sábado, 16 de abril de 2011

Mejor, pidamos que nos pongan donde de verdad no hay, a ver si aprendemos

Es cierto, los estudiantes de la UNAM (todavía) no tenemos (o tuvimos) que sufrir algunas de las pesadillas que plagan el sueño y la vigilia de estudiantes en otras latitudes. Cosas como, por ejemplo, los usurarios préstamos universitarios que, en los Estados Unidos, encadenan a jóvenes y padres de familia a pagar, durante años, mensualidades de espanto.

No por nada los gringos se la pasan importando profesionistas de otros países.

Por otro lado, en nuestro templado y feraz país, ningún estudiante, por "proletario" que sea, se ve obligado a enfrentarse a nevadas polares para llegar a sus clases, ni a "balancear" sus comidas con tres tristes verduritas.

Y no, señores okupas y asambleros, no estoy diciendo que vivimos en Jauja, ni que acá se amarran los perros con el proverbial chorizo. Lo único que afirmo -con cierta razón que me da la experiencia- es que, acá, la vida no ha tratado tan mal a los estudiantes.

Y hay otra consideración: la UNAM es una universidad de primera. OK, puede ser que estemos en el lugar no-sé-cuántos en la escala mundial de no-sé-quién; pero a mí no me cuentan en esto: el individuo que tiene la capacidad y la voluntad suficientes sale de estas aulas preparado, en la disciplina que quieran, para medirse con los mejores especialistas de aquí, allá o acullá.

Entonces, ¿a dónde voy con todo esto? Es muy simple: a que, si queremos verlo así, en la guerra, el mejor soldado es el que sabe sacarle el mayor partido posible a lo que tiene.

(Y la súbita aparición del lenguaje militar en este texto obedece a un motivo muy intencional: es el "idioma" que -supuestamente- entiende mejor la "comunidad progresista" universitaria).

Dicho con otras palabras, no hay mejor manera de garantizar el fracaso en cualquier "campaña" que desperdiciar los recursos que se tienen. Y yo me atrevería a afirmar que no hay, en todo el orbe, un país y una universidad cuyos abundantísimos recursos sean más estúpidamente dilapidados que en los nuestros.

Pondré el mejor ejemplo que se me ocurre de lo que digo: el comedor vegetariano y la cafetería que mantienen al "auditorio" Che Guevara de nuestra facultad.

Ahí, la situación es ésta: por el precio de una poco nutritiva "comida corrida", o de un cafesito, el irresponsable universitario "consciente" no está, por supuesto, compensándole a la UNAM el gasto de agua, luz y otros recursos ilegalmente acaparados por los "kolectivos". Y eso es desperdiciar. Pero hay algo peor: cada peso entregado a los culpables del despojo, es un apoyo material que prolonga la "vida inútil" de instalaciones vitales para el funcionamiento de nuestra facultad, una escuela responsable de buena parte de la excelente reputación de la UNAM.

Y lo que resulta de lo anterior es la evidente, paradójica y jodida conclusión de que hay un buen número de universitarios que, básicamente, le paga a una organización criminal para 1) entorpecer las actvidades académicas de la institución, 2) dificultar la convivecia y 3) malgastar recursos públicos. Y todo, ante la mirada indiferente de las autoridades.

Consideremos un ejemplo más: periódicamente, los llamados "exámenes tutelares" que se aplican en el posgrado de Ciencias Biomédicas -programa que, en su momento, se anunció como el experimento académico más avanzado de la UNAM-, ponen de manifiesto la pésima formación básica de la mayoría de los alumnos que, por ignotas razones, llegan a esos niveles de especialización. Y a pesar de la evidencia, ninguna autoridad ha dispuesto que se reestructuren los planes de estudio y los mecanismos de control de calidad en el área de ciencias médicas, con el objetivo de justificar el presupuesto que ejerce el instituto.

En resumidas cuentas, es por este tipo de cosas que, en este espacio, seguimos insistiendo que la comunidad universitaria debe adquirir la honestidad suficiente para reconocer que este país y esta universidad tienen muchos recursos, y que pertenecer a ellos tiene sus innegables ventajas. Y que nuestro mayor problema es que, hasta el momento, seguimos pasando de panzazo, cuando bien nos va, la materia de saber administrarnos.

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