lunes, 16 de noviembre de 2009

Octavio Paz y los problemas universitarios

Antes de presentarles las entregas faltantes de Los Misterios del Pedregal que inauguraron la Grilla Ilustrada, les presentamos el siguiente texto de Guillermo Sheridan, invitado recurrente de este blog. En este texto Sheridan repasa la manera de ver los problemas de la Universidad por parte de uno de los más distinguidos pensadores mexicanos: Octavio Paz.

Asimismo, Sheridan responde con sencillez y claridad a la pregunta de por qué él se ha ocupado tanto de hablar sobre estos problemas. Más de una vez se nos ha cuestionado por hacer este trabajo: desde los adversarios que nos consideran enemigos del libre pensamiento y las ideas revolucionarias, hasta los amigos que consideran que esto es pérdida de tiempo en el mejor de los casos, actividad riesgosa en el peor de ellos, según la opinión de los más precavidos. Simple y sencillamente consideramos que no guardar silencio puede ser de alguna ayuda.

Octavio Paz y la Universidad
por Guillermo Sheridan

Más de una vez, Octavio Paz me pidió que le explicara por qué me interesaba tanto la Universidad. Yo contestaba: “porque vivo en ella”.

Luego de un rato, me interrumpía: “A nosotros nos interesó el asunto de la Universidad. Leímos con emoción Misión de la universidad, de Ortega, y tratamos de...” Un segundo más tarde estaba discutiendo a Ortega y ya se había olvidado de la Universidad.

Hacía tiempo que no le interesaba: ni era un problema, ni tenía solución. Tenía la impresión de que la Universidad mexicana padecía defectos semejantes a los de la intelligentsia: no utiliza las armas intelectuales de la crítica, el examen y el juicio. Y mucho menos la autocrítica. Paz no entendía que esas virtudes pudiesen escasear tanto en una institución que nació por ellas y para ellas. La falta de esas virtudes propició que la política mexicana convirtiera a las universidades en armas de combate, desde los tiempos en que la clase media conservadora aspiró a crear en ellas un bastión contra la “educación socialista” posterior a Vasconcelos y a la reforma del artículo tercero. Su resumen era lacónico y elocuente: las universidades no derrocaron al gobierno, pero casi logran desaparecer. Los comunistas, más tarde, recurrieron a las mismas tácticas con los mismos resultados. El resultado era evidente: “el nivel académico de nuestras instituciones de educación superior amenaza con convertirse en uno de los más bajos del mundo”.

Le parecía que la ruta de la crítica en el claustro a la arena de los gladiadores se llevaba entre las patas la calidad de la inteligencia que la Universidad debía redituarle a quien la patrocina. Volver a las universidades escenarios sentimentales y alternativos de una mistificación revolucionaria (lo que llamaba “blanquismo guevarista”) había terminado por cancelar su eficiencia académica. La única solución que veía era trasladar esa lucha política de las universidades a un “espacio público abierto”, es decir, al escenario de la democracia. Pero si las universidades eran las herederas de las aspiraciones de apertura del movimiento del 68, habían preferido también trasladar las responsabilidades de la democracia “a la representación -drama y sainete- de la revolución en los teatros universitarios”.

La última vez que Paz se atareó con el problema universitario fue en julio de 1977. En un artículo titulado “La Universidad, los partidos y los intelectuales”, se enfrentó a la nueva realidad de que ya no eran los académicos ni los estudiantes los que se asumían como “vanguardia del proletariado” en el vicario escenario histórico de la Universidad y la convertían en arma de combate, sino (¡imanes de Garizurieta!) su sindicato. El STUNAM había paralizado a la Universidad sólo para claudicar ante la firmeza del rector Soberón, que se negó a hipotecar la libertad de pensar a las necesidades tácticas del Partido Comunista.

Paz procuró de nuevo explicarse la peculiaridad (“casi única en el mundo”) de las razones por las que el fracaso del activismo del Partido en los territorios que le deparaban la historia y la teoría -el campo, las fábricas- se trasladaba con tal facilidad y empeño al de las universidades. Explicó con lucidez que se debía en parte a que el vacío dejado por la “explosión libertaria”, apartidista, del 68, había sido acaparado por el PC, el único partido que poseía “cierta coherencia ideológica” (lo mismo que habían hecho los conservadores después de 1929).

Las observaciones de Paz aún tienen vigencia. Hacer de las universidades un laboratorio propicio a la experimentación revolucionaria o social, como lo hizo durante años el PC, supuso una comodidad tan garantizada que rozaba la cobardía; una certeza contradictoria con los riesgos y la inteligencia de sus maestros ideológicos y tácticos. La historia del involucramiento del PC en las universidades no se ha escrito, y debería hacerse sobre todo en vísperas del trigésimo aniversario de la matanza de Tlatelolco.

Pero éstos son también los tiempos en los que la democracia ya debería haber convocado el actuar de los universitarios a la palestra más responsable, y arriesgada, de la plaza pública que Paz imaginó hace treinta años, como única solución a la quimera del involucramiento de la izquierda en las universidades.

En las universidades públicas aún hay fuerzas que aspiran a diferir la responsabilidad que supone actuar en esa plaza pública hasta el momento, el 2000, en el que esperan que la plaza esté bajo su control como una condición para ingresar a ella. Es como aceptar ingresar a un debate a condición de que sea en mi casa y el interlocutor esté mudo. El empeño en seguir capitalizando los beneficios de controlar el potencial explosivo de la Universidad con esa meta es otro acto de cobardía, una vez más disfrazada de táctica política, que propicia el riesgo de que a la Universidad no la conduzcan quienes quieren que piense, sino que la secuestren quienes desean que actúe.

Paz apostó siempre, en el tema de la Universidad como en cualquier otro, a la crítica y a la disensión. El silencio expectante que comentaristas y editorialistas guardan ante los problemas académicos, estudiantiles y sindicales de las Universidades mexicanas se convierte en cómplice de su inoperatividad y alienta los oportunismos. Dijo Paz a los intelectuales que condonaron la conducta del STUNAM en 1977:

«decir cuatro verdades al adversario es relativamente fácil; lo difícil es decírselas al amigo y al aliado. Pero si el escritor se calla, se traiciona a sí mismo y traiciona a su amigo... ¿Los escritores han dejado de ser las tapaderas de los antiguos caudillos para serlo de los secretarios generales?»

La discusión sobre el tipo de universidades que necesitamos se ha convertido en una indolencia satisfecha para todas las partes involucradas. Es un caso más frente al de decir: llevamos setenta años diciendo que las cosas ya no pueden seguir así. Hoy que la mesa está puesta otra vez para que el nuevo proyecto del rector entre en conflicto con las viejas pasiones de la izquierda, convendría repasar los artículos de Paz sobre la Universidad y su invitación a la independencia, al realismo y a la imaginación.

Vuelta, 259, junio de 1998.

6 comentarios:

Chalo dijo...

1.- Como adivino Paz era peor que como intelectual. El premio que otorgó la podrida monarquía española a las humanidades en nuestra Universidad silencia a quienes aseguraron, a finales de la década de los 70, que la entonces hegemónica izquierda haría caer los niveles académicos. No hay tal. Salud por la Benemérita de Puebla.

2.- Se puede estar de acuerdo en que el PCM jamás representó algo parecido a una vanguardia cuyos fines fueran la construcción de una nueva sociedad, se puede estar de acuerdo en que llegaron a parecer agentes de la CIA. ¿Y el otro lado qué?, ¿Soberón era única y exclusivamente un impoluto defensor del "libre pensamiento", igual que Sarukhán y Barnés?. Es que así las cosas parecen bien fáciles, y la estrategia sorjuanista de hacerse el libertador perseguido surte efecto. Otra vez la Guerra Fría: lo que se opone al PC es la libertad, porque en el mundo no existe más que la oposición binaria entre el comunismo y la libertad. Eso es absurdo porque es comparar peras con manzanas: lo opuesto a la libertad no es el comunismo sino el autoritarismo, y capitalismo, con los rectores de sus universidades, es un sistema autoritario. Voy a lo mismo, Paz está defendiendo una apoliticidad que no existe, Soberón, igual que el PC, tenía sus intereses.

3.- En la coyuntura de la Huelga del 99, por diciembre, Sarukhán señaló que la única cracia que debía gobernar en la Universidad era la meritocracia, que el argumento de la democratización se anulaba en un ámbito distinto al del estado nación, puesto que los fines de la Universidad eran particulares. Eso equivale al argumento de Paz. Pensar que los sujetos de mérito, y por ende de poder político en la UNiversidad, son solo eso, y dejan su ser político en sus casas cada vez que salen a ocupar sus puestos, es de una ingenuidad sospechosa. Cuando hablamos de democratización de la Universidad lo hacemos pensando en que los científicos que gobiernan deben de hallar contrapesos entre los estudiantes y los trabajadores gobernados, y que eso no excluye que el sistema siga dependiendo de la crítica, el juicio, el análisis, etc. Sabemos que la meritocracia, por no haberse nunca consolidado la forma de plantear esos contrapesos, hoy es una clientecracia, plutocracia, y todas las cracias que ustedes quieran, menos la democracia. Y eso no se debe a errores de dedo, sino a cómo la meritocracia, por eludir toda posible democracia, se ha convertido en clientelista como única posibilidad de funcionamiento en armonía con el estado y con los intereses internos.

Chalo dijo...

3.- Es notable la dislocación que Paz-Sheridan promueven entre el pensamiento y la acción. Según ellos, la Universidad es para pensar y no para hacer. Fuera de lo ya dicho, es decir que quienes nos han gobernado, sobre todo los rectores, no han cesado de hacer mucho pensando poco, creo que el argumento puede ser más peligroso.¿Desde qué perspectiva es posible tal desvinculación y tal separación absurda? No cabe duda que desde el más reaccionario utilitarismo. Bentham pensaba que la política debía reducirse al ámbito del estado para que la sociedad civil pudiera dedicarse a los negocios y a los placeres. No es difícil darse cuenta de que detrás de esto se halla un deseo inegable de realizar una determinada voluntad política, la de una clase a la que la politización de la sociedad no le conviene. Politización es pugna, lucha por derechos y por espacios. Cuando los intelectuales de la derecha nos dicen que dejemos de hacer y nos limitemos a pensar, nos están diciendo que dejemos nuestros derechos y nuestros espacios en manos de una élite científica políticamente pura. Nosotros sabemos si hacer caso o sospechar.

4.- ¿Desde qué perspectiva es posible entrever esa trampa y advertir que pensamiento y acción son complementarios, advertir el concepto de praxis? no cabe duda que desde el materialismo histórico. Por eso me parece un tanto más sospechoso el artículo. ¿Qué hacer para sacar la "acción" de la universidad y dejar el "pensamiento", sino sacar las semillas que los unen, desde su raíz? pues expulsar al materialismo histórico de la Universidad. Por lo demás no nos extrañe que en nuestra facultad, sólo en el CELA y en filosofía Marx sigue teniendo un peso importante, en historia muchos profesores hablan mal de él sin haberlo leído. He aquí cómo la libertad de pensamiento tiene para sus defensores ciertos límites y en consecuencia, ciertos excluidos.
Salud.

Chale dijo...

Y una vez más, Chalo se desvía para marearnos.
En el punto uno pretende que un premio exhibe algo, cuando a su vez descalifica el premio. Algo así como yo no creo en lo que Chalo dice, pero creo que tiene razón.
En el punto dos nos dice: "lo opuesto a la libertad no es el comunismo sino el autoritarismo, y capitalismo, con los rectores de sus universidades, es un sistema autoritario". ¿Cuándo quedó demostrado el autoritarismo capitalista? Mutis chálico, y sigue argumentando como en la Guerra Fría.
En el punto tres nos dice "Cuando hablamos de democratización de la Universidad lo hacemos pensando en que los científicos que gobiernan deben de hallar contrapesos entre los estudiantes y los trabajadores gobernados". ¿Cómo llegar a ese contrapeso? ¿Cuál es el sentido de ese contrapeso? Otra vez, Chalo calla. Lo que dice no va en serio.
En el segundo punto tres se alarma por la "dislocación" de la derecha, pero no le pasa por la cabeza que el pensar sea un modo de hacer, porque Chalo entiende el hacer únicamente de modo operativo, por eso no puede situar la política más allá de la lucha; como a quien le gusta que le den ideas (le calienten la cabeza) para animarse a actuar.
En el punto cuatro se exhibe el Chalo más culto, pues ese gran lector de todas las cosas ignora el concepto básico y fundamental de praxis, el aristotélico, ese que Marx ocultó, ese que muestra los errores del materialismo histórico. Y lo ignora, porque para Chalo, defensor de los excluidos, ese concepto está excluido.
Por último, Chalo, dejaste una respuesta pendiente en otro post.

Chalo dijo...

Lo que dices del punto uno me parece irrelevante.

Mejor dime tú cuándo el capitalismo ha demostrado ser un régimen que garantice la libertad. Yo te puedo decir que en su periodo de formación, el capitalismo comercial sometió a los indios americanos a la encomienda, a los negros africanos a la esclavitud y a los campesinos de la Europa del Este a la servidumbre (Wallerstien, El moderno sistema mundial, t.I); en su fase industrial condenó al proletariado a la venta de su fuerza de trabajo en los términos de una libertad individual, sancionada jurídicamente, que de facto no existe. Por lo demás, hoy el capitalismo sigue dependiendo de sistema de trabajo coercitivos, y los derechos obtenidos por las clases trabajadoras se van perdiendo uno tras otro. No sería difícil, si hiciéramos un recuento histórico, probar que los regímenes autoritarios han sido la regla y no la excepción desde el siglo XVII, y que los que se autodenominan democráticos de facto no lo son.

Creo que dejé claro que el sentido del contrapeso eran los derechos y los espacios, hay que leer bien.

¿El pensar es un modo de hacer? sería bueno que explicaras como. Pero de todas formas no es relevante, porque lo que está en juego, una vez más, son nuestros derechos. Tú estás infectado de lo mismo: tu politicidad radica en la defensa del proyecto neoliberal utilitarista, en el que mientras menos se luche por transformar el estatu quo mejor.

¿Con base en qué argumentos el concepto aristotélico de praxis es "fundamental", mientras que el de Marx es marginal? En todo caso me basta una corrección para evidenciar que lo marginal y distractor, lo tangencial, lo absolutamente irrelevante, es tu crítica:
Fe de erratas: donde dice "advertir el concepto de praxis" debe decir "advertir el concepto marxiano de praxis". Y ya esta, intenta por otro lado chavo.
Salud.

Chalo dijo...

A ver, lean algo que vale la pena:

http://www.jornada.unam.mx/2009/11/11/index.php?section=opinion&article=022a2pol


http://www.jornada.unam.mx/2009/11/18/index.php?section=politica&article=020a2pol

Chalo dijo...

El Anarquismo en la Revolución Mexicana y su vigencia



Conferencias:



JUEVES 19 DE NOVIEMBRE 13:00 HRS



Sala Fernando Benítez. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Alberto Betancourt: “Los revoltosos: una historia de la izquierda liberal mexicana en Estados Unidos”

Magdalena Pérez Alfaro: “Influencia del pensamiento magonista en los obreros de Rio Blanco”



VIERNES 20 DE NOVIEMBRE 13:00 HRS



Auditorio Che Guevara. Facultad de Filosofía y Letras

Alfredo Velarde:“El anarquismo en la Revolución mexicana. Lecciones para el presente”

Rubén Trejo: “Partido Liberal Mexicano: Alternativa anarquista en la Revolución mexicana”

Rosalía Velázquez: “El magonismo: del trance liberal a la meta de la Anarquía”