martes, 2 de marzo de 2010

Don Justo en Gaceta UNAM 2010

Con motivo de los festejos por los 100 años de la Universidad Nacional, Gaceta UNAM publica cada lunes un breve recorrido por las etapas de la historia de nuestra Institución. En esta ocasión, la cuarta entrega le corresponde a nuestro personaje: don Justo Sierra.

Ya con anterioridad nos habíamos impuesto la tarea de hablar algo acerca del fundador de la Universidad Nacional, por obvias razones. Ya lo habíamos descuidado un poco. Podemos tomar ahora este texto de María de Lourdes Alvarado como punto de partida para seguir hablando de don Justo. Lo reproducimos a continuación:

Justo Sierra, en la vanguardia de una idea con mucho futuro

Presentó ante la Cámara de Diputados, en los inicios de 1881, un proyecto de creación.

El hecho de que la Universidad Nacional de México haya sido inaugurada en medio de las festividades conmemorativas del primer centenario de la independencia nacional ha propiciado que este acto haya sido visto como un proyecto improvisado, producto exclusivo de la coyuntura política y, quizás, del interés oficial por lograr la aprobación de sus compatriotas, así como de la comunidad internacional, tan cara, como sabemos, para el gobierno de Porfirio Díaz.


Escuela de niñas. Foto: IISUE/AHUNAM/Fondo Ezequiel A. Chávez, doc. 306.

Sin embargo, contra lo que una mirada superficial pudiera percibir, el proyecto universitario de Justo Sierra no fue un planteamiento coyuntural; para 1910 contaba con un largo historial, que se remonta a la década de los 70 del siglo XIX. Durante el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada y motivado por el movimiento estudiantil conocido como “La Universidad Libre”,(1) por medio del cual los alumnos de las escuelas nacionales intentaron expresar su creciente deseo de emancipar la ciencia de las “garras del Estado” o, dicho de otro modo, de redefinir la relación entre educación superior y gobierno, se hicieron las primeras declaraciones de que tenemos noticia en ese sentido. Justo Sierra, entonces conocido por su incipiente labor periodística, tomó la pluma para abogar en favor de la libertad de enseñanza, de instrucción y profesional. A su juicio, el sistema educativo debía tener como base la difusión obligatoria de la enseñanza primaria, y como coronamiento “la elevación constante de la enseñanza superior por la libertad”. Confiaba en que, desembarazado el Estado de su papel de educador mediante la abolición del internado, en poco tiempo estaría capacitado para crear un sistema de enseñanza superior digno del porvenir; mejor aún, podría independizar la enseñanza superior mediante la creación de universidades libres subvencionadas por el Estado. El novel escritor ponía como ejemplo el caso de Alemania, donde se gozaba de plena libertad científica, gracias a lo cual, la cátedra estaba abierta a todas las ideas, las opiniones e, incluso, hasta a los “caprichos de los hombres”, como él decía.(2) De esta forma, opinaba, el Estado jamás se atrevería a tocar “los sacrosantos fueros de la iglesia inmortal del pensamiento que se llama universidad”.


El joven Justo Sierra. Foto: IISUE/AHUNAM/Fondo Colección Justo Sierra Méndez, doc. 2.

Pocos meses después, el futuro secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes retomaría el tema, ratificando la “incompetencia” del Estado en materias de ciencia y de religión, motivo por el cual, su misión, en lo que a instrucción pública se refería, debería concretarse a subvencionarla. Una universidad libre, insistía, habría de gobernarse exclusivamente por hombres de ciencia y por pedagogos.

Es claro, por tanto, que ya desde entonces estaban presentes algunos de los elementos vertebrales de su proyecto universitario. La aceptación de la universidad como solución institucional al problema de la educación superior; la obligación gubernamental de solventar la instrucción pública en todos sus niveles; la autonomía académica como condición básica del progreso intelectual y material de los pueblos, y la pluralidad ideológica dentro de las aulas, en las que deberían tener cabida todas las modalidades del pensamiento.

A partir de entonces se sucedieron uno tras otro los foros en los que Justo Sierra expresó y repasó sus consignas. Uno de los textos más significativos fue, sin duda, su proyecto de creación de una Universidad Nacional, presentado ante la Cámara de Diputados en los inicios de 1881.(3) En él indicaba ya que la institución estaría conformada por las escuelas Nacional Preparatoria, Secundaria para Señoritas, Bellas Artes, Comercio y Ciencias Políticas, Jurisprudencia, Ingenieros y Medicina, además de dos planteles innovadores, una Escuela Normal y una Escuela de Altos Estudios. Seguramente motivado por la reciente intromisión gubernamental en la elección del texto de lógica oficial para la Escuela Preparatoria, fundamental para el programa de estudios positivista, el maestro de historia y diputado federal concluía que “el tiempo de crear la autonomía de la enseñanza pública había llegado”.(4)

Justo Sierra, secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes. Foto: IISUE/AHUNAM/Fondo Colección Justo Sierra Méndez, s/n.


Discurso inaugural, 13 de septiembre de 1902

Particularmente importante fue el discurso inaugural del Consejo Superior de Educación Pública pronunciado por Justo Sierra el 13 de septiembre de 1902, el cual fungiría como su plan de acción, tanto en el cargo de subsecretario de Instrucción Pública, como en el de ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes que ocupó a partir de 1905. Aunque el “Plan de la escuela mexicana”, como acertadamente se ha denominado a esta pieza oratoria(5) abarcaba múltiples aspectos, sus objetivos fundamentales se concretaban a dos puntos básicos: transformar la educación primaria de simplemente instructiva en esencialmente educativa y organizar los estudios superiores mediante la creación de “un cuerpo docente y elaborador de ciencia a la vez, que se llamase Universidad Nacional”. Esta última, expresaba, serviría de “remate y corona al vasto organismo docente que sostiene el Estado”.(6)

Como ya se mencionó, en los años subsecuentes, Sierra continuó el plan trazado en 1902 y prefigurado tiempo atrás. Fueron varios los factores que impidieron la creación inmediata de la universidad, mas si confiamos en las propias palabras del funcionario, uno de los obstáculos de mayor peso fue la necesidad de, previamente a la fundación de una Universidad Nacional, encauzar y consolidar la enseñanza elemental. Sin embargo, aunque inconfesos, los motivos políticos debieron ocupar un lugar nada despreciable.

Así, tras un largo proceso, el viejo proyecto universitario se hizo realidad en septiembre de 1910; a partir de entonces, México contaría con una institución de estudios superiores con carácter nacional, eminentemente laica y abierta a todas las corrientes del pensamiento, tal y como 35 años atrás la imaginara Justo Sierra.

La Cámara de Diputados tenía su sede en el edificio de la Escuela Nacional de Ingenieros. Foto: IISUE/AHUNAM/Colección Universidad, doc. 2679.

(1) El movimiento estudiantil “La Universidad Libre”, considerado por Ma. del Carmen Ruiz Castañeda como el primer conflicto estudiantil digno de meditación, se desarrolló
en la Ciudad de México del 21 de abril al 8 de mayo de 1875. Sobre el tema, Ma. del Carmen Ruiz Castañeda, La Universidad Libre (1875), antecedente de la Universidad
Autónoma, 2ª. Edición, México, 1979. (Deslinde, 110); Ma. de Lourdes Alvarado, “Las fracturas del sistema”, en La polémica en torno a la idea de universidad en el siglo
XIX, México, CESU, UNAM, 1994, pp. 70-82; Ma. de Lourdes Alvarado, “La Universidad Libre: primer movimiento estudiantil del México independiente (1875)”, en Renate
Marsiske (Coordinadora), Movimientos estudiantiles en la historia de América Latina, vol. I, México, UNAM, 1999.
(2) Justo Sierra, “Libertad de instrucción”, El Federalista, México, 30 de abril, 1875.
(3) Inicialmente, la propuesta fue publicada por El Centinela Español del 10 de febrero de 1881; un día después fue reproducido por La Libertad y el 17 del mismo mes por La
República. Finalmente, suscrito por las diputaciones de Aguascalientes, Veracruz y Jalisco fue presentado para su aprobación a la Cámara, aunque, como el mismo Sierra
aceptara posteriormente, sin el menor éxito.
(4) Justo Sierra, “La Universidad Nacional Proyecto de Creación”, Obras Completas VIII. La educación nacional, México, UNAM, 1977, p.65.
(5) “Discurso pronunciado por el Subsecretario de Instrucción Pública, Justo Sierra, el día 13 de septiembre del año de 1902, con motivo de la inauguración del Consejo Superior
de Educación Pública”, El Imparcial, México, 14 de septiembre, 1902; “Plan de la Escuela Mexicana. Discurso en la apertura del Consejo Superior de Educación Pública,
el 13 de septiembre, 1902”, Obras Completas V. Discursos, México, UNAM, 1977, pp.293-323.
(6) Sierra, “Plan de la Escuela Mexicana. Discurso en la apertura del Consejo Superior de Educación Pública, el 13 de septiembre, 1902”, Obras Completas V. Discursos,
op. cit., p. 320.


MA. DE LOURDES ALVARADO
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES
SOBRE LA UNIVERSIDAD Y LA EDUCACIÓN


3 comentarios:

CarryOnSUD dijo...

Apenas hoy leí este artículo en mi gaceta... ¿sabes dónde puedo encontrar el discurso original "Plan de la Escuela Mexicana" en Internet?
Gracias

Ivo Basay dijo...

HOla, no la verdad no sé si anda por algún lado en internet; aunque lo considero poco probable. De cualquier modo debe estar en el tomo V de sus obras completas ("Discursos")... creo que sí está allí. Si no revisa en el tomo VIII ("La educación nacional"). En uno de ellos está. Se encuentra en la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras, en la biblioteca Vasconcelos... o lo puedes conseguir en alguna de las librerias de viejo en la calle de donceles. Sí los he visto allí. Ni modo, hay mucho material que no se ha subido a internet.

Ivo Basay dijo...

Para consultar en qué otra biblioteca de la UNAM pueden estar los mencionados libros sólo entra a:

www.dgbiblio.unam.mx