domingo, 3 de abril de 2011

El Plan Universitario de Protección Civil

Iskra ("La Chispa") se llamó un famoso periódico revolucionario, fundado por Lenin, y su lema explicaba el título: "de la chispa nacerá la llama". La elección de esa palabra que, en su aspereza y brevedad, recuerda la acción del pedernal de un encendedor, me parece muy afortunada. Pero esa es una cuestión poética que aquí no viene al caso, lo reconozco. El hecho es que me acordé de este dato leyendo el artículo "Estudian recuperar el auditorio Che Guevara", aparecido en Milenio el 10 de junio de 2009, por aquello que, según la nota, "integrantes de la comunidad universitaria sostienen": "el desalojo también podría ser la 'chispa' que 'incendie' el campus".

Consciente de que aquello que en la prensa se suele denominar "comunidad universitaria" es, en general, el conjunto de individuos relacionados (directa o indirectamente) con la UNAM que simpatizan con la llamada "opción política de izquierda", no me sorprendería descubrir que el vocero de este "sentimiento popular" se hubiera acordado, al momento de confeccionar la metáfora, de sus lecturas de Vladimir Illich.

Por un momento, parecería que nos encontramos frente a una paradoja: ¿desde cuándo la izquierda le tiene miedo a los chispazos y subsecuentes llamaradas revolucionarias? Sin embargo, no hay tal contradicción: lo que sucede es que, como todos sabemos, las cosas han cambiado mucho en el panorama revolucionario -o quizás no tanto, pero eso ya lo veremos-: si no para todos, al menos para muchos izquierdistas mexicanos -sobre todo para aquellos que tienen su cómodo lugarcito asegurado dentro del "sistema" (profesores con chamba, alumnos matriculados y con aspiraciones a un buen puesto sindical, etc.)-, la "sociedad" ya superó la época de las revueltas y el revoltijo; ahora, la revolución debe ser encausada por hombres serenos y de razón -como el rector Narro-, por la vía ¿"institucional"? Ejem... dejémoslo en "ordenada y democrática".

Sin embargo, quizás yo esté, de manera inadvertida, cayendo en un ingenioso juego retórico. Y no es que dude que, en caso de que el "Che" se conviertiera en el epicentro de un terremoto revolucionario de verdad, más de la mitad de la "comunidad universitaria" saldría pitando hacia Europa o los Estados Unidos. Hasta estoy dispuesto a conceder que muchos izquierdistas de campus "detectan" cierta indefinible incongruencia moral y jurídica en las acciones delincuenciales de la okupa y que, por tanto, su "condena" es hasta cierto punto auténtica; pero yo creo que estas personas, cuando aconsejan "privilegira el diálogo" y "negociar, dialogar, convencer a los que están ahí", lo que más les preocupa es salvar la cara.

Si lo pensamos bien, la cuestión, para ellos, no tiene pierde: si alguien va y saca a empujones a los gamberros, y no pasa nada, todo se resuelve bien: la izquierda se libra de unos cuantos impresentables, que ya venían costándole mucho en términos de imagen pública, y se corrige algo que bien que saben que está muy mal; dos pájaros de un tiro. Y si la prensa empieza a gritar "¡represión, represión", ¿qué importa? Al fin y al cabo, ellos siempre estuvieron "a favor del diálogo", y los descalabrados no son su culpa.

Por otra parte, en el remotísimo caso de que la revolución prenda como reguero de pólvora, y no encuentren lugar en el primer vuelo a París o Nueva York, ellos ya compraron su seguro de supervivencia política: un recorte en el periódico que prueba que siempre se opusieron a la violencia institucional.

Es el mejor ejemplo de lo que los gringos llaman a win-win situation, y creo que a todos aquí nos encantaría estar en los finas zapatillas de la "comunidad universitaria", si no fuera por un pequeño detalle: que todo es pura hipocresía.

Me explico: tomar una posición ante este tipo de conflictos es como consumir una comida corrida: hay caldo de verduras o sopa de pasta: una o la otra. En otras palabras, no se vale "condenar" el robo de la okupa, y luego cruzarse lindamente de brazos; porque a eso equivale querer "negociar" (!) y "dialogar", para tratar de "convencer" a quienes, estando "ahí", tienen asegurados casa, comida y sustento. Para acabar, esos mismos que están "ahí" han dicho, muchas veces y en los términos más claros, que no se van a ir a ningún lado, llueva, truene o relampaguee.

Así que dejémonos de pamplinas "condenatorias": o la rectoría le coloca un enorme moño azul y oro al auditorio, y le regala las instalaciones a los haraganes que se las han apropiado, en contra de la razón y del derecho, para no "quemarse"; o manda llamar a la policía, y se compra unos cuantos trajes revestidos de asbesto -por si las dudas-.

¿Que el asunto es "delicado", dice usted, don José? ¿Que no hay manera de actuar sin comprometer la carrera? Hombre, ¡claro que todo eso es cierto! Pero, óigame, ¿acaso creyó usted que la chamba de rector nomás se trata de cortar listones? En ese caso, le pido perdón: usted no es un hipócrita. Lo que es, se dice con una palabra que prefiero no utilizar en este momento.

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