miércoles, 26 de agosto de 2009

Bondades plumíferas

Es común escuchar que la juventud no es permeable a las palabras por el tesón revolucionario que la caracteriza. De ser cierto, estaríase suponiendo que la exaltación juvenil por la revolución no se origina en las palabras. Sin embargo, una y otra vez los jóvenes revolucionarios defienden la legitimidad de sus intentos jactándose de tener la razón. Por ello, no hay que confundirnos, las palabras pueden permear el alma humana para orientar la acción conforme a la razón o conforme a algo más: tanto las arengas como los silogismos permean al hombre. El problema entonces sería el buen tino para decir las palabras: no sólo en el modo de comunicar el mensaje, sino también, y sobre todo, en el sentido y el fin del mensaje mismo. Porque a simple vista se ve que quienes afirman que los jóvenes revolucionarios no escuchan las palabras son, precisamente, aquellos que hablándoles no logran más que ser ignorados. La verdad es que sí escuchan palabras, el problema es que no escuchan las mejores. De alguna manera, por tanto, se ha de buscar que las buenas palabras lleguen a sus oídos y los encaminen a nobles fines.


En la historia patria hay un aleccionador ejemplo de conversión juvenil por medio de la palabra. El pasaje es de las páginas anecdóticas de Daniel Cosío Villegas, quien narra una fugaz visita de Alfonso Reyes a México en 1924 y la correspondiente bienvenida que la generación de 1915 le brindó. En la reunión con el caballero de la palabra los jóvenes le presumieron del siguiente modo los avances del México revolucionario, en buena medida promovidos y realizados por ellos a lo largo de diez años: “Una reorganización completa y radical de la Universidad, con Caso como rector; un departamento nuevo de intercambio y extensión universitarios, cuya jefatura tenía Henríquez Ureña; la edición de los Clásicos Universales, tarea que dirigía Julio Torri [...]; la reaparición del Ministerio de Educación Pública, y el vastísimo programa de educación rural y de bibliotecas populares. El establecimiento de un banco de crédito agrícola para financiar los ejidos [...]; la creación en la Secretaría de Hacienda del Departamento Técnico-Fiscal que prepararía la gran reforma fiscal; creación próxima del banco único de emisión, y dentro de él, la primera escuela de economía del país. Y estaba también el movimiento obrero, sano, pujante, más el Partido Laborista que, como el británico, acogería a los intelectuales avanzados”. Todo eso en diez años, mientras que los jóvenes de ahora necesitan dejar pasar diez años para no ayudar al país en nada y, en cambio, robarle durante todo ese tiempo un espacio vital a la Universidad.


Según palabras de Cosío, “Reyes quedó atónito ante aquel despliegue de fe turbulenta”, de ánimos revolucionarios por beneficiar al país con el trabajo propio, por organizar al país desde los restos que de él habían quedado tras el gran fratricidio revolucionario, de trabajar, y trabajar mucho, para decirlo en pocas palabras. Reyes, como buen caballero que era, agradeció el despliegue de bondades con que los jóvenes lo recibieron. Cuenta Cosío que, ya de madrugada, camino al departamento alfonsino y acompañado del joven Daniel, el sabio Alfonso comentó que “entendía y aplaudía el entusiasmo y decisión de convertirnos en hacedores de un México nuevo: pero si entre nosotros había gente de talento y con vocación literaria, a la larga beneficiaríamos más al país con la pluma que con la pala”. Daniel Cosío Villegas tardó en entenderlo, pero lo entendió, y al paso del tiempo su pluma se volvió, quizá junto a la de Octavio Paz, la guía indispensable para comprender la vida política de México y andar su doloroso camino hacia la democracia. Sólo le bastó un buen consejo de un buen hombre. Quizás en nuestros tiempos hagan falta los buenos hombres y sobren los jóvenes revolucionarios que no se saben necesitados de consejo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Claro que me explayo, sin duda. Creo que tengo un par de muchas cosas que decir, tantas que ni sé qué decir primero. Pero supongo que lo más importante es que todo lo que pueda decir ahora tienen un sólo fin específico: tengo la plena conciencia de que debo celebrar el hallazgo de este blog.
Recién me di cuenta de que ustedes comentaron algo que tiene dos años que publiqué en internet "Teatro impsovisado". Al respecto me dicen: "Ví que ya no seguiste escribiendo", y luego agregan "te invito a la lectura de nuestro trabajo y a que continues con el tuyo (si aún tienes ganas, o esperanzas)" Y ahí es dode yo digo: jóvenes, la pregunta es necia. Claro que tengo ganas, y más ahora que los leo. Lo cierto muy cierto es que a mí me ganó la apatía colectiva, por eso les digo lo mismo ahora sobre su blog: fue una bocanada de aire fresco leerlo, en medio de tanta indiferencia.
No sé qé decir, tal vez que encontrar su blog es como llegar, ya muy jodido, en medio de una guerra, a un puesto aliado. Uno no se siente tan pequeño. Uno deja de sentirse como una ilsa de monólogos sin eco.
Por supuesto que quiero trabajar en esto, por su puesto que no quiero hacerlo solo, por supuesto que me interesa muchísimo su trabajo. Porque no sólo es el blog con más continuidad que leo, sino el mejor organizado y hasta el mejor redactado. Les pido que mantengan contacto conmigo, les adjunto mi correo electrónico: lontamandanza@hotmail.com
Y no me queda más que felicitarlos sinceramente por su trabajo de calidad. Se ve que no hablan por hablar. Gente pensante.
Felicidades sinceras.
-Felipe Guevara.

P.D: Recuerden lo que de más cierto digo en mi texto sobre el auditorio:

No permitamos que el recuerdo de nuestro auditorio sea demolido por completo y de la manera más absurda, pues demoler es querer olvidar lo que nos pertenece y funciona como apología de nuestra estupidez

José Luis dijo...

La información es necesaria, de lo contrario el enfretnamiento sería a tientas, basado en datos insuficientes, en un rechazo quizás ciego (aunque no tanto, por que de lejos se ve como las cosas podrian ser mejores respecto al Justo Sierra). Pero hay una cosa que falta, que creo yo que debe comenzar a planearse para posteriormente plantearse a un buen número de compañeros. Y esta cosa es muy obvia: ¿Qué podemos nosotros hacer para acelerar la salida de los ocupantes del Auditorio?
Se me ocurre una cosa que supongo ya se le ha de haber ocurrido a otro. Esto es, dejar de comprar en sus negocios, no entrar a sus talleres y claro, tratar que la mayor cantidad de personas posible haga lo mismo. Esto ultimo seria más efectivo mediante una campaña, pero al mismo tiempo tiene sus problemas. De cualquier modo la idea del embargo económico, de lograrse, haría que las cosas fueran un tanto más dificiles para los ocupantes. Lo que hay que pensar es el cómo.

Ivo Basay dijo...

Gracias por tus comentarios. Ya veremos de comunicarnos contigo, mientras tanto aquí seguiremos publicando, esperando que más personas nos lean. Nuestra esperanza es batir la apatía de la comunidad, no tanto convencer de algo a los necios que ocupan el auditorio, eso es casi imposible. Mientras tanto será de gran ayuda que difundas el sitio con las personas que desees. No pretendemos ser los que lleven la batuta del asunto. Nos esforzamos tanto (porque sí es difícil) para que los demás vean la importancia del asunto y hagan escuchar su voz por el medio que mejor les parezca. Claro, sumando esfuerzos se logrará algo pero primero hay que sacudir las conciencias del resto de los compañeros universitarios.
Si no les duele la espina clavada, si no la sienten, difícilmente se quejarán; más difícilmente intentarán arrancarla.

Señor José Luis: Sí, por supuesto la información es clave. A muchos no les molesta tanto el asunto de la ocupación en tanto no saben a qué se debe. O quién la detenta. Esperemos que fluya ésta. Al respecto espero que más personas de las que nos leen se animen a escrbir en los comentarios de este blog (o si desean abrir sus propios foros y difundirlos) los testimonios con los que cuenten acerca del auditorio y su ocupación.
Es buena idea difundir un boicot mercantil, aunque la verdad me sorprende que éstas personas puedan subsistir de las chácharas que aún venden (siendo que el comercio de música y películas ha cesado, al menos en los corredores externos de la Facultad). ¿Tendrán otro tipo de financiamiento? No lo sé.
Gracias por leer y comentar, a ambos.