindicato. El STUNAM había paralizado a la Universidad sólo para claudicar ante la firmeza del rector Soberón, que se negó a hipotecar la libertad de pensar a las necesidades tácticas del Partido Comunista.

Paz procuró de nuevo explicarse la peculiaridad (“casi única en el mundo”) de las razones por las que el fracaso del activismo del Partido en los territorios que le deparaban la historia y la teoría -el campo, las fábricas- se trasladaba con tal facilidad y empeño al de las universidades. Explicó con lucidez que se debía en parte a que el vacío dejado por la “explosión libertaria”, apartidista, del 68, había sido acaparado por el PC, el único partido que poseía “cierta coherencia ideológica” (lo mismo que habían hecho los conservadores después de 1929).

Las observaciones de Paz aún tienen vigencia. Hacer de las universidades un laboratorio propicio a la experimentación revolucionaria o social, como lo hizo durante años el PC, supuso una comodidad tan garantizada que rozaba la cobardía; una certeza contradictoria con los riesgos y la inteligencia de sus maestros ideológicos y tácticos. La historia del involucramiento del PC en las universidades no se ha escrito, y debería hacerse sobre todo en vísperas del trigésimo aniversario de la matanza de Tlatelolco.

Pero éstos son también los tiempos en los que la democracia ya debería haber convocado el actuar de los universitarios a la palestra más responsable, y arriesgada, de la plaza pública que Paz imaginó hace treinta años, como única solución a la quimera del involucramiento de la izquierda en las universidades.

En las universidades públicas aún hay fuerzas que aspiran a diferir la responsabilidad que supone actuar en esa plaza pública hasta el momento, el 2000, en el que esperan que la plaza esté bajo su control como una condición para ingresar a ella. Es como aceptar ingresar a un debate a condición de que sea en mi casa y el interlocutor esté mudo. El empeño en seguir capitalizando los beneficios de controlar el potencial explosivo de la Universidad con esa meta es otro acto de cobardía, una vez más disfrazada de táctica política, que propicia el riesgo de que a la Universidad no la conduzcan quienes quieren que piense, sino que la secuestren quienes desean que actúe.

Paz apostó siempre, en el tema de la Universidad como en cualquier otro, a la crítica y a la disensión. El silencio expectante que comentaristas y editorialistas guardan ante los problemas académicos, estudiantiles y sindicales de las Universidades mexicanas se convierte en cómplice de su inoperatividad y alienta los oportunismos. Dijo Paz a los intelectuales que condonaron la conducta del STUNAM en 1977:

«decir cuatro verdades al adversario es relativamente fácil; lo difícil es decírselas al amigo y al aliado. Pero si el escritor se calla, se traiciona a sí mismo y traiciona a su amigo... ¿Los escritores han dejado de ser las tapaderas de los antiguos caudillos para serlo de los secretarios generales?»

La discusión sobre el tipo de universidades que necesitamos se ha convertido en una indolencia satisfecha para todas las partes involucradas. Es un caso más frente al de decir: llevamos setenta años diciendo que las cosas ya no pueden seguir así. Hoy que la mesa está puesta otra vez para que el nuevo proyecto del rector entre en conflicto con las viejas pasiones de la izquierda, convendría repasar los artículos de Paz sobre la Universidad y su invitación a la independencia, al realismo y a la imaginación.

Vuelta, 259, junio de 1998.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Por donde le busquemos: estamos en buenas manos

Uno de nuestros más respetados colaboradores nos hizo llegar hace algunos días el siguiente texto del maestro Sheridan. Apareció el martes 10 de noviembre en El Universal. Se los dejamos junto con la entrada anterior del fallecido maestro Alejandro Rossi, que no sé si alguien leyó.

¿Recuerdan la preocupación de don Octavio Paz en el comienzo de la década de los setentas respecto a que se conformara un sindicato con las características que se preveían en aquel entonces? ¡Qué equivocado estaba! ¡Demos gracias porque contamos con el STUNAM! Vamos pues, dedicado a los combativos chavales del CCH Azcapo, que allí "nací":


Acciones previstas

Algún combativo diario publicó la semana pasada una noticia titulada “Estudiantes confían en que la UNAM completa se sume al paro nacional” (se trata de un periódico tan sensible que puede, con el mismo encabezado, dar la noticia y predecir el futuro). En fin. La noticia narra la forma en que “los estudiantes” recorren desde la semana pasada la UNAM realizando “mítines para sensibilizar a la comunidad” sobre una serie de “acciones previstas”, es decir, sumarse al llamado paro cívico nacional que deberá estallar mañana en protesta contra lo que consideran un agravio al Sindicato Mexicano de Electricistas (SME).
No deja de ser interesante que haya estudiantes previamente sensibilizados que deben sensibilizar a los estudiantes que son tan insensibles que es menester sensibilizarlos. Tampoco deja de ser interesante –a pesar de la frecuencia con que sucede— que unos cuantos ideólogos de la UNAM, así como los líderes de su sindicato, se hallen a tal grado sensibilizados como para presumir que las acciones que prevén, por el mero hecho de ser ellos quienes las prevén, ya contienen la voluntad de los demás, sensiblizados o no.
Para justificar ese voluntarismo, las “acciones previstas” transitan por un proceso democrático que consiste en improvisar una asamblea y realizar una votación sobre si se toman o no las acciones previstas. Media hora después, las acciones previstas ya se graduaron (con honoris causa) a “voluntad popular mayoritariamente expresada de manera democrática”.
Hay ocasiones, sin embargo, en que las acciones previstas se convierten en voluntad popular sin votación previa en una asamblea o, para el caso, sin haber sido antes acciones previstas. Por ejemplo, la semana pasada un grupo de activistas sensibilizados cerró el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Azcapotzalco en una pequeña asamblea llevada a cabo a altas horas de la noche previa a la acción prevista.
Hoy en la tarde —pero más seguramente durante la noche— los estudiantes sensibilizados llevarán a cabo asambleas para organizar las votaciones que decidirán cuáles dependencias de la UNAM se habrán de sumar al “paro cívico nacional” cerrándose a sí mismas.
El tiempo en que esas dependencias permanecerán cerradas dependerá, claro está, de qué tan sensibilizada resulte la “megamarcha” que se llevará a cabo mañana, convocada por el SME y/o el Movimiento en Defensa de la Economía Popular, el Petróleo y la Soberanía, un movimiento propiedad del Lic. López Obrador.
Otras acciones previstas para mañana en el ámbito de la educación superior incluyen “paros activos y paros totales” en las instituciones cuyos sindicatos están afiliados, tal el de la UNAM, a la Coordinadora Nacional de Sindicatos Universitarios y Educación Superior (CENSUES), como la UAM, el IPN, la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y la Universidad Pedagógica Nacional. Una “acción prevista” especialmente sensibilizada es la que llevará a cabo la Universidad Autónoma de Chapingo, que realizará “una apertura de casetas” en las autopistas.
En todo caso, y dure lo que haya de durar (la última vez duró 10 meses), es una pena que cierre la UNAM, o parte de ella, pues como es sabido, el futuro de México es impensable sin la máxima casa de estudios.
Por otro lado, dentro de esa pena hay una alegría: el cierre habrá sido decidido democráticamente.
Como siempre.
-Guillermo Sheridan-