Hola estimados lectores: como mi computadora ha fallado no había estado al tanto de todo lo que ha ocurrido momento a momento en este blog. Apenas veo las fotos y supongo que ya se retiraron las que ofendieron a más de uno. En ningún caso es nuestra intención causarle perjuicio a nadie, ni siquiera a nuestros opositores. En breve se verá la pertinencia de la permanencia de las fotos restantes en el blog. Como saben éste es un equipo de trabajo y esas decisiones se tomarán conjuntamente. Me preocupen las reiteradas manifestaciones de odio en los comentarios. No tanto porque tema por mi persona (aunque también) sino porque hacen lo que precisamente un comentarista señaló: dividir a la comunidad. Creo que una lectura atenta de todo lo que hemos publicado da muestra de lo contrario. Hemos procurado presentar sólo argumentos, razones, y hemos procurado mantener al margen la aversión. Claro que tomamos una posición. Pero intentaremos vencer la opuesta con razones, nunca con intimidación. Mi crónica no es tan buena, tan objetiva ni tan veraz como la de La Jornada... pero hago mi lucha.
Crónica de una Asamblea II
Había pactado ver a mis compañeros antes de las 13 horas para esperar juntos el momento de la asamblea. Cuando entré a Filosofía y Letras vi una vez más la manta que convocaba al evento, la manta en la que algunos estudiantes osaron llamar a sus compañeros en torno al tema del auditorio Che Guevara. En la que el gesto de osadía fue todavía más allá al añadir a la manta el siguiente mensaje: “esta vez va en serio”. Justamente en ese momento un par de estudiantes que están en contra del desalojo del auditorio pegan unos pequeños papelitos en forma de estrella sobre dicha manta, los papelitos traen escritas varias consignas breves que mi memoria no retuvo, pero que son muestra del desacuerdo que hay entre algunos a la convocatoria del cartel. Quizás con la intención de ganar adeptos a su causa, quizás con la intención de mostrar que no bajarán la guardia.
Al llegar con uno de mis amigos, me confiesa éste que siente una espacie muy extraña de emoción por lo que está por ocurrir. Días antes me había expresado su inquietud respecto a la asamblea. En nosotros rondaba la preocupación de que pudieran producirse confrontaciones estériles o violentas. También había sido tema la cuestión de si era el mejor modo de buscar una solución. Como él lo veía era como un proceso gradual, a mediano plazo... por no desesperanzarnos al decir "largo". Pero ya se había hecho cargo de difundir la convocatoria aquí en este sitio, pues la consigna es unir esfuerzos.
De cualquier forma la hora se acercaba, ya estaba siendo instalado un equipo de sonido. Al dar prácticamente las 14 horas ya había varios núcleos de estudiantes y profesores en el perímetro de lo que sería la mesa que presidiría la asamblea. Como ustedes recordarán toda una sección del estacionamiento de la facultad se mantuvo libre de vehículos con ese fin. Hecho curioso por lo que más adelante voy a relatar. Al ser prácticamente la hora y habiéndose hecho la prueba de sonido los organizadores comienzan a avisar a las personas circundantes que es conveniente que tomen sus lugares en el estacionamiento y se sienten para comenzar la asamblea en condiciones óptimas. En un dos por tres ya era una cantidad enorme de gente la que había atendido a la convocatoria. ¿Alguien había pensado que el tema del auditorio había dejado de interesarle a la comunidad de filos? Al menos yo no recuerdo una convocatoria tan grande y tan plural. Desde el año de 2002 que pisé por primera vez la facultad en calidad de estudiante había presenciado muchísimas convocatorias a asambleas. Por lo general se celebraban en el “aeropuerto” de la facultad. Planear una asamblea en un espacio tan pequeño implica la conciencia de los organizadores de la cantidad de posibles asistentes. No dudo que en todos estos años se hayan llevado a cabo otras asambleas en otras sedes, como el Aula Magna, el Jardín de los Cerezos, las inmediaciones de la Biblioteca Central y el mismo auditorio Che Guevara.
Sin embargo, dada la cuestión que se iba a discutir se tomaron las providencias necesarias para que cuando menos no faltara el espacio. Por ello se inhabilitó una sección del estacionamiento. Como decía, la convocatoria fue muy amplia. De inmediato pude ver a varios profesores que esperaban el momento en que comenzara la asamblea. Como bien sabrán los habitantes de la facultad, esto no es algo común. Y de los estudiantes también hay que hablar: la convocatoria alcanzó, no tengo la menor duda, a muchos de esos jóvenes que por lo general prefieren dedicarse a sus estudios que atender a eventos de ésta índole. Atención, no estoy haciendo ninguna valoración implícita o explícita, me limito a describir un hecho conocido por todos. Yo mismo fui un alumno que no asistía a asambleas y cosas por el estilo. No por alguna razón en específico, simplemente tenía otras cosas que hacer. Sin embargo, muchos estudiantes estaban allí, ansiosos de participar de alguna manera en lo que parecía ser el primer paso hacia la recuperación del auditorio.
“¿Pero cómo? ¿no estás, Ivo, atribuyendo de entrada a la totalidad de los asistentes el mismo deseo que tú tienes? También había sin duda personas que tenían una intención contraria a la que supones preponderante”... podría reclamar alguien legítimamente.
Bueno, de entrada hay que relatar lo siguiente: me sorprendió el hecho de que varios de los que parecían estar coordinando el inicio de la asamblea eran los mismos que en ocasiones anteriores se habían reunido para reclamar la devolución del pasto que fue sustituido por piedras en las vacaciones, la rendición de cuentas por parte de las autoridades de la facultad, los recortes a las becas de los posgrados, entre otras cosas. Me sorprendió pues yo había supuesto con anterioridad que el tema del auditorio no pasaría jamás por su agenda. Cuando comenzaron a presentarse lo hicieron a nombre de la “Asamblea de la facultad de filosofía y letras”. Ese hecho sembró dudas no sólo en mi sino en varios asistentes. Escuché a una mujer preguntar a alguien de qué iba a tratar exactamente la asamblea a lo cuál su interlocutor respondió “pues nosotros vinimos por lo del auditorio”.
Pude notar que había unas estudiantes cerca de la mesa y que aparentemente discutían de qué se iba a hablar y en qué formato. Una vez que los miembros de la “Asamblea de la facultad” ratificaron ante el público el trabajo que habían venido haciendo desde principios del semestre hicieron explícita su intención de tratar varios problemas que habían agendado en su reunión anterior, y que, como sospechaba, no incluían el tema del auditorio. La gran mayoría de los asistentes, me atreveré a decirlo, se sintió timada... o al menos esa es la explicación que encuentro al hecho de que casi todos gritaran “¡Nooo!” ante la propuesta de los temas a discutir.
De inmediato surgió la justificada indignación de los miembros de “la Asamblea” pues consideraban que era una falta de respeto a su agenda y a su trabajo durante el semestre que la mayoría de los asistentes (que no habían estado en las otras asambleas) prefiriera discutir otro tema. Y digo que la indignación era del todo justificada si, como supusimos algunos, el equipo de sonido era de ellos.
Una vez que “la Asamblea de la facultad” mostró su desacuerdo con que la gran mayoría de los miembros de la facultad quisieran discutir algo que no estaba agendado, pues era su asamblea, salió al rescate de la cordura un estudiante que trató de apaciguar los ánimos para que todo se condujera con civilidad.
Ante el grito casi unánime de: “¡Auditorio, auditorio!” se resolvió que se hablara del auditorio. No se dejaron de escuchar voces entre los asistentes que clamaban: “¡cómo si fuera el problema más importante!”, “hay otras cosas de qué hablar”.
Comenzaron las intervenciones no sin un alto grado de pasión y desorden. Apenas se identificaba “la facción” del orador, “la facción” opuesta mostraba su rechazo. Estás muestras iban desde simples señales con el dedo queriendo decir: “no” hasta gritos e improperios. Pero si alguien osaba usar sus tres minutos para hablar de otra cosa ocurría algo como lo siguiente: un estudiante del posgrado de Estudios Latinoamericanos que no desaprovechó la ocasión para hacer del conocimiento de todos (una vez más) la precaria situación económica de los estudiantes cuyas
becas presumiblemente corrían riesgo de ser recortadas, fue acallado por la multitud, no sin antes recordarle a los insensatos que esas medidas afectarían a las futuras generaciones.
Se acordó más adelante después de mucha insistencia que no habría resultados ostensibles de aquella reunión si los representantes de los diversos puntos de vista no guardaban silencio y respetaban la exposición del otro. Fue de llamar la atención el momento en que una estudiante que moderaba la asamblea reprochó a un grupo de profesores no guardar la compostura. Así las cosas, las intervenciones fueron sucediéndose con un poco más de orden. No sé si sería mi imaginación, muchos de ustedes juzgarán que llevo agua a mi molino, pero recuerdo que al menos en los primeros minutos de la reunión fueron intensos los vítores a las personas que exponían por qué querían la devolución del auditorio; para constatar o refutar este hecho esperaré a escuchar las opiniones de otras personas que estuvieron allí. Los que no asistieron no tienen por qué creerme.
Más adelante, en los próximos días nos ocuparemos de hablar concretamente de los argumentos que se expusieron a favor y en contra de la devolución del auditorio. Adelantando que no privó, al menos por algunos momentos, la postura negro/blanco. Hubo algunos estudiantes que se expresaron en favor de cierta conciliación.
Ahora va el apéndice subjetivo (muchos compañeros favorables a la ocupación pueden dejar de leer aquí, no porque piense que no sea posible dialogar con ustedes, sino porque al parecer no desean hacerlo. Ya me puedo imaginar sus insultos, no necesitan escribirlos):
Yo estuve casi en primera fila y al menos a mi rededor pude notar lo siguiente: aunque en lo general se guardó la compostura conforme avanzó la asamblea había personas que no perdían la oportunidad para hacer acotaciones o comentarios en voz alta a lo que decían los oradores. Curiosamente este fenómeno tuvo lugar más frecuentemente (podría decir que ininterrumpidamente) cuando tomaba la palabra una persona que expresaba su deseo de recuperar el auditorio. También solía ocurrir que cuando terminaba su participación fuera increpado con un fallido aunque irritante y cínico intento de sarcasmo por alguno de los que tomaron la palabra en los primeros puestos para defender la ocupación del auditorio.
No digo que del otro lado todos se hubieran guardado respetuosamente sus comentarios siempre. Me tocó ver el caso de una chica, que después de haber expresado su total rechazo a las condiciones poco dignas para un auditorio universitario que privan en el Che, fue abordada con comentarios burlones de la siguiente índole: “¿quieres que esté abierto para todos? ¿incluso para los fascistas?” ante lo cuál respondió, a diferencia de su interlocutor, visiblemente afectada y quebrándosele la voz: “Sí, para todos”.
Avanzó al tiempo. Muchos de los profesores que había identificado se habían retirado. No todos, algunos estuvieron más tiempo que yo. Varios estudiantes fueron levantándose poco a poco, alejándose. Entre los que permanecían el ánimo se agotaba. Cada vez eran más aplaudidas las intervenciones de los simpatizantes de la ocupación. También eran más potentes sus gargantas. Llegó un momento en el que un ferviente simpatizante de la ocupación y conocido de todos ustedes (digo, como comentador del blog, no empiecen con paranoias) tomó la palabra. Hizo publicidad de este sitio y cuando se le acabaron sus tres minutos preguntó a la concurrencia si se le permitiría leer un breve escrito. Varios de los asistentes ubicados cerca de la mesa, de pie, exclamaron: “¡Sí!”. Como digo, a esas alturas ya eran más enérgicos ellos. Al extenderse la lectura del ensayo del orador varios empezaron a quejarse, ante lo cual la moderadora recalcó que la asamblea había dicho que sí permitiría la lectura al orador. De nuevo asintieron ruidosamente los mismos de antes. Concluyó por fin su manifiesto con aplausos de sus simpatizantes.
A esas alturas del partido se anunció que quedaban 29 participaciones, más los que se decidieran apuntar. Había que decidir qué hacer pues el tiempo sería factor de desgaste. Me tuve que retirar, había que ir a trabajar.
Seguramente muchos tenían una propuesta, una idea, una opinión que les daba vueltas en la cabeza. No pudieron acercarse a la mesa para apuntarse o no se sintieron con ánimos de hacerlo. Después de todo eso implicaba exponerse a ataques verbales de diversa índole. Tampoco tomó la palabra (mientras yo estuve) algún profesor. O alguna autoridad.
Éste fue el primer paso. El llamado es a no desilusionarse y comenzar a organizarse. Hay que agradecer profundamente a quienes convocaron la asistencia con el tema del auditorio (¡¿qué importa si el desplegado lo pagó el mismísimo Slim?!). Creo que ahora hay bases para realizar trabajo efectivo. Fue un importante primer paso. Varios no esperábamos que tuviera saldo completamente favorable. Me quedo con el comentario de un lector de este blog:
lo único que se salva del día de hoy es que todos llegamos a un punto en común y eso nos convierte en una COMUNIDAD ESTUDIANTIL
Al menos sirvió para darnos cuenta de que las personas que desean ver al auditorio trabajando como el resto de las instalaciones universitarias es muy grande. La comunidad no fue indiferente ante este problema. También sirvió para poner en evidencia los recursos argumentativos de los que sostienen el discurso de que la negociación es imposible, de que el auditorio “no puede regresar al poder de las autoridades”. No sé cuál era la “sorpresa” que prepararon los
okupas. ¿Será que pretendieron llevar a sus “mejores” oradores? Francamente, lo único que me habría sorprendido es que hubieran actuado diferente a como de hecho lo hicieron.