viernes, 12 de agosto de 2011

Una opinión acerca del estado de la cuestión

De ser el auditorio universitario por antonomasia, espacio arquitectónico perfectamente diseñado para llevar a cabo las actividades culturales y académicas propias de esta clase de instalaciones, reconocido incluso a nivel internacional, como elemento integral de un conjunto inscrito en el Patrimonio Cultural de la Humanidad de la Unesco, el Justo Sierra ha acabado por convertirse en un "guiñol" atiborrado de astrosas marionetas, y en un teatro de sombras, cuyos protagonistas son tan insustanciales como sus ideas y propuestas.

Muchas veces hemos debatido y especulado en este espacio acerca de la identidad de las manos que, invisibles, controlan los hilos que mueven al Che, y proyectan su voluntad sobre sus muros pintarrajeados y en la mentalidad de sus ocupantes y defensores. Es verdad que nunca hemos llegado a un verdadero consenso al respecto; pero hay algunos nombres que destacan por la frecuencia con la que aparecen en nuestras discusiones, como es el caso del hiper-politizado sindicato de trabajadores de la UNAM, o el ala pejista del PRD.

Por supuesto, el sigilo con el que conducen sus "asuntos" estas organizaciones, y la tradicional opacidad de la política universitaria, hacen difícil -si no es que imposible- llegar a determinar con exactitud el grado de complicidad de nuestros sospechosos; pero una cosa es cierta: sin el apoyo de estas corporaciones -y algunos otros actores políticos aliados a ellas- sería imposible explicar la permanencia del despojo.

Claro que los "okupas" siempre han proclamado tanto su independencia material como su autonomía ideológica. No hay nada extraño en ello, al fin y al cabo, se dice que no hay marioneta que no se resista a ser considerada un mero instrumento en manos de una voluntad "superior". Los signos visibles de la actividad de la "okupa", sin embargo, nos hablan de tales grados de apatía, desorganización y esterilidad imaginativa, que sólo la más prejuiciada de las perspectivas podría verlos como el verdadero sostén de su "movimiento".

Con todo, si reflexionamos un poco, aunque estratégicamente quizás fuera útil poder señalar, con pruebas materiales, el origen de sus recursos y la identidad de quienes "tiran la línea", el desconocimiento de estos datos no obstaculiza, en lo más mínimo, nuestra capacidad para presentar un alegato perfectamente argumentado a favor 1) de la recuperación inmediata, no sólo de las instalaciones del Auditorio, sino de todos los espacios ilegalmente enajenados de la UNAM, en sus diversos planteles; y 2) de que se tomen las medidas institucionales necesarias para prevenir futuras privatizaciones.

En esencia, las acciones de la "okupa" no cuentan con ningún respaldo jurídico o reconocimiento institucional que las legitime, fuera de alguna clase de vago principio consuetudinario que yo dudo mucho pueda tener algún valor probatorio. Y aun esto último puede ser desestimado en automático, habida cuenta que los perpetradores han declarado, en múltiples ocasiones, no estar dispuestos a seguir ninguna clase de procedimiento legal para adquirir la legítima -me disculpo por la redundancia- posesión del espacio que han invadido.

En cambio, es sorprendente -por desacostumbrado- el vigor con el cual aprovechan cualquier oportunidad para llevar la discusión al terreno de lo ideológico. Pero esa es otra táctica que tampoco tiene efectividad alguna; en primer lugar, porque la carencia de rigor argumentativo que caracteriza su discurso convierte cualquier intento de debate en un "diálogo mural" (es decir, un ejercicio discusitivo tan constructivo como el "diálogo" que se puede sostener con los ladrillos de una pared). Y, en segundo lugar, porque ellos se han encargado de neutralizar cualquier posibilidad de solución consensuada, al dejar, unilateralmente, fuera de la discusión su "derecho" a hacer lo que se les dé la gana.

Finalmente, quedaría por estimar el verdadero nivel de "aprobación popular" con el que cuenta la "okupa"; mas ésa es otra incógnita imposible de despejar, tomando en cuenta el superlativo grado de resistencia con el que se topa cualquier opinión que no concuerde con el discurso "liberal" -más bien, izquierdófilo y populista- que ha acabado por ser la postura oficial de la UNAM, gracias a gestiones como la del presente rector.

Así las cosas, no queda, en mi opinión, más que seguir insistiendo que esa "anomalía" llamada Auditorio Che Guevara es la prueba de que en la UNAM prima un estado de excepción que dista mucho de ese deseable estado de derecho que tanto dice anhelar la izquierda mexicana, y cuya preservación, al interior de la Universidad, es la obligación de nuestras autoridades.

Y con esa determinación, el tiempo y un ganchito, acabaremos por recuperar para la UNAM lo que, por derecho y justicia -entendida de la manera más constructiva posible-, siempre le ha pertenecido.

viernes, 5 de agosto de 2011

¿Dónde estás que no te veo?

Pregunta la "asambleaffyl", en su artículo de denuncia más reciente: "¿En dónde queda la educación pública y gratuita?", como si de verdad fuera tan difícil localizarla. Tratemos de ayudar a estos desorientados supuestos estudiantes: esa señora por la que tanto se preocupan, hace muchos años que tiene residencia permanente en todas las universidades públicas mexicanas.


Ahí está, y realmente no hay ninguna necesidad de histerizarse pensando que está próximo el día en que la "derecha" va a desalojarla de los recintos que le son propios. Recintos donde a ningún ciudadano se le excluye por razones extra académicas (de ahí lo público de su carácter) y donde, en casos como el de la UNAM, a ningún estudiante inscrito se le cobra un peso por tomar clases (y ya más gratuito que eso creo que no se puede); o, si algo se cobra, son colegiaturas tan inferiores al costo real de los servicios educativos ofrecidos, que hay que ser de a tiro muy "contreras" para no aceptar que se trata de cuotas más bien simbólicas.


Además, si tomamos en cuenta que no hay ley vigente que estipule que la educación universitaria debe ser gratuita en México, entonces hay que aceptar que ese compromiso totalmente voluntario de nuestras instituciones de educación superior por facilitar lo más posible el acceso a sus aulas coloca la aprehensión izquierdista por la "inminente" privatización de la UNAM -por poner un caso- en el mismo rango de probabilidad en que se encuentran las "predicciones mayas".


En resumen, no hace falta buscar mucho para hallar la educación pública y gratuita, y mucho menos se requiere perder el tiempo organizando al pueblo estudiantil para defender un "bastión" que nadie está interesado en reducir a cenizas. En mi opinión, todo este aparato de "resistencia" tiene tanto sentido como pedirle al Congreso que autorice la compra de un portaviones nuclear para proteger el Fuerte de San Juan de Ulúa.

Sin embargo, hay algunos aspectos educativos, de la mayor importancia cuando hablamos de estudios superiores, que no aparecen por ningún lado en la prédica asambleísta. Eso sí, las demandas de todo tipo de "derechos" abundan en sus discursos; "derechos" que, por cierto, suelen referirse a cuestiones materiales (comida barata, copias baratísimas, cubículos gratuitos para sentarse a resolver los problemas mundiales) que, si algo garantizan, es la mayor comodidad de la vida estudiantil; mas nada, absolutamente nada, se propone para asegurar que los cuantiosos recursos públicos que reciben nuestras universidades se traduzcan en resultados académicos de alto nivel.

Ahora bien, si lo pensamos un poquito, a un estudiante universitario consciente no le importa llegar al final de su carrera con el entrañable recuerdo de haber pasado cuatro o cinco años comiendo caliente y viendo cine de arte en un auditorio "liberado", sino salir de la escuela -lo antes posible- contando con el respaldo de una institución seria y reputada, y con la seguridad de que sus denodados esfuerzos intelectuales serán recompensados con un trabajo decente dentro de su campo o una beca decorosa que le permita continuar sus estudios.

Yo soy de los que sostienen la opinión de que, en el mundo académico, pasa con la reputación de la institución como con el dinero, que no comprará la felicidad, pero cómo ayuda. Y lo que hace la reputación de una universidad son cosas como el nivel de aprovechamiento de sus alumnos, la competencia (y competitividad) de sus maestros, la relevancia de sus publicaciones, el eficiente manejo de sus recursos -medido de acuerdo con su capacidad para cumplir con sus objetivos académicos-, y una actividad cultural constante y de calidad.

Es en relación con todo esto que, creo, deberíamos estarnos preguntando dónde queda la educación pública y gratuita, la cual, insisto, no se ha ido ni se irá a ningún lado, como le consta a cualquiera que tenga ojos en la frente. ¿Y cuáles son las respuestas de okupas y asambleros? El culto a la ideología del desayuno escolar y el apoyo a la sobrepoblación de la matrícula.

Para mí que la protesta universitaria adolece de dos graves problemas: ni sabe para qué sirven las buenas universidades, ni tiene la menor idea de cómo funcionan. Más otro, todavía peor: tampoco le interesa saberlo.

jueves, 4 de agosto de 2011

Érase una vez... concierto en el auditorio Justo Sierra

El pasado 6 de julio el tenor mexicano Francisco Araiza fue reconocido con la Medalla de Oro de Bellas Artes que es el máximo galardón que otorga el Instituto Nacional de Bellas Artes. Es difícil para las personas que no estamos inmersos en el ámbito de la música poder apreciar como es debido el mérito y gran trayectoria de artistas como Francisco Araiza.

Francisco Araiza ha participado en conciertos por todo el mundo y es considerado uno de los mejores tenores mozartianos.  En una columna de la revista Proceso, el crítico Mauricio Rábago Palafox escribió:

Lo realizado por Araiza durante los 40 años que lleva ya su carrera es un prodigio en muchos sentidos. Por principio de cuentas tuvo la pericia de saber conjuntar a un grupo de gente que creyó en él y lo apoyó: los maestros Luis Berber, Erika Kubascek e Irma González, el periodista Ricardo Rondón y Carlos Díaz Dupond, hombre muy vinculado a la ópera, y entonces trabajó muy pero muy duro y sin hacer caso de los que opinaban que era imposible lo que trataba de hacer.
 Este importante artista mexicano debutó ni más ni menos que en el Auditorio Justo Sierra de la Facultad de Filosofía y Letras, el 2 de octubre de 1970 interpretando el papel de prisionero en la Ópera Fidelio. Curioso que entre la comunidad universitaria estas cosas se tiendan a olvidar. Hoy luce muy difícil que el auditorio se presenten artistas de esta talla, consagrados; vaya, luce casi imposible que se presenten incluso aquellos que comienzan su carrera. Apenas hace unos meses el célebre Joan Manuel Serrat se presentó en la Facultad de Química en el marco del 95 aniversario de esta institución. Serrat no olvidó su presentación 40 años atrás en CU, también en el Justo Sierra.

Por supuesto, en aquel entonces, cuando Serrat se presentaba en el Justo Sierra y Araiza debutaba en el mismo recinto, no existía la sala Nezahualcóyotl y la sede para la filarmónica de la UNAM era el Justo Sierra. Hoy la sala Neza es el escenario ideal para presentaciones de este calibre, pero esto no inhabilitaba en principio al auditorio de la FFyL para acercar a los universitarios que estudian alrededor del "paseo de las facultades" a importantes eventos artísticos.

Dirán los ocupantes y sus defensores que ahora el escenario es más que un "simple entretenimiento", que ahora ahí se gestan importantes movimientos sociales. Sinceramente soy muy miope y lo único que veo es a un grupo de vagos que han tomado por vivienda y changarro al auditorio (por no mencionar las drogas y el hotel de paso) y un grupo de estudiantes que piensan que con leer los mismos panfletos por medio de los micrófonos de radio-okupación y con pasar el tiempo haciendo mantas y carteles van a cambiar la realidad.

La próxima vez pondré algo acerca de lo que ganamos con el "Che" cuando perdimos al Justo Sierra. A continuación tenemos a Francisco Araiza interpretando Recontida armonia de Puccini:



Y también la famosa y bella Nessun dorma, también de Puccini:



Reportajes que hablan de la medalla otorgada a Araiza:
Recibe el tenor Francisco Araiza la Medalla de Oro de Bellas Artes