Nuestra solicitud debe dirigirse a la rectoría de nuestra Universidad, al Consejo Universitario, y a las direcciones de nuestras Facultades, porque son las instancias pertinentes para atender la situación del Auditorio Justo Sierra; no existe una razón por la que -ya como estudiantes, trabajadores o profesores- debiéramos solicitar nada a los ocupantes, especialmente dado que han reiterado que no habrá diálogo, que no terminará la ocupación.
El deseo de recuperar el Auditorio Justo Sierra para uso de la comunidad se trata de una aspiración legítima, pero -a mi parecer- no debe ser este el motivo más importante de preocupación; la idea de que hay una "zona de tolerancia" que circunda el Auditorio Justo Sierra y se extiende hasta las islas es un tema de mayor relevancia, este fenómeno se repite en numerosas dependencias de la Universidad, derivando -también en numerosas ocasiones- en inseguridad para todos. En breve, la ocupación del auditorio debe llegar a su fin para que el inmueble vuelva a ser utilizado por la comunidad universitaria, pero sobre todo para buscar cancelar la idea de que las inmediaciones de nuestra Facultad son una zona sin ley, y la inseguridad derivada de esta idea.
No hay una razón por la que los ocupantes del Auditorio se distingan ante la ley del resto de los ciudadanos, en este sentido deberían responder por sus acciones en dos momentos, en primer lugar por la ocupación ilegal de instalaciones universitarias, y en segundo por las responsabilidades legales que cada uno de ellos tenga; decir que no son distintos ante la ley quiere decir también que no existe una razón para que se les imputen crímenes ficticios ni se violen sus derechos durante el hipotético desalojo: que respondan por aquello de lo que sean responsables, ni más ni menos, y que se garantice -en su caso- una detención conforme a derecho. Es preciso ser explícitos aquí: No estoy diciendo que quiero que los maten, que los quemen ni que los violen, en caso de usar la fuerza pública habremos de insistir -como nunca en la historia de la Universidad- en que se respeten las garantías de aquellos que resultaran detenidos, pues -delincuentes o no- tienen derechos que la fuerza pública debe respetar.
El ingreso de la fuerza pública a la Universidad no representa el fin de la conciencia de social, ni cancela la posibilidad de que existan movimientos estudiantiles legítimos en el futuro, tampoco se trata del fin de todo activismo que busque el bien común, debe tratarse sencillamente de hacer valer las garantías de seguridad a las que la comunidad universitaria tiene derecho.
En síntesis, requerimos a las autoridades tomar la liberación del auditorio en sus manos de manera activa, urgir a las instancias competentes a que -en caso de llegar el desalojo- se salvaguarden los derechos de los ocupantes y la comunidad universitaria, y sobre todo tomar acciones para poner fin a la idea de que los campus universitarios son zonas sin ley.
Muy probablemente en este último punto será necesaria la colaboración de la comunidad universitaria, dado que la Universidad no cuenta con elementos de coerción, ni es deseable que cuente con ellos, será de gran importancia poner la parte que nos toca para eliminar la idea de la zona de tolerancia i.e. no participar de ilícitos como la compraventa de drogas, ingesta de alcohol y otras actividades prohibidas por la Legislación Universitaria.
No estamos pidiendo nada que no sea derecho de todos.
Con motivo de la marcha de hoy a las 12:00 tenemos una publicación especial, publicada originalmente aquí.
Muy buena iniciativa, muchachos, ya antes recordamos los antecedentes históricos de la autonomía universitaria; cabe ahora recordar la ley orgánica vigente para tener bien presentes los tres aspectos en que consiste la autonomía universitaria:
1) Académico. Se contempla la libertad de cátedra, la atribución a otorgar validez a estudios que se realicen en otros establecimientos, formulación libre de planes y programas de investigación y designación libre de su personal académico. 2) Gobierno. Puede organizarse de manera libre como mejor lo estime, siempre y cuando atienda a la Ley, de tal manera que se deben indicar las autoridades, pero otorgando libertad para su integración. 3) Financiero. Está facultada para formular un presupuesto y administrar libremente su patrimonio. El Estado está obligado a contribuir con un subsidio. Aprovechemos para insistir, por si alguien -ya sea en los medios, en la academia, o incluso de entre las autoridades- no se ha enterado, en que las instalaciones universitarias no cuentan con extraterritorialidad, éstas se rigen por iguales normas que el resto del país, no funcionan como una embajada, consulado o república independiente.
Si hace falta mencionar casos en los que la autonomía es violentada, podemos citar: 1) los paros que -so pretexto de buenas causas- interrumpen la actividad académica de forma arbitraria -y sobre todo innecesaria-. 2) La ocupación del Auditorio Justo Sierra, distendida ya por 14 años que margina a la comunidad del uso del inmueble, sirviendo a fines ajenos a ésta. 3) Las conductas erráticas de elementos policiales, no porque no puedan entrar en territorio universitario sino por su impericia e ineptitud, que en conjunción con la indolencia de la autoridad universitaria -distendida también por 14 años- derivó en los lamentables acontecimientos del sábado 15 de noviembre de 2014.
Se dice de este sitio y sus colaboradores que son "pro-autoridades".
En las siguientes lineas expondré las razones por las que en efecto soy pro-autoridades.
Primeramente hay que esclarecer un equívoco muy usual en la actualidad: el uso del término "autoridad" como sinónimo de "funcionario". Veremos a continuación que estos términos son distintos entre sí, aunque no contradictorios como algunos sugieren.
Autoridad se llama al prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia; un funcionario es sencillamente una persona que desempeña un empleo público.
Es importante notar que la autoridad no se impone, se confiere de forma voluntaria por aquel que reconoce magisterio en otro, y no es un fenómeno extraordinario, en la Universidad sucede día a día cuando los estudiantes confieren respeto y confianza en sus profesores para instruirlos, ha sucedido irremediablemente en todos los escaños de la cultura y es parte fundamental de toda comunidad que busque algún tipo de bien común.
Los conceptos no se identifican, pero tampoco son excluyentes. No es imposible que un funcionario sea una persona sobre la que se confiere autoridad, ni viceversa, que una persona con autoridad en una comunidad pueda llegar a ser funcionario.
La razón por la cual sobre el funcionario se suele poner el epíteto de "autoridad" no es necesariamente un afán impositivo y fascista. Aunque el carácter de "autoridad" es contingente respecto al puesto de funcionario, no es contingente la responsabilidad de la que el funcionario es depositario: Todo funcionario es responsable por el ejercicio que su cargo suponga. Podemos decir que es en virtud del presunto ejercicio de tal responsabilidad que se confiere el epíteto de autoridad al funcionario, y cuando así sucede tiene entonces un doble compromiso qué honrar.
Naturalmente, existe la posibilidad de que el funcionario se crea el equívoco y piense que con el cargo le ha sido conferida autoridad de forma gratuita, y tanto peor, que le ha sido otorgado algún tipo de poder.
Tal posibilidad sólo puede señalarse con el contraste entre responsabilidades y ejercicio de dichas responsabilidades: No se puede juzgar a un funcionario sin antes dejarlo ejercer su cargo, ni imputársele incumplimiento para con responsabilidades que no le corresponden.
Al momento de buscar quién ocupe los cargos con mayores responsabilidades en la Universidad, suelen surgir nombres sobre los que se reviste cierta autoridad; decir si ejercen con responsabilidad su cargo o si son autoridades es una de las responsabilidades de la comunidad, pero habrán de hacerlo con la misma responsabilidad que del funcionario se espera, con argumentos pertinentes y con un espíritu Universitario razonable.
En ese sentido, sí, soy pro autoridades.
Creo que nuestra Universidad y nuestro país necesitan autoridades urgentemente.
Un analfabeta es alguien que no sabe leer ni escribir. Se dice "analfabeta funcional" de una persona que aunque sabe pronunciar y decodificar las palabras escritas, no es capaz de comprenderlas. Hace algunos meses se popularizó el uso del término "niní" que designa a las personas que "ni estudian, ni trabajan". Hubo incluso una polémica en torno a cuál era el número real de "ninís" en el país. No sé cuál fue el veredicto (ni qué utilidad tendría conocer ese dato), pero me hizo pensar en un problema más complejo: ¿Cuántos"ninís funcionales" hay en el país? Naturalmente, quienes en efecto estudien o trabajen, o ambas están excluídos del conjunto de los ninís funcionales. También quedarían excluídos aquellos que trabajan en serio y tienen que estudiar a medias, o los que estudian y tienen que medio trabajar, pues de hecho cumplir con alguna de las dos funciones hace imposible que se les denomine ninís. Niní funcional será entonces sólo aquel que esté matriculado en una escuela y forme parte de la nómina de alguna institución, pero se las arregle para capotear tanto sus deberes académicos como los laborales. En la Universidad se llega a conocer un buen número de ninís funcionales.
Así como tenemos "okupas" (Individuos que -usando como pretexto algún activismo de moda- explotan las instalaciones universitarias sin reportar beneficio alguno para con alguien más que sí mismos), en la Universidad tenemos la figura del "okupa funcional": Alguien que hace uso de un espacio, ya sea académico o laboral, agotando sus recursos, sin reportar ningún bien a la UNAM. Entre ninís y okupas funcionales todavía cabe otra distinción: Los que lo son por elección y los que no.
Es muy probable que el niní funcional no sepa que lo es, lo mismo que el okupa funcional podría considerar que sí hace un bien a la Universidad; es posible que el niní funcional como el okupa funcional no encuentren nada de reprobable en simular que cumplen con sus funciones, existe toda una tradición que respalda ese modo de proceder en nuestra sociedad.
Asímismo, es posible que el okupa crea que su activismo es un modo de hacer un cambio significativo en el país, o bien, que sepa que no lo es y no le importe anteponer sus necesidades de vivienda a los intereses de una comunidad universitaria. Okupas y okupas funcionales pueden ser igualmente nocivos para la Universidad -y el país-, y lo serán tanto como la comunidad se los permita. La diferencia importante es que tanto al niní funcional como al okupa funcional se les puede exigir rendimiento de cuentas: Cumple o no cumple con su función como trabajador, como administrativo, como docente, como estudiante... Si resulta que no cumple debiera liberar el espacio que está ocupando para que pudiera ser utilizado por alguien que sí quiera trabajar. A los okupas simples no se les puede pedir ni la hora.
Como era de esperarse, ya circulan las variadas versiones acerca de quién o quiénes son los culpables del atentado en contra de la estatua del Águila y la Serpiente de la Facultad de Derecho.
Por si no se habían enterado, el 2 de Octubre pasado, el monumento fue atacado. En lugar de una copiosa descripción, veamos nuevamente la imagen:
Hasta ahora no ha llegado, o no ha sido lo suficientemente difundida, una versión de los hechos; es decir, un testimonio: "que llegaron y empezaron a gritar y que luego...". Así que agradeceremos si algún lector, de contar con ella, la comparte con nosotros. Simplemente, se perpretó el ataque, así sin más, bajo la impasible mirada de la autoridad (si es que existe). Así, la tan difundida (y conveniente para muchos) versión de la autonomía universitaria como extraterritorialidad muestra su verdadera cara: pareciera ser que la Ciudad Universitaria y demás instalaciones son tierra de nadie. O mejor dicho, son territorio donde la ley que vale es la de los vivales. No es lugar para desmenuzar la variada clasificación de esos vivales que reinan en CU. Pues cada miembro de la comunidad universitaria se habrá topado con alguna variante.
Tan sólo este espacio electrónico está dedicado a la casi utópica visión de un Auditorio Justo Sierra deprovisto de ciertos usurpadores denominados hoy "okupas".
Pero, como decía al comienzo, ahora nos ocupa el atentado en contra del Águila y la Serpiente de la Facultad de Derecho. Que si fueron unos mal vivientes ignorantes que formaban parte del contingente de manifestantes, que si fueron los mismos okupas, que si fueron las autoridades que pretendían poner con esto a la comunidad en contra de tal o cual.
Es curioso analizar un poco que implican y a dónde nos llevan tales hipótesis. Por ejemplo, si uno le busca en You Tube, podrá encontrar videos de marchas anteriores en CU y otros puntos de la ciudad, como ésta, del 6 de febrero de 2010. A los "activistas" les gusta documentar sus actividades, sin embargo parece difícil, al menos por ahora, encontrar algún video de celular en el que se vea la destrucción de la estatua, al menos hasta que surja un indiscreto.
Por supuesto, no ha faltado quien exija las grabaciones de las cámaras de seguridad que muestren a los que perpetraron el crimen. Y no faltará quien diga que si no han sido mostradas en los medios ha sido porque las mismas autoridades han llevado a cabo el atentado con algún fin... "que ya sabemos cuál es". Extraña esta hipótesis, que supone que la autoridad pretende por este medio enardecer a la comunidad para que ésta lleve a cabo quién sabe qué cosa "que ya sabemos qué". Digo que es extraña, porque habiendo optado por la tregua, por el camino fácil y sin conflictos del "dejar hacer", sería meterse en escollos más pronunciados ir por esta otra vía.
Por otra parte, un grupo de activistas de la misma Facultad de Derecho ya se ha apresurado a deslindarse del ataque que atribuye a algunos "mozalbetes", es decir, mocosos que no tenían algo mejor que hacer que tergiversar el significado de fechas de luto y aprovechar para hacer desmanes.
Habrá quienes culpen a los mismos okupas y anexos, queriendo aprovechar el entusiasmo para que se haga algo por sacarlos de una vez de la UNAM.
¿Qué nos muestra todo esto? Que, como decía el Jefe en su reportaje, más allá del autor o autores materiales del atentado, que habrá sido cualquier irresponsable anónimo; importa ver las condiciones que han propiciado que en el campus central de la Universidad "más importante del país" se lleve a cabo un atentado de tal índole en contra de un símbolo patrio. A unas semanas de conmemorar el Bicentenario de la Nación y el Centenario de su Universidad; en el corazón mismo del lugar de donde debería emanar la racionalidad, tiene lugar semejante acto de barbarie. CU es tierra de nadie, y sépase que cualquiera puede entrar al campus, amagar al pobre cuerpo de vigilancia (si tuviera la ocurrencia de ofrecer resistencia) y hacer de las suyas.
Mientras tanto, las autoridades (el Rector en primer lugar) callan. Por otra parte, importa ver y escuchar las distintas manifestaciones del "estudiante de a pie", que aprovecha la ocasión para expresar su desacuerdo porque hay salones ocupados en su facultad, o porque se presta tanta importancia a protestas carentes de seriedad, o porque cualquiera amenaza con clausrar servicios que no le complacen, etcétera. En FB circula ya un grupo que piensa hacerse oír. Los alumnos protestan, y esperemos, sea una oportunidad, el próximo viernes a las 11 horas en la explanada de Derecho, para que la comunidad, sin intermediarios ideológicos de por medio, se haga escuchar y haga saber que ya está harta de lo que se ha mencionado en sin fin de espacios y que no termina de volverse un tema de primera importancia: ¿En manos de quién está la Universidad, cuando cualquiera puede secuestrar un auditorio y mantenerlo así por 10 años, cuando cualquiera destruye un monumento que exigía respeto, cuando cualquiera entra y comercia la droga por la que la gente está matando y muriendo en todo el país, cuando cualquiera hace víctimas del delito a los estudiantes?
Y este, es sólo uno de los problemas de la UNAM, no sé si el más importante, pero sí el más escandaloso.
En estos días de centenario universitario se ha producido en la prensa una avalancha de artículos sobre la UNAM. Como sabemos, Sheridan ha criticado muchos aspectos de nuestra (de su propia) casa de estudios, sin necesidad de esperar festividades. Nosotros hemos sido mucho más modestos, por ahora, en nuestras aspiraciones, que el Dr. Sheridan en esta columna. Como saben, este sitio está dedicado al tema de la necesidad de un Auditorio Justo Sierra libre. Reproducimos un artículo en el que Guillermo Sheridan expone aquello que según él constituye un pesado lastre para la UNAM.
Una UNAM libre
Cuando acompaña a comer a funcionarios a “La Cava”, la UNAM es una dama pomadosa. Cuando milita junto a los activistas justicieros se convierte en una Madre Coraje con boina. Es la Amante Curvilinea del acadestrativo mediocre y perpetuo que mete a la nómina a toda su familia. Es una Compañera Rojinegra que apoya las “luchas sociales” de su sindicato. Es la Musa de la Diamantina que los cursis convierten en “la conciencia y el corazón de México”. Es la Edecán mañosa que conoce las puertas para ingresar al Poder. Es la Tarta de Limón que tararea desafinadamente Carmina Burana…
La UNAM es una multitud de personajes cuyos usuarios le ponen el traje que más les conviene. Pero entre ese baile de disfraces está la verdadera: una sabia cubierta de tiza y tinta, aromada de laboratorio, modesta y callada, que practica su vocación sin utilitarismos interesados.
La UNAM necesitaría liberarse de sus usuarios no académicos, “despolitizarse” y “academizarse”, como propuso famosamente el rector José Sarukhán en 1988. No, dicen los usuarios, al contrario: hay que politizarla más. (Apenas ayer, Víctor Flores Olea, ideólogo obradorista, festejó el centenario de la UNAM diciendo que “el rechazo del orden existente… es hoy la función más respetable de la Universidad, la única posible”.) La UNAM debería lograr que incumplir sus objetivos generales suponga el éxito de proyectos privados. Estos usos y proyectos políticos parece superior a la voluntad de la UNAM por ser ella misma sujeto de su propia inteligencia. Cautiva de sus usuarios políticos, la UNAM es a tal grado autónoma que le está vedado reformar temas externamente urgentes y postergados.
La autonomía no es sólo la autoridad que posee la UNAM para darse sus propios reglamentos, sino la obligación que tiene de evaluar su realidad, optimizar sus recursos y sus responsabilidades. Pero a la vez carece de reglamentos contra el voluntarismo de sus usuarios. Es decir: tiene la autonomía para modificarse, mas no la suficiencia política para instrumentar sus modificaciones. Su libertad está comprometida. Y si a pesar de esta servidumbre puede producir inteligencia, investigación, graduados, ya se puede pensar en lo que podría hacer con el usufructo cabal de su libertad.
La eficiencia de la UNAM debería considerarse prioridad nacional. Los trabajadores, alumnos y funcionarios no pueden contravenir las obligaciones que le patrocina el pueblo. Los académicos tenemos que hacer valer nuestra superioridad moral y nuestra dignidad sobre cualquier otra instancia universitaria y sobre cualquier poder que no sea el del saber meritorio.
Pero no hay manera de optimizar el desinterés individual -y, por tanto, la función social de la UNAM- si no es colocando a la academia sobre cualquier otro poder, en especial el poder que sustituye la responsabilidad y la racionalidad académicas por los usos políticos. Esto es, desde luego, impensable. En aquel mismo discurso de 1988 dijo el rector Sarukhán que era esencial “una universidad donde el académico sea el personaje central”. Es triste que en la universidad que hoy festejamos, esto, tan obvio, no sea del todo así.
Hemos cambiado la modalidad de los comentarios a "moderación necesaria", debido a que algún chistosito colocó códigos XSS aparentemente maliciosos en los comentarios del Coliseo y en lo que averiguamos que tan inseguro puede ser blogger bajo el ataque de esos códigos, mejor impedimos que aparezcan en sus computadoras.
El pasado miércoles tuvo lugar la participación del actual rector de la UNAM, José Narro Robles en un programa denominado "Foro W", de la estación W Radio. La propaganda del programa anunciaba que uno podría interactuar en el foro dejando sus preguntas en la página de internet de la estación, y que, sin censura, éstas serían atendidas por el rector de la UNAM:
A primera vista, una genial idea, idea que de funcionar como lucía en el papel, denotaba un sentido de autocrítica importante que el rector estaba dispuesto a afrontar. Pues a ningún universitario, a ninguno, se le escapa que la institución tiene, más allá de lo que hay que celebrar por estos primeros 100 años de vida, importantes problemas que exigen atención inmediata; por supuesto, en el entendido de que consideramos importante darle vida a la institución muchos años más.
Una de las demandas que ocupan la mente de muchos universitarios, es la cuestión del auditorio Justo Sierra de la Facultad de Filosofía y Letras. Y, como es obvio, aquellos que anhelan su reincorporación a la vida de la Universidad vieron en este supuesto foro, la oportunidad inmejorable de obtener una respuesta directa del rector de la UNAM.
Así pues, esperando ser elegidos para acudir a la emisión de radio, o cuando menos que se leyeran nuestras preguntas, las inquietudes acerca del auditorio fueron planteadas: ¿Qué se está haciendo para recuperarlo?, ¿Se está haciendo algo? ¿Por qué no se ha recurrido a los medios que establece la legislación universitaria y la Ley Orgánica? ¿Qué impide la ejecución de la ley?, etcétera, etcétera. O quizás ¿Le interesa el problema, Sr. Rector?
La única pregunta que recibió una respuesta (e incluso así, una respuesta parcial) fue la última pregunta. La respuesta que muchos obtuvimos después de la interesante disquisición de aproximadamente 5 segundos que el rector de la UNAM nos ofreció sobre el tema podría parafrasearse así: "no me interesa". Ojalá que me equivoque y el Sr. Narro me desmienta pronto.
Escuche aquí el plan de trabajo de José Narro para recuperar el Auditorio Justo Sierra.
Vayamos a lo que recuerdo que se dijo en el programa (no lo volveré a escuchar para hacer este breve relato, qué flojera, pero dejo abajo el audio completo por si a alguien le interesa). Básicamente el Dr. José Narro dejó en claro que lo que le interesaba no era entablar una discusión seria sobre algunos problemas universitarios (los que pudieran plantearse y platicarse en espacio de hora y media, pues cada uno da para horas de discusión): al parecer, era sólo un acto más de propaganda... En la entrevista, los presentadores le preguntaron al rector el porqué de no haber sido invitado a los Diálogos por la Seguridad Nacional. El viernes siguiente Narro ya estaba participando en los mentados diálogos, diciendo lo que ya todos saben (hasta el Presidente): que la solución del problema no se limita al uso de la fuerza pública. También dijo que México no se merecía lo que está viviendo: ¿se lo merecerá la Facultad de Filosofía y Letras?
El Dr. Narro se ha ocupado últimamente en demasía en saltar de un foro a otro para exponer su opinión acerca de los conflictos nacionales. Éste es un derecho de cualquier ciudadano, el problema con el rector de la UNAM es la clara evasión a las problemáticas que le tocan resolver dado el altísimo cargo que ocupa. Es decir, muchos mexicanos tenemos preocupaciones acerca de los manejos de la política nacional, sin embargo estamos bastante limitados para tener una injerencia directa en la solución de muchos de estos problemas. Sin embargo, el rector de la UNAM, como rector que es, está facultado para actuar directamente en la solución de los problemas de la institución que dirige (es un decir que la dirige).
Así, a la pregunta de una mujer acerca de aquellas famosas reuniones con los estudiantes "rechazados", que tuvieron como consecuencia el otorgamiento de becas para que estudiaran en otras universidades, se limitó a decir "sí es un problema (lo de la existencia de estudiantes rechazados)", y "lo he estado diciendo". Acto seguido dió cifras y le pasó la bolita a la SEP. Lo curioso fue que tratando después de establecer categóricamente que no hay corrupción y que los que no entren por el examen no tienen otro modo de hacerlo, A MENOS QUE... sean estudiantes del bachillerato de la UNAM, fue cuestionado respecto a la cuestión del pase automático. Narro se limitó a repetir una versión bastante cegehachera de la supuesta validez del pase automático. Fuera de eso, el programa fue básicamente, propaganda. Preguntas poco serias por parte de los entrevistadores y respuestas autocomplacientes por parte de Narro. También repitió su letanía acerca de cuánto le preocupan los jóvenes que ni estudian ni trabajan (¿será por eso que hasta parece que los okupas están protegidos?).
Así, quedó por el suelo la esperanza de muchos universitarios de que preguntas serias fueran tomadas en serio por el rector (tanto así que se atrevió a llamar al auditorio "Justo Guevara", pero eso sí, ahí estará el 22 de septiembre en el Anfiteatro Simón Bolívar, lugar donde Justo Sierra pronunció el discurso inaugural de la Universidad, tratando de emularle). Si el rector no se presta a discutir con argumentos sólidos los problemas que se le plantearon ¿es razonable esperar que los ocupantes del auditorio hagan lo propio? No. Y lo malo de la cuestión es que ese "estamos trabajando" suena más a que se "apuesta" por una salida "dialogada" al conflicto, y no por hacer valer la ley. De otro modo no se explica ese "estamos trabajando", ¿cuánto tiempo llevaría proceder penalmente?
Y a todo esto, ¿qué pensará la Dirección de la Facultad de Filosofía y Letras? Sólo Gloria lo sabe.
Audio completo del Foro W
Otro ilustrativo cartón de Paco Calderón
P.D. He aquí la respuesta de la Oficina del Abogado General a un correo enviado, planteando el problema del Auditorio Justo Sierra: Me permito informarle que su denuncia se recibió en esta Unidad, en breve lo contactaremos. Unidad para la Atención y Seguimiento de Denuncias.
Si presenciaste un delito es buena idea denunciarlo (por ejemplo, la enajenación de un espacio universitario):
Artículo 95 del Estatuto General de la UNAM.- Son causas especialmente graves de responsabilidad, aplicables a todos los miembros de la Universidad:
I. La realización de actos concretos que tiendan a debilitar los principios básicos de la Universidad, y las actividades de índole política que persigan un interés personalista;
II. La hostilidad por razones de ideología o personales, manifestada por actos concretos, contra cualquier universitario o grupo de universitarios;
III. La utilización de todo o parte del patrimonio para fines distintos de aquéllos a que está destinado;
IV. Ocurrir a la Universidad en estado de ebriedad o bajo los efectos de algún estupefaciente, psicotrópico o inhalante; ingerir o usar, vender, proporcionar u ofrecer gratuitamente a otro, en los recintos universitarios, bebidas alcohólicas y las sustancias consideradas por la ley como estupefacientes o psicotrópicos, o cualquier otra que produzca efectos similares en la conducta del individuo que los utiliza;
V. Portar armas de cualquier clase en los recintos universitarios;
VI. La comisión en su actuación universitaria, de actos contrarios a la moral y al respeto que entre sí se deben los miembros de la comunidad universitaria.