jueves, 29 de octubre de 2009

Los Misterios del Pedregal II

Nuevamente recibimos al muy ilustre invitado que abrió esta sección del blog hace meses. Les presentamos el segundo episodio de Los Misterios del Pedregal, cortesía de Octavio Paz.


Los misterios del pedregal II


(Véase el Primer Episodio en el número 15 de Plural y, como antecedente, en el número 12, Canción de la torre más alta.)

En el Primer Episodio dejamos a la Universidad maniatada por el paro de sus empleados y sin Rector. El “pintor revolucionario” había acampado en la gran explanada y desde allí, armado y al frente de su mesnada, urdía sus golpes de mano. Como la praxis y la teoría van juntas, mientras guerreaba cubría los muros de las facultades con ejemplos de su arte ideológico. Algunos miembros de la Junta de Gobierno acudieron al Procurador para pedir la aprehensión del jeque. Aunque la Procuraduría no procedió porque la Junta no formalizó la petición, los comités de lucha estudiantiles y algunos altos funcionarios y profesores universitarios armaron el alboroto y la algarabía:* ¡la policía se apresta a violar la autonomía de la Universidad! Entonces dos jóvenes tribunos persuadieron al “pintor” de que mejor mudase de aires y se marchase al extranjero para dar a conocer allá el muralismo mexicano y sus maravillas. Asintió el trabucaire y los dos predicantes se fueron a ver al Embajador del Perú para pedirle que le diese techo como refugiado político. El embajador accedió, luego de haber consultado con su Gobierno y con el de México. Escoltado por los tribunos, el revolvedor se cambió a la Embajada y de ahí, por avión, a Lima. Al día siguiente los dos corifeos convocaron a una junta de estudiantes y declararon que, “aunque no debían a nadie explicación de sus actos, salvo a la base (sic) estudiantil”, habían obrado así por “deber revolucionario”: con el pretexto de aprehender al “pintor” –con cuya “línea” no se solidarizaban- se tramaba otro ataque contra la autonomía universitaria. ¡Una nueva intriga reaccionaria había sido deshecha! A despecho de su utilización del vocabulario revolucionario (o quizá por eso mismo: asistimos ala desvalorización de ese lenguaje), los dos tribunos se convirtieron, ingenuos y/o tontos, en cómplices del espadachín. Si la acción de los dos líderes revela tanto su arrogancia como su nulidad política –a los provocadores no se les cubre promoviéndolos a la dignidad de perseguidos políticos sino que se les desenmascara- ¿qué decir del Gobierno? Se desdijo y su incongruencia fue algo más que una falta contra la lógica: el Gobierno le faltó el respeto a la opinión nacional y se lo faltó a sí mismo. ¿Y qué ha pasado con el otro espantanublados, compañero del “pintor” en el asalto y ocupación de la Torre de Rectoría? Panamá, que lo había asilado, lo devolvió por escandaloso y fue a parar a chirona. Allá sigue pero no se ha vuelto a saber de su suerte. Si hay proceso, las diligencias deben ser ultra-secretas pues nada ha transpirado a la calle. ¿Se quiere tapa el son con un dedo? Es público que el chiquilicuatro es mandadero de un Senador: ¿se temen sus indiscreciones?

* Alboroto, del latín volutare: agitar; algarabía, del árabe arabiya: griterío confuso.


Plural, número 16, enero de 1973, p.37.



Continuará...


Vea aquí la relación de estos hechos, cortesía del STUNAM.





Miguel Castro Bustos, ex líder estudiantil en la UNAM. Participó en la toma de la rectoría de la UNAM en 1972 (foto del 6 de noviembre de 1986).

martes, 27 de octubre de 2009

El año que se confinó a la Universidad

Varios de nuestros combativos lectores han manifestado su preocupación porque temen que los incautos caigan en nuestras redes de engaños y mentiras. Quizás por eso desaparecen los carteles que pegamos o los volantes que intentamos distribuir... bueno, es sólo una conjetura. Ya lo había manifestado antes: los que llegan aquí en busca de información no tienen por qué creer cada palabra que digamos. Por ello les proporcionamos enlaces a los sitios web que defienden posturas contrarias a las nuestras. Así pues, sean críticos lectores e investiguen por su propia cuenta, juzguen de qué lado está la razón, si es que está en algún lado.

A propósito de mentiras, el otro día escuché a un compañero de la facultad decir por un micrófono que en 1999 ya se había decretado la privatización de la Universidad y que el CGH consiguió echar para atrás ese "decreto". Nada más falso. Sí, se aprobó una modificación en las cuotas reglamentarias. Los activistas de entonces decían que era el primer paso hacia la privatización. Pero ni los más radicales de ellos habían aceptado la existencia de un "decreto" inexistente. En nuesta intención de recordar lo que ocurrió en aquel entonces o de hacerle saber a los que no lo vivieron qué se decía entonces; les presentamos hoy este texto, originalmente publicado en
Reforma; su autor es Jesús Silva-Herzog Márquez.


La Universidad en el exilio

Reforma
3 de mayo de 1999

Debe ser muy difícil pintar como atropello que los que pueden pagar, paguen y los que no, no; lo que procede para fundamentar la empresa es instalar el debate en el universo de la conspiración.

Es imposible mantenerse indiferente frente a la imagen: las puertas de la universidad convertidas en barricadas. El territorio de la razón cerrado por troncos y fierros, lo inapropiable capturado por unos cuantos. La comunidad universitaria es despojada, así, de su espacio de trabajo, expulsada de su casa, lanzada al exilio. La universidad es, ante todo, una comunidad, una gran asociación colectiva con un propósito de cultura. Esa comunidad ha sido desterrada. Los estudiantes no pueden encontrarse en su salón con sus maestros; los investigadores no pueden llegar al laboratorio; las bibliotecas están tapiadas. Le escuela ha sido cerrada en nombre de la educación popular.

La democracia es el trapo con el que quiere envolverse el atropoello. Democrático es lo que se viste de popular, sea cual sea su expresión y sus prácticas, sean cuales sean sus efectos. Demócrata es el que invoca al pueblo, el que habla en su nombre. El discurso es realmente cómodo: antidemocrático será lo que me disgusta; democrático lo que me complace. La sesión que aprobó el aumento de las cuotas es, desde luego, ilegítima por no haberse celebrado en el lugar de siempre. Que por la violencia se haya impedido la reunión de los miembros del Consejo Universitario resulta irrelevante en el desenvolvimiento de la lucha social. Impecablemente legítimo será, en contraposición, el procedimiento para decidir la huelga en la Universidad. Una asamblea sin reglas, el más grotesco instrumento de manipulación colectiva, se disfraza como foro ejemplar de deliberación y decisión comunitaria.

Será un arcaismo fenomenal reivindicar a estas alturas el asambleísmo como método razonable de actuación colectiva, pero no es, de modo alguno, extraño en estos tiempos de confusión democrática e inflamación demagógica. La asamblea no solamente es uno de los espacios más antiliberales sino también uno de los foros más antidemocráticos que pueden imaginarse. Una asamblea carente de procedimientos estrictos y normas claras para debatir y tomar decisiones es el espacio de la aclamación que aniquila cualquier voz discordante y que asegura todo el poder a los activistas. De ellos, no de los estudiantes, es la huelga. El método de actuación es una joya de estas prácticas: se instaura una asamblea permanente que discutirá durante horas y horas hasta que la decisión sea la prefigurada. Si a medio día se dice no a la huelga, seguramente a las cuatro de la mañana se dirá que sí. El cansancio de los otros es el mejor aliado del activista.

Las razones de los huelguistas son bien flacas. Debe ser, en efecto, muy difícil pintar como atropello el que los que puedan pagar, paguen y los que no, no. Lo que procede para fundamentar la empresa es instalar el debate en el universo de la conspiración. Ahí todo cobra sentido y color. Es muy simple: hay que escoger entre neoliberalismo y nación. Detrás del cambio al reglamento universitario hay una estrategia oculta de privatizar la educación y, de plano, vender el país. “No, no son las cuotas", reconoce Adolfo Gilly, el cercano asesor del jefe de gobierno del Distrito Federal. "Quieren cambiarle a México la UNAM. Quieren convertir a México en un espacio de la nueva dominación de las finanzas y organizarnos la vida según sus sinrazones”. Pensar en la exención del pago de quienes no tienen los recursos para hacerlo es, según el biógrafo de la familia Cárdenas, una medida hitleriana que pretende humillar públicamente a los excluidos, tatuarlos como judios bajo el nazismo. La lucha de los estudiantes es una defensa de la razón y de la libertad. Nada menos. Las cuotas anuncian la ofensiva del capital financiero internacional en contra de la inteligencia. Eso dice don Adolfo Gilly.

Es divertido explorar estos universos conspiratorios pero quizá es más útil preguntarse por las razones de éxito de este discurso. No cabe duda que miles de personas sintonizan con estas fantasías de la mano negra que juega con la historia, con la narración segura que anuda todos los hechos de nuestra historia reciente en la complicidad satánica del neoliberalismo. No es una casualidad que estas disertaciones florezcan en este tiempo alborotado. Las condiciones de eficacia de este discurso están sembradas en años de contrariedades y estafas, en la hondura de nuestras desconfianzas, en la ausencia de medios profesionales que sirvan como mecanismos ordenadores. Con una memoria rica en desengaños, con una prensa facciosa, el país se agita entre desmesuras.

En este caldo de desconfianzas se alimenta la petición central de los huelguistas: diálogo público. Ha de ser público porque lo discreto es, por definición, indecente. Aceptar el diálogo privado sería equivalente a venderse. El único modo de tratar a las autoridades es mediante un encuentro público, visible a través de los ojos de los medios de comunicación. El dialogar público, sin embargo, transporta el proceso de negociación al terreno de lo circense.

No hace mucho que la Universidad presenció precisamente ese espectáculo. Todo proceso negociador reclama espacios de discreción. La cámara impone sus reglas a cualquier conversación: el objetivo deja de ser el encontrar un espacio de entendimiento, asumiendo la necesidad de ceder y se vuelve el ánimo de halagar y persuadir al respetable público. Lo saben bien quienes han estado involucrados en las negociaciones más espinosas, quienes han buscado compromisos de paz: los resultados de las pláticas deben hacerse públicos, no sus ceremonias. No hay, pues, en la discreción nada de indigno.

De esta manera, puede verse a la comunidad universitaria atrapada entre las autoridades que muestran una enorme incapacidad persuasiva y una notable torpeza política y los activistas que imponen su voluntad por la fuerza. El gran derrotado es, nuevamente, el estudiante, el maestro, el investigador que no apoya a uno o a otro y que es damnificado por el pleito de estos bandos que no tienen disposición de entenderse. Están en el exilio y no tienen voz. Los que tratan de reanudar su vida académica fuera de su casa de trabajo son tachados de cómplices de las autoridades. Si se establece un diálogo, saben que será con los otros, con los activistas que cerraron la Universidad y que tienen toda la atención de los medios y el respaldo del poder: ¿Alguien los escucha?

-Jesús Silva-Herzog Márquez-


Por cierto, Adolfo Gilly también pidió en su momento la liberación del Auditorio Justo Sierra. Cuando menos dos veces (vea aquí sobre la primera y aquí sobre la segunda), y en una de ellas el llamado lo hizo esperando que el Sub Marcos intercediera y le pidiera a los ocupantes que ya nos devolvieran el auditorio.

domingo, 25 de octubre de 2009

Sobre el gobierno estudiantil

Este texto apareció el 18 de mayo de 1999 en el periódico El Universal, también está firmado por el profesor Guevara Niebla.


La república de estudiantes

El Universal
18 de mayo de 1999

He aquí el relativismo moral que impregna el ámbito universitario: una vez que estalló la huelga y se hizo perceptible la gravedad del problema, muchos maestros que no habían visto mal el aumento de las cuotas o que al menos habían mantenido un discreto silencio al respecto, comenzaron a murmurar diciendo: “La culpa es del rector, no supo escoger adecuadamente los tiempos”. O bien: “El rector no ha sabido construir el consenso necesario antes de aprobar el aumento a las cuotas”. O bien: “El rector ya no controla la situación”.

El juicio de estos docentes no ponía en la balanza el comportamiento de los huelguistas, de un lado, y las normas universitarias (y jurídicas) del otro. No, en su reflexión, las normas no contaban y hacían juicios sin aludir a ellas: de esta forma se ponía y se pone en el mismo plano la conducta del rector con la conducta de los huelguistas, como si ambos hubieran incurrido en infracciones similares (si lo hallo, un enlace a uno de los resolutivos de las asambleas que exigen auditoria a las autoridades). La verdad es que el rector no violó las normas universitarias, sin embargo se le reprocha el haber tomado la iniciativa del aumento sin construir previamente “el consenso necesario”.

Yo me pregunto: ¿es que todas las medidas adoptadas por el Consejo Universitario o por el rector deben tener “consenso”? ¿Y qué es el “consenso” en la Universidad? ¿Consenso de quién o de quiénes? Esta idea inevitablemente hace evocar la vieja idea reformista de gobierno universitario que postulaba que la Universidad era una pequeña república dentro de la gran República. Una república de estudiantes. Esta república estudiantil era, desde luego, democrática, de modo que se consideraba a cada alumno como un ciudadano, y a semejanza de la gran República, cada ciudadano-estudiante representaba un voto. Como en toda república democrática, los ciudadanos elegían periódicamente, por voto universal y secreto, a sus autoridades: al rector (que simbolizaba al Poder Ejecutivo) y a los consejeros (diputados) que pasaban a integrar el Consejo Universitario (Parlamento).

Es difícil no evocar este esquema cuando escucha uno decir: “El Consejo Universitario no representa a la comunidad”; “los estudiantes están mal representados en el Consejo”; “el rector, a través del Consejo Universitario, se ha burlado de la voluntad estudiantil”. ¿Cuál es, o cuál debe ser, me pregunto, el concepto de “representación” que debe regir en la Universidad (si es que debe existir alguno)? ¿Es que la Universidad Nacional es, realmente, una República dentro de la República? ¿Existe una soberanía universitaria paralela y, por lo tanto, opuesta a la soberanía nacional? ¿Puede existir una soberanía universitaria?

Estas preguntas no son nuevas: son las mismas que en su época se plantearon Justo Sierra, José Vasconcelos, Manuel Gómez Morín y Alfonso Caso, para mencionar sólo algunos de los grandes hombres que crearon o defendieron la existencia de la Universidad Nacional, y la conclusión a la que llegaron fue unánime en este sentido: no, no existe ni puede existir una soberanía universitaria; no, la Universidad no se puede gobernar de la misma manera que se gobierna la República, entre otras cosas, porque la esencia de una y otra entidad son distintas. El objeto de la Universidad es servir a la sociedad a través del desarrollo del conocimiento, su creación, transmisión y difusión (o, si se quiere, del desarrollo de la cultura superior) que exige condiciones determinadas, en primer lugar la libertad de pensamiento, la libertad espiritual, que supone ausencia de coerciones, supone tranquilidad y paz. En segundo, respeto por el conocimiento y por las jerarquías del conocimiento.

Con el fin de lograr esa libertad se concibió la autonomía universitaria. ¿Qué es la autonomía sino una apuesta de la sociedad moderna a la seriedad y autorresponsabilidad de los universitarios? Con ella se busca, precisamente, deslindar y separar el ámbito de la cultura del ámbito de la política. La historia ha demostrado (Alemania, URSS) fehacientemente que no se puede introducir la política dentro de la Universidad sin desembocar en resultados catastróficos. No olvidemos nunca que la historia de la UNAM es una larga serie de jornadas dolorosas y, a veces, sangrientas, por defender el mundo de la academia frente a las acechanzas del poder político.

Esto no significa que la Universidad deba de dar la espalda a la nación. De ninguna manera. Por su función, ella está destinada a promover el desarrollo nacional mediante la creación de conocimientos, la producción de cuadros técnicos, la formación de líderes sociales, la difusión de la ciencia y la cultura, pero jamás logrará su cometido si su vida interna está sujeta a acciones violentas y la intervención de grupos que no respetan los principios y valores de la academia y sólo atienden a la lógica de sus intereses políticos.

Gilberto Guevara Niebla



El día 5 de Octubre tuvo lugar en el auditorio Justo Sierra el primer foro de discusión en torno a la nueva administración del auditorio. La segunda reunión fue “resolutiva”. Aunque la okupación ha mantenido en reiteradas ocasiones que la cuestión de su estancia en la FFyL es más compleja de lo que quieren hacer ver “las autoridades”, la discusión se agotó pronto y los consensos llegaron rápido. Uno de esos consensos fue el de exigir una auditoría a las autoridades de la facultad para saber qué ha pasado con los recursos que durante diez años debieron utilizarse en el mantenimiento de la residencia de la okupación. Otro fue el de “reconocer” el “trabajo” que durante estos años han realizado en el auditorio los colectivos que lo mantienen secuestrado, perdón, los colectivos que autogestan en él. Claro, hubo algunos sensatos que sí aprovecharon su minuto al micrófono en el histórico inmueble para darle un “jalón de orejas” a los okupas por organizar fiestas, ingerir drogas en el auditorio y lucrar con él.

Auditoría para las autoridades y regaño a los secuestradores. Como si ambos hubieran incurrido en faltas semejantes… más bien, como si fuera una falta mayor guardar un poco la dignidad no legitimando a la okupación dándole mantenimiento a “su auditorio”… y como si fuera una falta menor lo que han hecho los okupantes durante estos últimos 9 años despojando a la Universidad Nacional de uno de sus principales auditorios.

Se supone pues, que “La Asamblea” ya ha comenzado a tomar acuerdos sobre cómo funcionará el auditorio ¿en qué quedó? Con todo y la aspiración de la asamblea de constituir una especie de "república de estudiantes", la okupación ha manifestado:
“aquí los mandones somos nosotros” (bueno, no de manera tan directa aunque sí igual de cínica).

Una nota curiosa: La asamblea
se autoproclamó máximo órgano rector del auditorio (vea el punto 4 relativo al auditorio). Comenzaban sus alegatos diciendo que la organización estudiantil sí representaba los intereses de la comunidad. Pero cuando se les cuestiona sobre esa supuesta representatividad, puesto que es evidente que la mayoría de la comunidad no participa en las asambleas, se defienden diciendo que no es necesario escuchar a aquellos a quienes no les interesan los problemas de la facultad (pues por ello no asisten a las asambleas). Si alguien dice algo opuesto a lo que ellos piensan en un foro distinto a la asamblea no se vale, pues el único foro pertinente para entablar la discusión es su asamblea.

Si las estructuras de gobierno de la universidad son tan deleznables a causa de su antirepresentatividad democrática, y si la propia asamblea ha reconocido ser la voz de “aquellos a quienes importan” los problemas de la facultad, excluyendo no sólo los intereses de los apáticos sino los puntos de vista de todos lo que huelen a “derecha”; en suma, si ambas representaciones son antidemocráticas ¿por qué preferir la segunda a la primera?

miércoles, 21 de octubre de 2009

¿Autogestión?


La voz de los lectores: aunque como saben los comentarios son libres en este sitio, en esta ocasión tenemos el gusto de presentarles de manera formal el punto de vista de la compañera Norma del colegio de Pedagogía.

¿Cuál es la razón? Muy sencilla, nos solicitó el espacio, pues le interesa sobremanera contribuir en la discusión en torno al auditorio de la Facultad de Filosofía y Letras.

¿Cualquiera puede participar? La idea es que sea un espacio abierto. También la idea es que no deje de ser un espacio serio y riguroso, aunque algunos no lo consideren tal. Las circunstancias que nos planteó nuestra nueva colaboradora nos convencieron de que era buena idea incluir su texto aquí. Pero dejemos que ella nos lo diga:
¿Autogestión?

Quiero agradecer al blog por tomar en cuenta mi opinión acerca de lo acontecido últimamente en el auditorio, el lector le puede llamar como más le parezca: “Justo Sierra” o “Che Guevara”. En las asambleas realizadas en mi colegio, el de Pedagogía, sólo se discutía sobre lo mismo y las máximas siempre eran: “No al desalojo”, “No a la intervención de las autoridades” y “El auditorio no es una vivienda y debe mantenerse libre de drogas” (pero me pregunto cómo compaginar el primer y el último punto). Yo no concuerdo con sus dos primeros puntos, los cuales ya no se prestaban a discusión. Cuando mencioné que el auditorio debería ser regresado a las autoridades, inmediatamente descalificaron mi opinión, me censuraron y no querían sustentar con argumentos sólidos la no intervención de las autoridades. Desilusionada de no ser tomada en cuenta dejé de ir a las asambleas, pero posteriormente comencé a escuchar que el no desalojo era defendido a partir de una premisa: “el auditorio es un espacio de trabajo autogestivo”, intrigada por ello me di a la tarea de investigar lo que es la autogestión.

Etimológicamente autogestión se deriva del griego autos propio, uno mismo y geneos formación de una cosa. Es decir, la autogestión es la acción de producir con recursos propios, sin intervención de agentes externos.

Según los diccionarios de María Moliner, la autogestión es la gestión con base a recursos propios de cualquier asociación sin injerencia externa. Pretende alcanzar la participación activa de sus integrantes y la independencia organizativa o económica.

Para Bakunin esta palabra, como casi todas las palabras del vocabulario económico-político-social, puede significar más de una cosa, pero su significado más reducido, autogestión es sinónimo de cogestión, que es la gestión cooperativa de una asociación, en la que participan todos sus integrantes de forma libre e igualitaria y con independencia de factores externos a la misma. La autogestión tiene dos objetivos principales; el primero, promover la participación en una actividad de los implicados de la misma, sin delegar en otras personas y sin relaciones de autoridad entre los participantes. El segundo, también alejarse de las ayudas que pudieran dar o recibir de sectores enemigos a la asociación autogestionada, siendo así independientes de cualquier factor político o económico externo.


Con estas definiciones me vienen a la mente dos cuestionamientos, 1. ¿Hasta qué punto se puede ser autogestivo? Y 2. ¿La autogestión se lleva a la praxis en el auditorio Justo Sierra o Che Guevara? Haciendo un intento por responderme considero que no se puede ser 100% autogestivo (a menos que se sea un robinson[1]) ya que esto implicaría por ejemplo producir nuestra propia ropa y alimentos. Respondiendo al segundo cuestionamiento considero que la autogestión no es practicada en el auditorio. Me atrevo a decir que el auditorio no es autogestivo por los siguientes puntos:

  • La autogestión llevada a la práctica implica el hecho de no recibir recursos económicos, bienes inmuebles y servicios de ninguna autoridad institucional. Podemos comprobar que no son autogestivos por el simple hecho de reclamar el servicio de luz que ni siquiera pagan, si son autogestivos esto me parece poco ético.
  • La autogestión se debe dar en la calle, no en un recinto académico, ya que en la calle es en donde realmente se debe y se requiere ejercer presión.
  • La autogestión se puede dar sin necesidad de un espacio fisco.

Compañeros estudiantes con estas escuetas premisas yo les pregunto ¿no creen que los ocupantes se escudan en la autonomía de la UNAM? es decir que ellos confían en que las autoridades no se deciden a actuar (desalojarlos) porque el tema es delicado y probablemente implicaría el uso de la fuerza pública.
Compañeros ocupantes y simpatizantes de los mismos, para ustedes ¿Qué es la autogestión?

Norma

[1] Persona que puede llegar a ser autosuficiente en soledad

martes, 20 de octubre de 2009

Más noticias viejas: espacios ocupados en la UNAM

La siguiente nota apareció en Excelsior el día 6 de marzo de 2008. Sus autores son Leticia Robles De La Rosa y Héctor Figueroa. Los espacios ocupados por diversos colectivos no son problema exclusivo de la Facultad de Filosofía y Letras. Hay que preguntarnos cuántos de estos espacios realmente contribuyen a enriquecer la vida universitaria y no son solamente una absurda expropiación que únicamente satisface a los expropiadores en detrimento del resto de la comunidad. Expropiaciones que simplemente son expresión del egocentrismo y narcisismo de los únicos autorizados a cuestionar la institución universitaria. O quizás simplemente son muestra de una tremenda ingenuidad azuzada por una gran irracionalidad.



Arrebatan 70 espacios a la UNAM


Leticia Robles De La Rosa y Héctor Figueroa


Los universitarios que simpatizan con las FARC no son los únicos que cuentan con áreas “autónomas” dentro del campus. Expresiones trotskistas, anarquistas, marxistas y guevaristas tienen sus propios cubículos en facultades, preparatorias y planteles de CCH.


Conquistas del movimiento encabezado por el Consejo General de Huelga (CGH) de 1999-2000, en la UNAM existen al menos 70 salones o cubículos estudiantiles autónomos donde los jóvenes trotskistas, anarquistas, marxistas, leninistas, espartaquistas o guevaristas lo mismo exhiben películas que organizan círculos de estudios o incluso venden comida corrida.

Oficialmente conocido con el nombre de Justo Sierra, pero rebautizado por el movimiento estudiantil como Che Guevara, el auditorio principal de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM es el principal símbolo de los espacios conquistados por los otrora huelguistas y que les fueron respetados por el ex rector Juan Ramón de la Fuente.

Ahí, en ese histórico auditorio, los jóvenes activistas universitarios instalaron, entre otras cosas, el Comedor Popular Vegetariano Che Guevara, donde la comida corrida cuesta 20 pesos.

Pero la venta de quesadillas, tortas, dulces, copias fotostáticas, impresiones y servicio en computadoras es común en prácticamente todas las unidades académicas de la UNAM, tanto a nivel licenciatura como en los 14 planteles del bachillerato.

Los espacios, argumentan los jóvenes, fueron conquistados por ellos por su lucha en las calles y con la presión del cierre de las instalaciones universitarias; en esos cubículos, como pudo constatar Excélsior, se realizan manifiestos, se editan revistas, se hacen enlaces internacionales con organizaciones simpatizantes, se denuncian arbitrariedades de las autoridades y se desarrollan actividades culturales.

La pelea por los cubículos es constante en la UNAM; en noviembre pasado, el director de la Facultad de Derecho, Fernando Serrano Migallón, ordenó la recuperación del salón D-201, ocupado por los estudiantes radicales, e incluso colocó rejas de metal para evitar que los jóvenes lo retomaran.

Así, desde ese momento, el movimiento estudiantil autónomo y crítico de la Facultad de Derecho sólo tiene el salón D-301 para realizar sus actividades de concientización a sus compañeros sobre la importancia de la lucha política.

Hace cuatro años, el director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Fernando Pérez Correa, intentó la recuperación de los salones ocupados por el movimiento estudiantil en ese plantel, lo cual ocasionó la movilización de los jóvenes.

Los espacios estudiantiles en el territorio unamita se dividen en dos: los autónomos, que en su mayoría son dominio de la llamada ala ultra del movimiento estudiantil; y los institucionales o formales que adjudican las direcciones de los planteles para las actividades de esparcimiento y círculos de estudio.

Este diario realizó un recorrido por todas las facultades y escuelas de la UNAM, así como en los 14 planteles del bachillerato para confirmar que existen al menos 70 salones o cubículos que son de uso exclusivo de los jóvenes activistas universitarios de distintas tendencias ideológicas, mayoritariamente de izquierda radical.

En Filosofía hay 14 espacios estudiantiles; el “Cachumbambé” data de al menos 15 años y fue originalmente uno de los principales puntos de encuentro de los integrantes del Consejo Estudiantil Universitario (CEU), considerado el ala moderada del movimiento estudiantil.

El Auditorio Che Guevara es el principal de estos espacios. Fue tomado durante la huelga estudiantil de 1999 y en él convergen activistas extrauniversitarios; pese a la petición de los académicos de la Facultad de Filosofía, el entonces rector Juan Ramón de la Fuente nunca intentó recuperarlo.

En la Facultad de Ciencias Políticas hay diez cubículos y/o salones pertenecientes a los estudiantes; se trata de una de las entidades universitarias con los jóvenes más ultras del movimiento estudiantil.

En el Edificio B está el salón de Conciencia y Libertad; el B-001 pertenece al Frente de Lucha Estudiantil Julio Antonio Mella (Flejam); el B-101 a El Brigadista; el B-105 al Colectivo Lucio Cabañas; el B-110 al Colectivo Ernesto Guevara. En el edificio A están dos salones, el 103 y 104, que no tienen identificación de grupo; el A-109 es de el Grupo Rebeldía; el A-211 de Radio Polacas y el A-311 de Alternativa Universitaria.

En los planteles del Colegio de Ciencias y Humanidades destaca que sólo en Naucalpan los jóvenes no tienen espacios. En Azcapotzalco hay tres, uno del Comité estudiantil Metropolitano; otro del Grupo E y el tercero del Manifiesto.

El plantel Vallejo tiene un espacio para la radio estudiantil, otro para el movimiento denominado Regeneración; otro para Coba y uno más para el CEU Histórico; en Oriente están el Cecat; otro para Café Oriente y uno del CGH; en el plantel Sur está el del Cubo del G y el de los Internacionalistas.

En los nueves planteles de la Escuela Nacional Preparatoria existen cubículos o salones para el uso del CEM, el CEU o alguna de las expresiones radicales, pero en todos hay un cubículo especial para quienes se identifican como CGH, como ocurre con el resto de las entidades a nivel licenciatura.

sábado, 17 de octubre de 2009

UNAM: ¿Nuevo triunfo de la barbarie?

El siguiente texto data del 20 de abril de 1999. Apareció en El Universal y su autor es el profesor Gilberto Guevara Niebla.

UNAM: ¿Nuevo triunfo de la barbarie?

Es sumamente preocupante el cariz irracional que ha tomado el conflicto de la UNAM. La conducta doble de los opositores a las cuotas es, por lo menos, desconcertante: por un lado, se apoyan en la legalidad y tramitan amparos contra las cuotas; por otro, proceden a utilizar mecanismos de presión que rompen con las reglas internas de la UNAM y con la legalidad nacional. Si los activistas se proclaman democráticos, ¿por qué entonces no se hace caso omiso de las normas?

La democracia supone respeto irrestricto por las normas. En ocasiones anteriores, líderes del CEU acudieron al Poder Judicial para dirimir desacuerdos con las autoridades, y al menos en un caso notable ganaron sus alegatos. ¿Por qué no esperar ahora el desenlace judicial? ¿Por qué en vez de eso se acude a un procedimiento de presión extremo que violenta todas las reglas?

El eje de la convivencia son las normas, pero también el respeto por la verdad. En 1999 se repiten los mismos desaguisados de 1986: hay en el medio estudiantil una gran agitación, pero usted mismo puede comprobarlo al mismo tiempo entre ellos subsiste una asombrosa falta de información sobre el problema que los preocupa: las cuotas.

Los mitos, las verdades a medias, las mentiras y las invenciones más monstruosas circulan como moneda corriente entre los alumnos: “Los neoliberales pretenden privatizar la UNAM”, “Es un plan de la burguesía para impedir el acceso a la Universidad de los estudiantes pobres”, “Si nos dejamos ahora, nos elevarán el costo de los títulos”, etcétera.

La confusión predomina: ahora resulta que lo que los estudiantes quieren no es sólo que se suprima el aumento a las cuotas, sino que además: 1) se resuelva el problema del financiamiento gubernamental a la Universidad; 2) que se cambie la Ley Orgánica y se democratice el gobierno universitario; 3) que desaparezca el Centro Nacional de Evaluación, y 4) que desaparezcan definitivamente los exámenes de ingreso a la preparatoria y a licenciatura.

En otras palabras, la problemática que se enarbola como bandera se ha multiplicado en forma sorprendente. ¿Están conscientes los alumnos de este cambio de demandas? ¿Se ha llegado a estas reivindicaciones a través de una discusión democrática? No lo creo. Mis alumnos de Pedagogía me informan que en este movimiento se repiten los vicios en que han incurrido muchos otros: el imperio de los activistas sobre la asamblea, los métodos que inhiben la libre opinión, los insultos y descalificaciones sobre los opositores a la huelga, el miedo que priva entre éstos, etcétera.

El debate serio, sistemático, organizado, de los argumentos de una y otra parte no se ha producido en estos meses. Los líderes no quieren debate: asumen que todo está claro y nada hay por discutir. Es una cuestión “de principio”, es decir, de fe, de credulidad, de alineamiento con “los buenos”. Por otro lado, no hay tampoco una sólida organización democrática entre los estudiantes huelguistas, y las ideas que circulan son diversas, imprecisas, poco claras e incoherentes. Un sentimiento difuso e inconfesado de que las cosas no están bien permea a las masas movilizadas.

En el corazón de este conflicto hay un litigio sobre la jurispridencia. Que el Poder Judicial resuelva. O, en su caso, ¿por qué no promover un cambio en las leyes? No olvidemos que en la actualidad la fuerza política más importante en el Legislativo local y el Legislativo nacional es el Partido de la Revolución Democrática, partido al que pertenecen un buen número, si no es que la mayoría, de los líderes estudiantiles que se oponen a las cuotas. Visto esto, uno queda perplejo ante la conducta que siguen los perredistas en la UNAM.

¡Todavía más sorprendente! Resulta que 117 diputados y senadores del PRD a los cuales suponemos personas prudentes, reflexivas, preocupadas por los intereses, no de un partido o de una facción, sino de la nación entera y a quienes imaginamos inquietos por los fenómenos negativos que sobre la educación de la juventud pueda tener el conflicto de la UNAM, sin mostrar recato o sensibilidad alguna se pronuncian en contra del aumento de las cuotas juzgándolo “anticonstitucional” lanzan un torpe ataque contra el rector de la UNAM acusándolo de “obedecer órdenes de Zedillo” y terminan aconsejándole que luche junto a los estudiantes para lograr “un aumento del subsidio federal”, que tome como ejemplo al rector Javier Barros Sierra.

Estos legisladores ignoran, o fingen ignorar, que la decisión de aumentar las cuotas no es del rector; sino del órgano de la UNAM legalmente facultado para hacerlo, el Consejo Universitario, pero su mayor error consiste en hacer caso omiso de la autonomía universitaria. Barros Sierra fue, precisamente, quien defendió, a riesgo de su vida, a la Universidad Nacional contra las acciones coercitivas que pretendían forzar a la institución a adoptar tal o cual decisión y fue quien, precisamente, ante una acción estulta y torpe de un grupo de legisladores obedecientes a los dictados de la política e ignorantes de los valores académicos, que decidió, dignamente, espetarles su renuncia en la cara.

-Gilberto Guevara Niebla-




Al día de hoy las asambleas han "decidido" el futuro del auditorio. No creo que podamos tildarlas de recurrir a los métodos prehistóricos que menciona aquí el profesor Guevara Niebla. ¿O sí?

Hablando de asambleas en las que quizás sí se discutieron las cosas con interlocutores reales, veamos el ejemplo de la del Colegio de filosofía. En su blog se dan por sentados los siguientes acuerdos, o digámoslo así: "dogmas de fe":

1.- La Asamblea General es el órgano de decisiones sobre el Auditorio de la Facultad de Filosofía y letras.

2.- Las Autoridades está excluidas de las decisiones sobre el Auditorio de la Facultad de Filosofía y letras.

Por supuesto que para admitir tales no era necesaria la colaboración de la mayoría de los estudiantes del Colegio que prefirieron hacer cosas que juzgaron más importantes que asentir en la asamblea. Por otra parte, el lunes pasado en una junta convocada por los consejeros universitarios se dieron cita varios activistas para cuestionar que sea cierto que los consejeros representan a la comunidad. Pues las asambleas sí son representativas de la mayoría, me cae.

sábado, 10 de octubre de 2009

¿Dónde están?

Hace semanas nos pareció que era buena idea hablar un poco del paro de 1999-2000 (1, 2 y 3) dado que la ocupación del Auditorio Justo Sierra es una de las últimas conquistas de ese movimiento. En los últimos días he escuchado a muchos jóvenes que en aquel entonces tendrían a lo más 10 u 11 años llenarse la boca de loas y reconocimiento al noble esfuerzo y sacrificio del CGH. Había quedado pendiente, dados los acontecimientos recientes, por ello no está de más recuperar el tema.

El siguiente texto apareció en La Crónica de Hoy, el 28 de junio de 1999. Su autor es el Dr. Manuel Gil Antón.

¿Dónde están?

El peón de Marfil
La Crónica de hoy
28 de junio de 1999


La barricada con la que se impide el acceso al circuito universitario, saliendo del Metro Universidad, con el paso de los días ha dejado de parecer tal: ahora, al pasar, se advierte como un montón de basura más bien propia de una zona abandonada. Y más allá del atiborramiento de chatarra y piedras, se aprecia el vacío. Si no tuviésemos noticia del paro en la UNAM, la imagen sería la de un sitio baldío, arruinándose poco a poco, como esas casas viejas de la Narvarte a las que un intestado o la falta de fondos dejan merced del tiempo y el polvo.

Los activistas, la semana pasada, llamaron a la constitución de un Frente y se propusieron llenar el Estadio Olímpico. Más allá de la guerra de las cifras, sobresalió el vacío en las tribunas con todo y contingentes solidarios. Y en el mitin convocado para exigir el retorno de las instalaciones, en la Plaza de Santo Domingo, la esperada multitud de inconformes con el paro que la rebasaría, no se presentó. ¿Dónde están los doscientos mil estudiantes activos, las decenas de miles de profesores y trabajadores, los padres de familia, los egresados que también suman millares? Por lo visto en la semana pasada, no se sienten convocados hasta el punto de tomar el metro o un micro para llegar a las concentraciones. Y este vacío permite el crecimiento de los diversos voceros que se afanan por hablar y actuar en su nombre. No son extraños los planteamientos en nombre de la Comunidad Universitaria o de la Universidad, pero desde el mes de abril, paulatinamente hemos visto desaparecer, erosionarse, algo parecido al enorme conjunto de personas que integran a la UNAM. Con el paro, las redes de comunicación e identidad cotidiana se rompen: José Linares, por ejemplo, estudiante de la Prepa, tiene los teléfonos de sus cuatro o cinco amigos más cercanos. Por este medio le han avisado que un examen final de cálculo sería al día siguiente en casa de una chava que vive por Portales, pero del resto de las materias ni idea. Y luego en la Gaceta no ha encontrado su número en algunas asignaturas ya aprobadas. ¿Qué habrá que hacer? ¿Será bueno presentar extraordinarios por si acaso? ¿Dónde hallar lo que sustituye al salón de referencia, al pasillo donde conversan cuando matan clases, el puesto de quesadillas favorito? ¿Será bueno ir al Estadio o a La Plaza, o volver a intentar hablar en la asamblea de la escuela? A nivel individual, aislado y aburrido por la falta de rutina que no alcanza a convertirse en vacación, lee un rato, sale con los cuates que ya acabaron el año en otras escuelas, ve la tele para saber si ya mero se acaba esta cosa y no tiene la alegría normal de sus casi diez y ocho años. ¿A quién le interesa lo que le pasa a José, y a tantos otros? Se decidió con varios más y se fueron temprano al Centro: al fin chavales, pensaban que, en una de esas, habría que mover el mitin al Zócalo de tantos que irían. En un momento, vi cómo miraban los espacios vacíos, advertí su sorpresa al hallar a tan pocos estudiantes. ¿Cómo estuvo la cosa? Bien, a secas, y se metió a su cuarto más tarde.

Ayer, Raúl Trejo comentaba, con razón, la falta de correspondencia entre la tan aludida Comunidad Universitaria y lo que nos ha tocado ver en estos meses. ¿Comunidad? Se antoja, más bien, un enorme agregado de partículas aisladas, sin redes de emergencia para continuar en relación ante una modificación radical de las rutinas.

Frente a la barricada en transición a basurero detuve el carro. Pienso, luego insisto: en cuanto pueda, la UNAM requiere una reforma orgánica que dote de referentes cotidianos y emergentes a la multitud que procura integrar. Y eso implica, creo, multiplicar los espacios colegiados, descentralizando niveles y modalidades, para hacer posible, siempre, responder con claridad un par de cuestiones: ¿Dónde están los universitarios y qué opinan?, sin necesidad de atribuirle razón a los infaltables voceros, mediadores del vacío, supuesta voz autorizada de un conglomerado disperso. Los autoritarios, de cualquier signo, medran y celebran el abismo y la desarticulación: es su ambiente preferido. Y lo van a prolongar lo más que puedan.

Manuel Gil Antón

El día de hoy la posibilidad de una huelga que nos ponga en una situación como la del tal José es lejana. Después del magno conflicto no me imagino a un rector proponiendo reformas a los reglamentos como Barnés en el 99. Mucho menos cuando al parecer no existe ni siquiera la voluntad de recuperar el auditorio más grande de CU para la Universidad. Afortunadamente democráticas y concurridas asambleas están tomando las decisiones que otros, negligentemente, no han tomado aún.