La academia y la grilla política son lugares propicios para las buenas intenciones: su hermetismo favorece la temperatura y la humedad adecuadas para que germine una colorida flor bienintencionada, la severidad de sus palabras abona y fortalece el espinoso tallo, al tiempo que es regada por exhibiciones de clamor público para que los pétalos sean tersos y torneados; la academia y la grilla política son los invernaderos de la bondad. No hay académico o grillo político que se anime a afirmar verdades distintas a las de su público, pues entre ellos no es in ser derrotista, mucho menos reconocer errores: si un académico lleva diez años encerrado en su cubículo estudiando copiosamente un mismo tema en el mismo exacto sentido, con las mismas exactas palabras, en los mismos exactos tiempos, no reconoce que fracasó, dice que se está especializando; si un grupo de grilla lleva diez años cambiando al mundo desde su trinchera de reacción ante el Estado opresor, así sea ésta robada a una institución pública, reciclando una y otra vez las mismas palabras revolucionarias, no se dice que la ocupación ha fracasado, se afirma que son diez años de éxito rotundo, consecutivo e imparable; si al académico se le demuestra que su trabajo en realidad no ha sido bueno, que realmente ha defraudado a su universidad, que es un vil farsante, pues se acusará de intolerancia, de cerrazón intelectual, de rancio escolasticismo; si a los grillos políticos se les dice que su proyecto no ha sido bueno, que realmente han abusado de la universidad por diez años, que son una horda de farsantes, pues se acusará de reacción, de vendimia a las fuerzas fácticas, de fascismo; el académico se asusta y mira azorado desde la ventana de su cubículo a fin de recopilar (metódicamente) datos de campo que le permitan concluir la necesidad del diálogo entre los que viven del otro lado del vidrio, los grillos se asustan y acusan cercos en su contra señalando con un dedo victimario a los que viven más allá de su congal como los responsables de su situación; y así, los bienintencionados que se robustecen en la academia y en la grilla política cobijan sus buenas intenciones en el cálido clima del invernadero que bien se han sabido construir. Lo demás son golpes bajos, incitaciones a la violencia, oscuras operaciones maquinadas por oscuras mentes perversas que toman té en los entretelones del poder. Así no es posible platicar.
Somos universitarios a favor de la devolución de las instalaciones tomadas por diversos grupos en distintos planteles de la UNAM.
sábado, 8 de mayo de 2010
Coincidencias
sábado, 1 de mayo de 2010
Inútiles
El 19 de marzo llegó al Justo Sierra la voz intimista y reveladora de José Saramago.
Invitado por la Dirección de Literatura y la Editorial Alfaguara, se presentó en la Facultad de Filosofía y Letras (FFL) el escritor José Saramago para hablar de su más reciente novela, "Todos los nombres", y de su vocación literaria.
-Gaceta UNAM-
El 19 de marzo (de 1998), apenas unos mese antes de que fuera galardonado con el Premio Nobel de Literatura, José Saramago visitó la UNAM. El escritor portugués cautivo al público que se dio cita para escucharlo en el auditorio Justo Sierra de la Facultad de Filosofía y Letras. Emocionado, habló de la memoria, de su encuentro con la literatura, de sus ideas políticas, y de los motivos que le llevaron a escribir obras de la perfección de El libro de las tentaciones, Todos los nombres o el Ensayo sobre la ceguera. Por los mismos días, la Universidad también acogió la visita de Susan Sontag, la escritora norteamericana que es reconocida a la vez como pensadora y novelista de toda una generación. El público escuchó atento la lectura de fragmentos de su novela El amante del volcán y planteó una gran cantidad de inquietudes cuyas respuestas siempre fueron inteligentes.
Prontuario 1998, UNAM, México 1998, p.49
Así, sigue el pacto de la inexistente comunidad universitaria para que los usurpadores sigan viviendo en sus narices.
martes, 20 de abril de 2010
Dèja-vu
Culiacán, Sinaloa, a 14 de abril de 1966, carta de Enrique Esquerra a Ignacio Chávez:
México D.F., a 21 de abril de 1966, carta de Ignacio Chávez a Jaime García Terrés:
Un par de reacciones ante tales sucesos:
México D.F., a 29 de abril de 1966, carta de Rosario Castellanos a Ignacio Chávez:
México, a 1º de Mayo de 1966. Carta de José Gaos a Leopoldo Zea:
miércoles, 14 de abril de 2010
La labor de la crítica
viernes, 9 de abril de 2010
Lo mejor y lo efectivo
La historia ya es conocida. Quienes nos oponemos al secuestro del auditorio Justo Sierra argumentamos que los fines de la universidad son educativos, de investigación y de difusión de la cultura, fines ajenos a las actividades de los secuestradores. Quienes se oponen a nuestra oposición nos tachan de ilusos y afirman que carece de sentido pretender que la universidad puede estar aislada de todo lo político, y aspirar a que pueda limitarse a los tres fines mentados es aislarla, por lo cual nuestra oposición carece de sentido; y puede ser, es cierto, como también pueden ser otras muchas cosas. Pero del hecho de que nuestra oposición, forjada en la delimitación de los fines, pueda carecer de sentido no dota de sentido al secuestro en sí mismo; que nosotros pretendamos que lo mejor para la universidad sea ceñirse a sus fines, y que se nos diga que nuestras pretensiones son hueras, en nada hace mejores las pretensiones de los secuestradores. Creemos que lo mejor sería limitar a la universidad en sus fines, pero sabemos que ni es lo que pasa ni es lo que más probablemente pasará, y aún así nuestra intención no pierde su valor. Lo perdería si acaso llega a demostrarse que otra opción, indudablemente, es mejor. Sin embargo, no veo en qué sea mejor para la universidad secuestrar un auditorio. Sí, posiblemente el secuestro de un auditorio es una manera efectiva de restar un coto de poder al sistema; o quizá también es un modo en el que sistemas distintos se intercambian sus cotos de poder. Sí, es posible que algo se haga por el país con un auditorio secuestrado, una galería anticapitalista, un cinito y conciertuchos; pero también puede ser que eso que se haga no sea bueno. El asunto no es ver quién hace primero algo por el bien común, sino quién hace lo mejor. Otra cosa es que los desesperados secuestradores se quieran comer el pastel de un sólo mordisco: ¡Indigestión ideológica!