miércoles, 12 de agosto de 2009

Heroísmo universitario

Todos los universitarios son iguales, pero hay algunos más honorables que otros. Los hay que se distinguen por su talento natural, por el halo encantador de su presencia. Los hay que se dan a notar por su impecable trabajo, por una voluntad inquebrantable de hacer las cosas bien y por el bien. Los hay quienes se dan a notar por encarnar el espíritu universitario, por reunir en sí una naturaleza eminente y una vida, formada al ritmo de las acciones, impecable. Los demás, universitarios mediocres que defraudan la confianza pública depositada en ellos y que viven del uso abusivo de los bienes nacionales, son iguales, pero no honorables. Por desgracia, a veces parece que los mediocres son más y que, de no ser poco, tienen mayor éxito en la influencia dentro de la comunidad: dedicamos más tiempo a denostar a los viles que a exaltar a los virtuosos. Vayan unas líneas, cierto que breves, para exaltar a un virtuoso.

Corrían los tiempos de la revolución. Mientras los caudillos desbrozaban el campo, acabando al mismo tiempo con las alimañas y la vida, en la cátedra un hombre notable cargó sobre sus hombros la cultura nacional. Mientras los mexicanos valentones empuñaban las armas en el pantano anecdótico, un hombre valiente entonaba su profunda voz para que lo permanente fuese visible para la generación que tendría el trabajo de recoger los bagazos dejados en la casa tras la juerga revolucionaria. Los unos tienen nombres y grados distintos, el otro tiene un nombre inolvidable y un grado irrebatible. Aquellos generales Carranza, Zapata y Villa, este el Maestro Antonio Caso. Aquellos “pelearon por la patria”, este salvó al espíritu nacional. Aquellos tendrán su gran homenaje, este es recordado en algunas bellas líneas.

En la Universidad Popular Antonio Caso tuvo un público devoto: la prometedora generación siguiente, los preparatorianos de 1915. Caso cuidó la formación intelectual de los incuestionables talentos de Manuel Gómez Morín, Vicente Lombardo Toledano, Alfonso Caso y Daniel Cosío Villegas. Recuerda el último unas clases sobre cristianismo en un recinto carente de luz eléctrica: “El aspecto del salón resultaba tétrico, pues con el propósito de ahorrar velas, sólo quedaban encendidas dos. No veíamos, pues, sino el rostro de Caso, y eso como si estuviera labrado a hachazos, tan brutal, así resultaba el contraste de la luz y la sombra. Miré y escuché a Caso mil veces más dando sus clases en condiciones enteramente normales y por eso puedo estar seguro que aquellas de la Universidad Popular no desmerecieron de ninguna otra”. ¡Y ahora los mediocres hablan de represión “cuando se va la luz”!

Por aquellos días de 1915 Caso no sólo mantenía vivo el espíritu de la Universidad Popular, tomó la dirección de la Escuela Nacional Preparatoria e impartió en la misma clases de ética, psicología y lógica. Publicó dos libros: Problemas filosóficos y Filósofos y doctrinas morales. Además se encargó de enseñar estética e historia de los sistemas filosóficos en la Escuela de Altos Estudios. De uno de esos cursos se extrae una conmovedora descripción: “Se hizo el silencio expectante. Empezó a hablar el maestro. El tema del día era Sócrates. Ante nuestros ojos asombrados revivió la sociedad fastuosa y refinada de Atenas, la ciudad llena de las obras de arte más grandes de todos los tiempos. En ese ambiente situó a Sócrates. «Feo», chato, ventrudo, allí donde todos los hombres eran hermosos. Recorría las calles de Atenas inquietando los espíritus de sus conciudadanos con preguntas capciosas. La ironía de Sócrates rompía la cáscara de la vida fácil. Y así continuó la cátedra, hasta la muerte del filósofo. Terminó la clase. Nadie se movió de su asiento. Un silencio recogido, emocionado, siguió a sus últimas palabras. Fue después, pasada un poco la emoción, que estalló el aplauso”. ¡Y ahora los mediocres creen que distinguir entre hombres honorables y deshonrosos es reaccionario!

Así como el Sócrates de su clase, Caso recorría las calles de la ciudad de México, esquivando las balas, para llegar a las instituciones educativas a inquietar ciudadanos, a formarlos en la responsabilidad del buen gusto para arreglar el tiradero que sus mayores, los héroes de la revolución, dejarían después de su farra. Así como Sócrates, Caso sufrió condena: muerte política. Así como Sócrates, Caso sembró en sus discípulos la responsabilidad política del espíritu liberal: “el gobierno tiene que ser democrático, aun cuando fuere imperfecto”. Y fueron sus discípulos, la siguiente generación, quienes se encargaron de construir el México moderno.

Cultivar lo bello en medio de la inmundicia del ambiente revolucionario, ser fiel a las letras en medio de las infidelidades y traiciones de la infame lucha por el poder, buscar una vida buena en medio de la obsesión por el agandalle hace de Caso, según la insuperable definición de Alfonso Reyes, “un espíritu tan fuerte, tan sencillamente fuerte” que es digno de admirar.

12 comentarios:

Ivo Basay dijo...

¿y qué me dices de los universitarios que se afanan en "luchar" por conservar su cantina al aire libre? ¡Qué concientes son de su papel como universitarios! Los mismos que brincan cuando se medio enteran por un correo electrónico de algo llamado RIEMS, pero que nunca se preocuparon por el problema de la educación nacional: los documentos y la discusión siempre estuvieron allí, para que todos accedieran a ella si les interesaba. De los del auditorio... pues de esos ya ni hablamos.

Anónimo dijo...

excelente retorica, deberías escribir también un articulo sobre el maestro justo sierra. y no olvides recomendar la lectura de sus hermosas novelas.

se nota que eres uno de esos domesticados más que andan vegetando por las calles.

Eleutheria Lekona dijo...

Todos los días acudo a mi Universidad y la percepción más inmediata que tengo es que se trata de un recinto que está más vivo que nunca: decenas de pumabuses transportando a cientos de estudiantes a sus facultades, eventos culturales por doquier, todo mundo asistiendo a clases, las bibliotecas y fotocopiadoras abarrotadas, seminarios, ponencias, cátedras, mesas redondas, el posgrado siempre a la vanguardia, etc. Entonces, me parece una exageración –rayana en el sensacionalismo- que afirmes: “Los demás, universitarios mediocres que defraudan la confianza pública depositada en ellos y que viven del uso abusivo de los bienes nacionales, son iguales, pero no honorables. Por desgracia, a veces parece que los mediocres son más y que, de no ser poco, tienen mayor éxito en la influencia dentro de la comunidad: dedicamos más tiempo a denostar a los viles que a exaltar a los virtuosos”.

Por otro lado te cuestiono ¿qué meritos tienes tú –y aquí te lo digo con todo respeto-, para juzgar de “mediocres” a otros?, ¿cuáles son tus méritos?, ¿por qué estás, tú, fuera de dicha mediocridad? Realmente me gustaría saberlo. Parlas con tal autoridad del asunto, que –de seguro- tú no eres un mediocre.

Por otro lado, yo difiero de ti, a mí me parece que los mediocres son los menos; es más, no entiendo ese término.

Y otra cosa, estoy convencida de que la UNAM –sin excluir a otras universidades mexicanas, pero sí a la cabeza de las mismas- alberga a lo mejor de lo mejor en todas las áreas del saber. Ciencia, Arte, Humanidades, etc.

Gracias por la atención a mis líneas.

Ivo Basay dijo...

Yo no soy de quien pides respuesta estimada Eleuthería, por ello sólo comentaré contigo. Sí, suena algo (para muchos, bastante) agresivo lo que comenta mi compañero Námaste. Sin embargo, aún suponiendo que no tenga razón y que los mediocres no son los más creo que como universitarios hay que escuchar este tipo de críticas y aprender de ellas. El contexto en el que lo menciona Námaste es obviamente en el de nuestro combate contra los mediocres que secuestran el Justo Sierra. No sé exactamente a quién se refiera él. Yo también compartí, y comparto aún en alguna medida, tu apreciación acerca de la vitalidad y magnificencia de la vida en nuestra UNAM. Sin embargo al pasar de los años uno ve con desánimo que no todo es miel sobre hojuelas: indiferencia de los estudiantes, rapiña en diversos ámbitos (académicos, estudiantiles, burocráticos, sindicales), irresponsabilidad, etc. Pero tienes razón: si esto fuera regla general nuestra Universidad no ocuparía el digno lugar que ocupa hoy. Repito: cuando alguna crítica llegue a nuestros oídos, como universitarios lo que tenemos que hacer es poner manos a la obra, no para desmentir al crítico, sino para evitar que nuestra Universidad deje de ser lo que muchos de nosotros vemos todavía en ella: la mejor institución de enseñanza del país. A propósito, no te pierdas este lunes un artículo revelador al respecto de Octavio Paz, artículo que transcribimos para que lo puedan leer ustedes, que nos hacen el favor de prestarnos su atención. Gracias de verdad, que este sitio se hizo para escuchar, para que la gente se exprese como tú, con Libertad.

Námaste Heptákis dijo...

Al menos hay algo claro, Eleutheria Lekona: no vemos igual a la universidad. Sí, yo también veo pumabuses transportando a cientos de personas, que no sé si realmente se transportan para estudiar; veo que hay eventos culturales por doquier, que no sé si realmente son iluminadores; veo que algunos asisten a clases, pero no acepto que sea "todo el mundo", que eso también es sensacionalista; veo bibliotecas abarrotadas, y qué bueno que sea así, pero no queda claro si eso quiere decir que las bibliotecas quedan chicas o la comunidad les queda grande; también sé que hay todo lo que mencionas y que el posgrado de que está a la moda está a la moda. Todo eso lo veo, la pregunta sería si por estar así es honorable. El metro está más abarrotado que las bibliotecas, pero eso no lo hace honorable. La ciudad está llena de espectáculos, el equivalente extraescolar de los seminarios, ponencias, cátedras, mesas redondas; pero no veo que eso vuelva honorables a los asistentes.

Ahora bien, que quede claro de una vez, la mediocridad no es vileza. Eso lo apunté con claridad en el primer párrafo. Lo malo de nuestra mediocridad es que tendemos más hacia lo vil que a lo honorable, por eso digo que nos ocupamos más de ello. Finalmente no he sido yo el que ha dicho que la mediocridad en cuanto tal es mala.

Sobre quién es apto para juzgar las cosas he de decir poco, pues el asunto es más amplio, pero supongo que en principio apunta a quien puede hacer distinciones entre una cosa y otra sin que le pese el resultado del juicio, lo cual no lo exime de quedar agrupado entre los distingos. El mismo problema está en tu juicio sobre la grandeza de la UNAM en "todas las áreas del saber".

Y por último yo pregunto: ¿por qué esa obsesión megalómana de los unamitas de que a su universidad, como antes a la Guadalupana, no se le toca?

Muchas gracias

Námaste Heptákis dijo...

Anónimo:

Mal hermeneuta el que supone más de lo que el texto dice. No hay un sólo detalle en mi artículo que permita decir que yo ando en la calle, y mucho menos que ando como los vegetales.

Se nota que tú eres de esos que... ah verdad, yo no caigo tan bajo.

Eleutheria Lekona dijo...

PRIMERA PARTE

La típica falacia: compararnos con fanáticos devocionistas de la guadalupana (si no te gustó este aserto, ¿para qué usaste la frase “los unamitas” y con ello -de forma implícita- el cuantificador universal? ¿Por qué no, mejor, “algunos unamitas”?). Decía, la típica falacia: compararnos con fanáticos devocionistas de la guadalupana. La UNAM existe, la guadalupana -desde luego- no; la UNAM ha recibido este año el "Príncipe de Asturias" por su labor en comunicación y humanidades, la guadalupana, no. De modo que tu ¿metáfora?, simplemente, es un sofisma. Por otro lado, el que nuestra universidad sea la mejor universidad de Iberoamérica, no implica suponer que hemos llegado al culmen de nuestras capacidades, no implica sentirnos satisfechos y rezagarnos; al contrario, ahora más que nunca debemos ser capaces de generar espacios de autocrítica. Pero cuando digo autocrítica me refiero a una actitud constructiva y no a sentarse a afirmar -como con espanto- que nuestra institución está influida por mediocres y todo aquello que parece el discurso de un neoconservador. Te lo pongo así de simple: siéntate frente a un espejo y ve qué has hecho mal con tu universidad, mírate y pregúntate qué puedes mejorar y, si has llegado a tu clímax de perfección, entonces, salte a predicar a las islas de CU e impulsa una corriente renovadora para nuestro recinto.

Dices: “Sí, yo también veo pumabuses transportando a cientos de personas, que no sé si realmente se transportan para estudiar” y te pregunto ¿el que tú no lo sepas es razón suficiente para afirmar que no lo hacen? De modo que cuando dudas –por ignorancia- que los estudiantes que aglutinan los pumabuses realmente están allí para estudiar, ¿qué queda como hipótesis?, ¿qué supones tú?, ¿para qué crees que están allí? En fin, veo que le concedes muy poco a tus congéneres y a la humanidad; espero que no seas de esos típicos que creen que sólo ellos, además de los hombres trajeados y aquellos que concurren en los circuitos “intelectuales”, son capaces de conocimiento. Espero que no seas de esos espero que sobreestiman sus propios logros y subestiman los de los demás (a quienes, a priori, no se conoce). De lo contrario, estarías muy cerca de transgredir los linderos de la mediocridad.

[CONTINÚA]

Eleutheria Lekona dijo...

[CONTINUACIÓN]

SEGUNDA PARTE

Por cierto, el resultado del juicio poco nos pesa cuando quedamos excluidos de él; cuando hables de la mediocridad en la UNAM, asegúrate de dejar bien definido el término y asegúrate de incluir, más que a personas, situaciones. Qué fácil es hablar de mediocridad aludiendo a estudiantes que parecen fantasmas, que no tienen cara ni nombre, que no pueden defenderse. Da nombres, datos y hechos concretos y no sólo lo que a tu percepción le parezca digno de tal mote.

Y ¿sabes una cosa? celebro mirar a mi alma nutricia, con ojos distintos a los tuyos.

Finalmente, cuando dices que el posgrado está de moda, bueno, no, esto es ya irrisorio ¿De verdad crees que los cientos de estudiantes que acudimos a las aulas de posgrado, estamos allí por qué nos lo dictan las tendencia primavera/verano? Chale, mi amigo, el conocimiento es belleza y libertad; ésto, muchos humanos lo sabemos. Pero creo que tú ignoras que lo sabemos; parece que lo concibes privativo de ti y de tus ídolos de pies de barro.

Eleutheria Lekona dijo...

ERRATA

En la primera parte, último párrafo, debe decir:

Espero que no seas de esos que sobreestiman sus propios logros y subestiman los de los demás (a quienes, a priori, no se conoce).

Y no:

Espero que no seas de esos espero que sobreestiman sus propios logros y subestiman los de los demás (a quienes, a priori, no se conoce).

Saludos...

Námaste Heptákis dijo...

De nueva cuenta, Eleutheria Lekona, hay que ir por partes.

Creo que no necesariamente es un sofisma, pues ni siquiera atinas a afirmar que sea un intento argumental. Además querer descalificar una pregunta, para salirse por la tangente y no contestarla, hablando de la realidad de la UNAM y la Guadalupana no me parece la opción más acertada. ¿Por qué negar la existencia de la Guadalupana? Si quisiera refutar como lo haces diría que eso no se vale porque no es un pensamiento neoconservador, pero no lo haré. ¿Qué me dice que el pensamiento neoconservador es acertado? ¿O por qué suponer, como lo haces tú, que es erróneo? Además, que la UNAM haya recibido un premio, pues está muy bien, si eso da realidad a la institución y es prueba fehaciente de su calidad. ¿Cuántos reconocimientos no habrá recibido la Guadalupana a lo largo de los siglos? Que tenga uno, dos o tres premios no es suficiente para demostrar que algo es bueno. Muchos premios se compran, otros más se dan para consolar, otros son sólo formalidades curriculares. ¿Cómo demostrarías que el "famoso" premio Príncipe de Asturias ennoblece a la UNAM? ¿Por qué se lo merece? ¿Eso la hace mejor?

En cuanto a la crítica constructiva, dado que en nuestros "tolerantes" tiempos la destrucción de lo vil es tabú, ¿sabes qué pasa cuando se construye sobre el fango?

En cuanto a las pocas concesiones a mis congéneres pasa lo mismo que con tus muchas concesiones. ¿Por qué no se las concedes, también, a los trajeados y a los "intelectuales"? Ah no, pero yo soy el excluyente despreciador.

También soy yo el que habla de fantasmas y no da datos, que son tan fáciles de suponer cuando se construye, se habla positivo, se ve bonito a la institución y se les concede a los congéneres de esa inmensidad amorfa que tantos idolatran. La situación es muy similar, aunque no la celebres.

Ya por último, en cuanto a la moda, nada más hay que echar un vistazo a los planes de estudio, el contenido de los cursos y las tesis de posgrado para entender de lo que hablo.

Muchas gracias.

Eleutheria Lekona dijo...

Me has hecho reír, un sofisma es un argumento -sin validez lógica, claro, pero lo es.

Imposible sostener un diálogo a la altura contigo. Lleno de falacias y omisiones.


Y ya no pierdo mi tiempo, para hacer un diálogo debe contarse con interlocutores honestos, que apelen a la lógica y a la actitud ética. Tú, por ejemplo, dices "Que tenga uno, dos o tres premios no es suficiente para demostrar que algo es bueno" y, al hacerlo, omites que en mi contestación dije justamente eso; que no porque se tenga un premio debemos sentirnos en el culmen de nuestro desarrollo como institución.

Fin del "diálogo".

Námaste Heptákis dijo...

Enuncio una, divertida, paradoja: yo inicié hablando de alturas y alguien más me ha increpado sobre mis méritos para determinar alturas; me terminan, que no termino, juzgando sobre mi altura sin justificar los méritos de quien juzga. Y ahora soy yo a quien le faltan concesiones.

Muchas gracias