miércoles, 20 de octubre de 2010

Para despejar una ecuación...

(hace falta una poca de gracia, y otra cosita)

Reivindicar está de moda en la UNAM, todos lo sabemos; y para lograrlo se organizan asambleas, encuestas democráticas y diálogos públicos; se avientan piedras, se echan choros y se pegan carteles chicos y grandes, escritos con tintas de todos los colores del arcoíris. Pero, ¿con qué se come eso de "reivindicar"?

Dice el diccionario de la RAE que "reivindicar" es "reclamar algo a lo que se cree tener derecho" (mis negritas).

Me gusta la definición, y en torno a ella haré mi comentario.

Obviamente, lo que le pone sabor a esta definición es la sugestiva perífrasis verbal "creer tener"; porque una cosa es que a uno le parezca que tiene derecho a esto, a aquello y a lo de más allá, y otra, que puede ser muy distinta, que uno tenga argumentos para probarlo.

Tomando esto en cuenta, me parece que es claro que el orden de los factores de la "ecuación reivindicatoria" definitívamente afecta el producto, y dicho orden es el siguiente: primero, demuestro que tengo derecho de recibir algo, después, lo exijo y, por último, recibo una respuesta. Después, si la respuesta es negativa, entonces armo un alboroto de los mil demonios.

Ahora bien, en el caso concreto de las recientes peticiones estudiantiles, lo que los solicitantes tienen que demostrar es su derecho a que la UNAM les dé todo lo que están pidiendo.

Recalco: la UNAM.

Y hago esta aclaración porque, si lo que quieren es recibir comida, fotocopias y hartos libros, a precios ínfimos o, de plano, de gratis, por la sencilla razón de que existen; entonces, tengo que decirles que le están ladrando al árbol equivocado: esa obligación -si es que la hay- le corresponde a sus padres o tutores (o a ellos mismos, si deciden aceptar la misión). PERO, si insisten en que es la UNAM la que tiene que soltar el dinero (porque ellos son sus "estudiantes"); entonces, tenemos que considerar un par de cosas, antes de ponernos exigentes.

Para empezar, la UNAM no está obligada a darnos nada que no tenga relación directa con sus objetivos; lo cuales, en tanto que institución de enseñanza superior, se resumen en formar profesionistas de alto nivel.

Por otra parte, la UNAM no tiene hijos que mantener, ni puede tenerlos (mas que en sentido metafórico), por razones que me parecen evidentes.

Aclarado estos puntos, podemos proseguir. Si lo que se pretende es que la institución nos dé algo (comida buena, bonita y barata, por ejemplo), primero hay que demostrar que, al hacerlo, va a conseguir que sus objetivos se cumplan de manera más eficiente. Y no nos dejemos engañar con la lógica simplista de que "si el estudiante no come se muere"; porque alimentar a x o a y es cosa que no le compete a la Universidad, como ya hemos dicho; mientras que darle de comer a x o a y EN sus instalaciones y a SU costa, sólo se puede justificar si demostramos que, al hacerlo, está mejorando su rendimiento, como institución. Además, ojo, no hay dormitorios en CU, así que no hay peligro inminente de que algún estudiante perezca por inanición: los que vemos en el campus, de alguna forma se las están arreglando para comer.

Pero demostrar que los estudiantes necesitan aun más apoyos de los que ya reciben sería muy sencillo: bastaría con que los "colectivos" utilizaran su fabulosa capacidad organizativa y, durante un par de años, combatieran la deserción y el ausentismo, y aumentaran promedios e índices de titulación, con sus propios recursos.

Las consignas -ya que están tan acostumbrados a ellas- no podrían ser más simples: cuando puedas, comparte la torta, invita el café, rola el libro. Si alguien puede llevar una laptop, que la preste un rato (total, el internet, gracias a la RIU, ya es gratuito en la Universidad). Si tiene coche, que le dé un aventón a la "banda" hasta el metro (medida muy ecológica, por cierto). Si es chipocludo en alguna materia, que dirija un círculo de estudio.

Y eso, mis estimados, es darle la vuelta a la tortilla: hacer las cosas sin depender de la buena o mala voluntad de la "autoridad".

Finalmente, después de dos años de esfuerzos bien empleados, no quedaría más que la sencillísima tarea de organizar un encuentro con "los de arriba" para decirles: "señores, si quieren que todo siga funcionando así de bonito -y aquí están los numeritos para probarlo-, cáiganse con los siguientes subsidios".

Y si te mandan por un tubo, ¡qué importa! Ya sabes, 'ora sí, cómo organizarte, no para protestar, no para volarte un auditorio, no para hacer una marchita más, sino para hacer que las cosas pasen.

Pero por eso es que uno no ve revoluciones todos los días: porque pedir... siempre es más fácil.

3 comentarios:

Ivo Basay dijo...

Excelente entrada Daniel.

A ver con qué pretexto salen ahora.

Anónimo dijo...

Bra-vo.

Anónimo dijo...

Aunque estoy de acuerdo con el fin de tu contribución, no lo estoy tanto con lo que postulas como ecuación.

Dices:

Por otra parte, la UNAM no tiene hijos que mantener, ni puede tenerlos (mas que en sentido metafórico), por razones que me parecen evidentes.

Me parece un poco ingenuo decir que la UNAM no tiene hijos a los cuales mantener cuando muchas de las becas son otorgadas a individuos que de alguna u otra manera siempre encuentran la forma de chisparla para seguir con esta manutención.

Por otra parte los bien agremiados y siempre herméticos trabajadores del STUNAM pueden poner la escuela de cabeza en el momento que quieran y si su hueso se ve amenazado no dudarán en hacerlo.

Hablar de trabajadores del STUNAM puede implicar desde el que saca las fotocopias, el intendente, un profesor o el poli de Seguridad UNAM.

Creo que está de sobra decir que muchos "trabajadores" que están en los distintos y muy diversos departamentos que hacen funcionar a la UNAM son algo así como entes sin ilusión y si vida propia, en consecuencia poco aportan a los estudiantes y a la Institución.

Ejemplo de ello es la individua que te contesta el teléfono cuando quieres hacer una denuncia.

Entonces, aunque en emoción empato con tu texto discrepo en eso de de que la UNAM no tiene hijos que mantene, pues no debería hacerlo pero la realidad es otra.

Tal vez de esta realidad incongruente con la teoría es de donde surgen esta bola de idiotas que quieren todo "de a gratis", pues si la regla fuera pareja no habrían profesores o investigadores que se van a hacer idiotas a la escuela y que de todos modos les pagan. Si la regla fuera pareja, los Rectores no negociarían la seguridad dentro del Campus con el crimen organizado. Si la regla fuera pareja Juan Mamón de la Fuente hubiera limpiado al 100% a la UNAM.

Pero como eso no sucede entonces cualquier pelado cree que puede hacerse chongos.

Lo más cabrón es que pese a estos graves lastres para la UNAM, nuestra casa de estudios es una máquina muy poderosa que genera conocimiento a granel. Imaginen lo que sucedería si no se padeciera esta incongruencia pero pus eso no puede ser, afectaría a los intereses de otros. Ni modo.