Desde hace años la UNAM ha sido, parcialmente, privatizada. Lo irónico es que esto ha sido llevado a cabo por quienes hace diez años decían defender la universidad pública. Cierto es, hay que decirlo, que sólo una pequeñísima fracción de los que participaron en ese movimiento que inició en el año 1999 son los que ahora ocupan para beneficio propio diversas instalaciones de la universidad pública más grande del país. ¿A qué uso de la palabra "privatizar" me refiero aquí? A uno muy cercano al que se tiene en mente cuando se habla de la privatización del petróleo, las telecomunicaciones, la salud, etcétera. Ciertamente es un sentido no muy preciso. En términos generales ese término diabólico se refiere, creo yo, a lo siguiente: privatizar es otorgar a uno o varios particulares la concesión de administrar algún recurso que originalmente pertenece a la nación.
Es decir, dar el permiso al particular para que administre algún recurso que idealmente debería ser administrado por alguna instancia pública y para beneficio del pueblo, pero que por alguna u otra razón se considera que ya no es viable que sea así. Hay que agregar que el particular admite esta tarea no por altruismo sino porque la concesión le reportará beneficios económicos.
Este sentido es más o menos al que aparentemente se temía hace 10 años en la UNAM. Recuerdo las consignas: "¡No a la privatización de la educación!" se decía. Pues se pretendía cobrar entonces una cuota (semestral si no mal recuerdo) de unos $500 (si no mal recuerdo también). Sin embargo notamos aquí que no queda muy claro a qué particular se sospechaba que se le iba a otorgar la concesión de la educación superior.
Pero lo que me interesa poner de relieve es que algunos de los que en aquel 1999-2000 decían defender la educación pública terminaron privatizando parte importante del patrimonio universitario recién acabada la huelga. En diversos sitios (creo que en cada escuela, preparatoria, CCH y facultad de la UNAM) varios individuos tomaron posesión de espacios de la Universidad bajo diversas consignas. Consignas tales como mantener territorios libres y autónomos (¿libres y autónomos respecto a qué? no sé), espacios culturales, espacios "de lucha autogestiva", etc. No es mi intención descalificar a priori los objetivos programáticos que al parecer motivan la toma de espacios.
Sin embargo no deja de llamar la atención que esos espacios tomados sean "espacios de lucha, de denuncia" bastante lejanos de donde puedan escucharlos los usuales demandados (el Presidente, los diputados, la policía, los gringos...). Sí, es usual ver todavía pintas contra el neoliberalismo, los partidos políticos, los funcionarios y lo que usted quiera y mande en lugares que los increpados no suelen frecuentar.
Por eso digo que los supuestos paladines han sido al final los villanos. Con el pretexto de defender las causas populares se han atrincherado en las instalaciones de la Universidad. Ahora hablaré sólo del Auditorio Justo Sierra de la Facultad de Filosofía y Letras. Y hablaré de él porque es del lugar donde sí me consta lo que ocurre. Digo entonces que esos paladines de la justicia terminaron privatizando el auditorio de la Facultad e instalaciones aledañas. ¿Cómo es eso? Atendiendo al significado en uso del término "privatizar" veamos si se cumplen las condiciones de la definición que se han esbozado.
1. La UNAM, hasta donde yo sé, no le otorgó a las personas que ocupan el auditorio la concesión de su administración, ellos lo tomaron por la fuerza. Por tanto quizás no cabría hablar hasta aquí de privatización sino de expropiación...
2. Sin embargo, un grupo de particulares administra el auditorio y sus recursos. Recursos que originalmente eran administrados por la UNAM para beneficio del pueblo de México.
3. Los ocupantes del auditorio lucran con los recursos de la UNAM que han hecho suyos. Proyectan películas y tienen el descaro de cobrar. Claro, también ellos necesitan comer ¿pero por qué buscar trabajo como la gente normal que paga impuestos con la esperanza de que algún centavo de lo que aporten sea destinado a la educación pública? Mejor cobrar por proyectar películas, vender sin pagar el respectivo impuesto (¡viva el libre comercio!) , incluso ¡gran idea!, alquilar el recinto universitario para organizar conciertos de rock urbano (y revolucionario, claro) y sacar algo de las entradas...
Aunque el punto 1) de la definición no ha sido satisfecho, los puntos 2) y 3) sí se cumplen... así que podríamos hablar de una privatización violenta, en la que la institución pública (la UNAM) cede a particulares la administración de un recurso, violencia de por medio. Un grupo de personas administran y lucran para beneficio propio con los escasos recursos de la Universidad. Y tan escasos para la Facultad de Filosofía y Letras que desde hace tiempo no tiene conciertos u otras actividades que requieren del espacio apropiado. La Facultad quiere de vuelta sus espacios. Y los univeristarios tenemos que avalarlo; creo que no hablo con mentiras cuando declaro que la Universidad con sus limitados recursos hace todo lo posible por el progreso del país sin cerrarle la puerta a absolutamente nadie; al menos no por motivos extra-académicos. Los eventos culturales de la UNAM apenas se autosubsidiarían con lo poco que cuestan en proporción a su calidad, la UNAM cuenta con importantes bibliotecas que son de acceso a cualquier persona, admite como alumnos a todos los que hagan los méritos necesarios (admitiendo sobrecupos impresionantes). ¡Defendamos a la Universidad de sus verdaderos enemigos! Se lo debemos.
Es decir, dar el permiso al particular para que administre algún recurso que idealmente debería ser administrado por alguna instancia pública y para beneficio del pueblo, pero que por alguna u otra razón se considera que ya no es viable que sea así. Hay que agregar que el particular admite esta tarea no por altruismo sino porque la concesión le reportará beneficios económicos.
Este sentido es más o menos al que aparentemente se temía hace 10 años en la UNAM. Recuerdo las consignas: "¡No a la privatización de la educación!" se decía. Pues se pretendía cobrar entonces una cuota (semestral si no mal recuerdo) de unos $500 (si no mal recuerdo también). Sin embargo notamos aquí que no queda muy claro a qué particular se sospechaba que se le iba a otorgar la concesión de la educación superior.
Pero lo que me interesa poner de relieve es que algunos de los que en aquel 1999-2000 decían defender la educación pública terminaron privatizando parte importante del patrimonio universitario recién acabada la huelga. En diversos sitios (creo que en cada escuela, preparatoria, CCH y facultad de la UNAM) varios individuos tomaron posesión de espacios de la Universidad bajo diversas consignas. Consignas tales como mantener territorios libres y autónomos (¿libres y autónomos respecto a qué? no sé), espacios culturales, espacios "de lucha autogestiva", etc. No es mi intención descalificar a priori los objetivos programáticos que al parecer motivan la toma de espacios.
Sin embargo no deja de llamar la atención que esos espacios tomados sean "espacios de lucha, de denuncia" bastante lejanos de donde puedan escucharlos los usuales demandados (el Presidente, los diputados, la policía, los gringos...). Sí, es usual ver todavía pintas contra el neoliberalismo, los partidos políticos, los funcionarios y lo que usted quiera y mande en lugares que los increpados no suelen frecuentar.
Por eso digo que los supuestos paladines han sido al final los villanos. Con el pretexto de defender las causas populares se han atrincherado en las instalaciones de la Universidad. Ahora hablaré sólo del Auditorio Justo Sierra de la Facultad de Filosofía y Letras. Y hablaré de él porque es del lugar donde sí me consta lo que ocurre. Digo entonces que esos paladines de la justicia terminaron privatizando el auditorio de la Facultad e instalaciones aledañas. ¿Cómo es eso? Atendiendo al significado en uso del término "privatizar" veamos si se cumplen las condiciones de la definición que se han esbozado.
1. La UNAM, hasta donde yo sé, no le otorgó a las personas que ocupan el auditorio la concesión de su administración, ellos lo tomaron por la fuerza. Por tanto quizás no cabría hablar hasta aquí de privatización sino de expropiación...
2. Sin embargo, un grupo de particulares administra el auditorio y sus recursos. Recursos que originalmente eran administrados por la UNAM para beneficio del pueblo de México.
3. Los ocupantes del auditorio lucran con los recursos de la UNAM que han hecho suyos. Proyectan películas y tienen el descaro de cobrar. Claro, también ellos necesitan comer ¿pero por qué buscar trabajo como la gente normal que paga impuestos con la esperanza de que algún centavo de lo que aporten sea destinado a la educación pública? Mejor cobrar por proyectar películas, vender sin pagar el respectivo impuesto (¡viva el libre comercio!) , incluso ¡gran idea!, alquilar el recinto universitario para organizar conciertos de rock urbano (y revolucionario, claro) y sacar algo de las entradas...
Aunque el punto 1) de la definición no ha sido satisfecho, los puntos 2) y 3) sí se cumplen... así que podríamos hablar de una privatización violenta, en la que la institución pública (la UNAM) cede a particulares la administración de un recurso, violencia de por medio. Un grupo de personas administran y lucran para beneficio propio con los escasos recursos de la Universidad. Y tan escasos para la Facultad de Filosofía y Letras que desde hace tiempo no tiene conciertos u otras actividades que requieren del espacio apropiado. La Facultad quiere de vuelta sus espacios. Y los univeristarios tenemos que avalarlo; creo que no hablo con mentiras cuando declaro que la Universidad con sus limitados recursos hace todo lo posible por el progreso del país sin cerrarle la puerta a absolutamente nadie; al menos no por motivos extra-académicos. Los eventos culturales de la UNAM apenas se autosubsidiarían con lo poco que cuestan en proporción a su calidad, la UNAM cuenta con importantes bibliotecas que son de acceso a cualquier persona, admite como alumnos a todos los que hagan los méritos necesarios (admitiendo sobrecupos impresionantes). ¡Defendamos a la Universidad de sus verdaderos enemigos! Se lo debemos.
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