Si no podemos aceptarlo como hecho, al menos admitámoslo como supuesto: los jóvenes tienen ánimos suficientes de cambiar el estado actual de las cosas. Siendo así, nada más allá de una gazmoñería significaría que nos opusiésemos al secuestro del auditorio Justo Sierra por parte de quienes lo tienen secuestrado, pues, de acuerdo a sus palabras, lo que ellos buscan con el secuestro es luchar por la justicia en el país, lo que equivale, de cierta manera, a cambiarlo. Sin embargo, nada en la suposición, o el hecho, de la suficiencia anímica de los jóvenes para cambiar el estado actual de las cosas implica que ese cambio posible, o incluso la suficiencia misma, son buenos. Si no atinamos a señalar que son buenos, entonces no tendremos mucha razón para apoyar el secuestro. Por otra parte, si no atinamos a señalar que son malos, la oposición también se disuelve en el absurdo. El asunto, por tanto, es señalar cómo son esa suficiencia anímica o ese cambio posible, ciñéndonos al de los jóvenes que actualmente tienen secuestrado el auditorio Justo Sierra; creo que pueden ser señalados cuando se compara con otro intento de cambio: el que vivió y pensó Daniel Cosío Villegas.
Pensando en su juventud, don Daniel reconoció que él, como su generación, hombres a veces tan disímiles a veces tan afines como Manuel Gómez Morín, Vicente Lombardo Toledano y Alfonso Caso, fue poseído por la ilusión revolucionaria de que podía hacer algo por el país. Bajo tal influjo entregó su juventud a la construcción del México postrevolucionario trabajando directamente en el gobierno y creando y consolidando instituciones necesarias para el fortalecimiento estatal. A los 26 años recibió de un hombre sabio un oráculo que, para su suerte y la del país, cambiaría su modo de entender y llevar la vida por completo: “se sirve mejor al país con la pluma que con la pala”. Años más tarde, encargado de la pluma y liberado de la pala, en un certero ensayo, intitulado El intelectual mexicano y la política, analizó las características del medio intelectual, incluyendo, por supuesto, las peculiaridades de la Universidad Nacional. Ahí señaló: “sin buscarlo ni quererlo, la Universidad Nacional ha acabado por desempeñar la función necesaria y nobilísima de permitir a un grupo de hombres pensar y expresarse con independencia del gobierno, hecho que por desgracia no garantiza que tal pensamiento y semejante expresión sean inteligentes, justos y desinteresados. Por la misma razón, la Universidad, sin buscarlo ni entenderlo siquiera, se ha convertido en una tierra política de nadie en la que todos meten la mano. Por ambas circunstancias, la Universidad no ha logrado hasta ahora ser una Casa de Estudios; es, en cambio, una olla política de grillos”. Para concluir afirmando: “Así tiene por delante la más hermosa tarea que pueda ofrecérsele a un intelectual: transformar el medio en que por ahora está condenado a vivir para hacerlo propicio a una acción política realmente inteligente”. O dicho de otro modo: el único modo en que se puede modificar para bien la vida política de un país es actuando con inteligencia, lo cual significa abandonar los asideros dogmáticos de las ideologías y entregarse, al modo de Cosío Villegas, a la autocrítica, que es el único modo de acción inteligente.
Por el contrario, los jóvenes que mantienen secuestrado el auditorio Justo Sierra se abotargan en su cerrazón ideológica declarando que ni hay diálogo posible ni tienen nada qué negociar, y sólo se atreven a afirmarlo porque en el fondo desconocen a los otros, porque se aferran a sus propias palabras sin llevarlas a juicio, porque se niegan a la autocrítica; y así, nos permiten ver a quienes los juzgamos, comparándolos con las ideas de don Daniel Cosío Villegas, la bondad o maldad de sus afanes, la inteligencia o estupidez de sus acciones.
3 comentarios:
Al final, todo tu choro puede reducirse que prefieres el pragmatismo político al razonamiento teórico y científico que debe proceder a la actuación política.
No encuentro contradicción alguna entre lo que erróneamente llamas ideología y la inteligencia. La formulación de teorías de la historia, de la política y la economía tales como el anarquismo y el comunismo, en las cuales fundamentamos la ocupación del auditorio, son producto de inteligencias previlegiadas, que se percataron que careciendo de una visión globallizante, holística y totalizadora de la realidad social, la acción política carecía no sólo de sentido, sino también de efectivdidad.
Pero al final, el argumento pragmatista fue pensado desde otra teoría y desde otra visión totalizante: la del liberalismo. Quienes defienden que no se piense en teorías lo hacen porque esa es la mejor manera de defender el estado de cosas, eso sí que es ideología. El posmodernismo y el antirracionalismo hoy en boga son el mejor ejemplo de esa situación: cuando el mundo entero ha sido subsumido a la lógica capitalista se pretende defender que no hay totalización teórica posible. Es la contradicción más bárbara en la historia occidental de las ideas, y por eso no puede durar más de lo que durará esta crisis económica mundia que vivimos.
Tu pragamatismo compa, es ideológico, de una totalización agresiva, la que impone que en ningún caso la totalización es teóricamente posible.
Oh, muchas gracias por su diagnóstico doctor, ahora me sé pragmático. Sin embargo, después de todo su choro veo que ha olvidado lo esencial de mi choro, que le ha dado la vuelta, que una vez más se fue por la tangente. ¿A qué se deberá?
Ahora, si contesta, vendrá otro choro que nuevamente le dé la vuelta a la pregunta. Ni modo, así son estas cosas.
El punto de tu choro es que te molesta que hagamos política dentro de la Universidad y que además ocupemos para ello un espacio. Eso según tú. Según yo, el punto de tu choro es que te molesta hagamos política de izquierda, subversiva, y que pretendamos la transformación de la UNAM en un sentido popular.
A mí me molesta que seas tan hipócrita, que no reconozcas que tú también estas haciendo política y que quieras darle al auditorio un uso político.
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