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viernes, 25 de marzo de 2016

El Auditorio Justo Sierra: Qué pedir, a quién y por qué.


Nuestra solicitud debe dirigirse a la rectoría de nuestra Universidad, al Consejo Universitario, y a las direcciones de nuestras Facultades, porque son las instancias pertinentes para atender la situación del Auditorio Justo Sierra; no existe una razón por la que -ya como estudiantes, trabajadores o profesores- debiéramos solicitar nada a los ocupantes, especialmente dado que han reiterado que no habrá diálogo, que no terminará la ocupación.

El deseo de recuperar el Auditorio Justo Sierra para uso de la comunidad se trata de una aspiración legítima, pero -a mi parecer- no debe ser este el motivo más importante de preocupación; la idea de que hay una "zona de tolerancia" que circunda el Auditorio Justo Sierra y se extiende hasta las islas es un tema de mayor relevancia, este fenómeno se repite en numerosas dependencias de la Universidad, derivando -también en numerosas ocasiones- en inseguridad para todos. En breve, la ocupación del auditorio debe llegar a su fin para que el inmueble vuelva a ser utilizado por la comunidad universitaria, pero sobre todo para buscar cancelar la idea de que las inmediaciones de nuestra Facultad son una zona sin ley, y la inseguridad derivada de esta idea.

No hay una razón por la que los ocupantes del Auditorio se distingan ante la ley del resto de los ciudadanos, en este sentido deberían responder por sus acciones en dos momentos, en primer lugar por la ocupación ilegal de instalaciones universitarias, y en segundo por las responsabilidades legales que cada uno de ellos tenga; decir que no son distintos ante la ley quiere decir también que no existe una razón para que se les imputen crímenes ficticios ni se violen sus derechos durante el hipotético desalojo: que respondan por aquello de lo que sean responsables, ni más ni menos, y que se garantice -en su caso- una detención conforme a derecho. Es preciso ser explícitos aquí: No estoy diciendo que quiero que los maten, que los quemen ni que los violen, en caso de usar la fuerza pública habremos de insistir -como nunca en la historia de la Universidad- en que se respeten las garantías de aquellos que resultaran detenidos, pues -delincuentes o no- tienen derechos que la fuerza pública debe respetar. 
El ingreso de la fuerza pública a la Universidad no representa el fin de la conciencia de social, ni cancela la posibilidad de que existan movimientos estudiantiles legítimos en el futuro, tampoco se trata del fin de todo activismo que busque el bien común, debe tratarse sencillamente de hacer valer las garantías de seguridad a las que la comunidad universitaria tiene derecho. 

En síntesis, requerimos a las autoridades tomar la liberación del auditorio en sus manos de manera activa, urgir a las instancias competentes a que -en caso de llegar el desalojo- se salvaguarden los derechos de los ocupantes y la comunidad universitaria, y sobre todo tomar acciones para poner fin a la idea de que los campus universitarios son zonas sin ley.

Muy probablemente en este último punto será necesaria la colaboración de la comunidad universitaria, dado que la Universidad no cuenta con elementos de coerción, ni es deseable que cuente con ellos, será de gran importancia poner la parte que nos toca para eliminar la idea de la zona de tolerancia i.e. no participar de ilícitos como la compraventa de drogas, ingesta de alcohol y otras actividades prohibidas por la Legislación Universitaria.

No estamos pidiendo nada que no sea derecho de todos.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

La forma pura

Mañana, a las 10 y media, en la Sala Nezahualcóyotl, tendrá lugar la segunda "rectorización" del doctor (léase, "médico general") José Narro. Por ahí nos enteramos que el señor se ocupó de invitar personalmente a todos los que en la UNAM suponen y significan a que adornen (y avalen) con su presencia el magno evento.

Como yo creo que el cinismo no ha llegado a tales extremos, no pienso que vaya a aparecer ningún líder de la okupa ni asambleroffyl reconocido (o reconocible) en las filas de asientos reservados para los convocados selectos; sin embargo, me parece que estos grupos deberían de hacer todo lo posible por enviar una comitiva a demostrar con su presencia, aunque sea desde la gayola, el agradecimiento que deben de sentir por la sabia decisión de la Junta de Gobierno, y su justificadísimo aprecio a la persona del (de) nuevo rector. Agradecimiento y aprecio cuyas razones ya hemos comentado en otras notas.

Y como para demostrar que el mundo está hecho de contrastes, mientras la burocracia universitaria mexicana aprueba la administración de Narro, protector de las muestras de indignación popular, en Estados Unidos otros funcionarios, rectores y alcaldes entre ellos, han empezado a desalojar a sus ocupas de los espacios públicos que decidieron convertir, por espacio de dos meses, en dormitorios al aire libre y centros de convenciones gratuitos.

La "gente", de vez en cuando, se organiza y protesta, con distintos grados de justificación. Uno puede entender eso, e incluso aceptarlo como un ejercicio legítimo del derecho a manifestarse, aun sin compartir las opiniones de los quejosos. Sin embargo, uno también tiene derecho a exigir que los "movimientos" acepten que para todo debe haber límites, o que las autoridades le hagan ver tal necesidad a quienes no les quepa en la cabeza la diferencia entre lo público y lo privado.

Volviendo a la matiné universitaria, me preocupa el hecho de que el momento culminante del evento será, por supuesto, la toma de protesta, ritual a través del cual el rector se compromete, entre otras cosas, a respetar y hacer respetar el reglamento universitario. El problema está en que Narro ya había hecho el compromiso hace cuatro años y, a pesar de eso, el Auditorio Justo Sierra sigue estando ocupado, lo mismo que una infinidad de salones y cubículos, dentro y fuera de Ciudad Universitaria, y los universitarios seguimos siendo víctimas de los caprichos de los activistas, que no pierden oportunidad de decretar paros con pretextos que van desde apoyar a la guerra contra la guerra contra el narco hasta velar el cadáver de un balaceado ¡en las instalaciones de la Facultad de Filosofía y Letras! -distinción que, por cierto, no exigieron ni siquiera para su oráculo Miguel Ángel Granados Chapa-.

Así pues, ¿qué razón tenemos para esperar que, 'ora sí, Narro va a tomar en serio el juramento? De por sí, en mi opinión, fue una afrenta reelegir a un sujeto que demostró el poco valor que para él tienen compromisos públicos y reglamentos vigentes, ¿y todavía tenemos que aceptar que la institución se gaste un dineral para organizarle la farsa una vez más? ¿No bastaba con regresarle las llaves de la oficina, y asunto resuelto?

Por lo visto, en México nada tiene más valor político que la protesta hueca y la forma vacía. Eso sí llena auditorios.