domingo, 13 de abril de 2014

Para quienes no aceptan un "no" por respuesta —es decir, para las mulas tercas.

Puntuales como campana de catedral, en días recientes arrancaron las marchas primaverales de "excluidos" de la educación superior, una vez que se publicaron los resultados del primer concurso de selección UNAM del año. Y para celebrar como corresponde esta incipiente tradición política, me voy a permitir dedicarle una entrada de este blog al enmascarado MAES.
... con el rostro tapado y un ideal desacreditado en la frente.
Como punto de partida de mi análisis, desinformado y reaccionario como de costumbre, reproduzco a continuación el primer párrafo del comunicado titulado "Primera movilización MAES 2014" , publicado por "Atzelbi Libertad" —nom de plume de Atzelbi Hernández—:
A principios de marzo, más de 135 mil jóvenes presentamos el examen de selección para el ingreso a la licenciatura de la UNAM; todos, confiados en nuestra preparación, esperamos ansiosos los resultados. El próximo 9 de abril, más de 124 mil descubriremos que no fuimos aceptados, pues la universidad sólo tiene espacio para recibir a menos del 10%.
Atzelbi, otra activista con un impecable sentido de la moda revolucionaria.
Aunque hay varios puntos dignos de analizar en este muy bien logrado ejercicio retórico como, por ejemplo, ese insidioso "confiados" que dice, pero no, que todos los estudiantes saben que saben mucho, o que, en todo caso, saben hasta donde se puede aprender en nuestras escuelas —y si no es suficiente, pos no es por su culpa—, me voy a centrar en ese ominoso "descubriremos" que anuncia, fatídico, el triste final de las esperanzas de "más de 124 mil" soñadores.
Indudablemente, lo primero que llama la atención del enunciado en cuestión es su muy logrado patetismo; sin embargo, tal vez resulte un poco más difícil percibir que, más allá de intentar conmover a los lectores, el verdadero propósito de Atzelbi es el de distraer su atención e impedir que reparen en algo que, a primera vista, podría parecer un mero detalle, pero que es, en realidad, una falla capital del alegato reivindicatorio de los "excluidos", tanto desde el punto de vista lógico como ético.
Y ese algo al que me refiero es lo siguiente: que todos los participantes, rechazados o aceptados por igual, supieron —y, por tanto, aquí no cabe ningún descubrimiento súbito ni sorpresa sobrecogedora—, desde el momento en que se inscribieron al examen y, lo más seguro, desde antes, que alrededor del 90 porciento de los concursantes se quedaría sin lugar, simple y sencillamente porque la capacidad de la UNAM en sus distintas licenciaturas no es un secreto de estado ni mucho menos. En otras palabras, sabían lo que cualquiera que participa en un concurso —desde la lotería y La Academia a los premios Nobel— y en un proceso de selección —como puede ser la conformación de un jurado o del equipo de futbol mundialista mexicano— sabe: que, con cada sitio vacante que se ocupa, un individuo está privando de lugar a muchos otros.
Repito: cada concursante sabía de antemano que, de tener éxito, estaría dejando sin carrera —al menos, por un ciclo lectivo— a uno o varios estudiantes como él. ¿Hubo algún participante que expresara su indignación ante tal "injusticia"? Que yo sepa, no.
Cosas que se vienen diciendo desde hace dos milenos, por lo menos.
Ahora bien, hay una excelente razón por la que, llegados a este punto, personas como Hernández generalmente intentan pasar de inmediato a las denuncias, los llamados y las consignas, y es que ellos saben tan bien como cualquiera que cuando una persona toma parte en un proceso que desaprueba, su participación valida tanto el acto como sus resultados, y pierde el derecho a inconformarse.
Se trata de una cuestión de justicia —y lógica— básica y su consecuencia principal me parece obvia: ninguna persona que piense como Atzelbi puede participar en un concurso de selección como el de la UNAM, en particular, porque puede ocurrir que sea aceptada, en cuyo caso caería en la flagrante contradicción de desaprobar lo que perciben como injusticia —la inevitable existencia de rechazados— al tiempo que se benefician del mismo procedimiento que supuestamente crea dicha injusticia —es decir, la selección que los ha favorecido. Es una o la otra: o me uno a la lucha por un mundo sin "excluidos" y le declaro el boicot a todos los procesos de selección que existan —por la sencilla razón de que todos avalan el "rechazo"—, o acepto las reglas del juego, tomo parte y respeto los resultados.
Siguiendo con el tema bíblico.
Por último, cabe insistir en que el mal uso de esa palabrita de "excluidos" se origina en una confusión —que puede ser accidental o no— entre lo que actúa a priori —el derecho fundamental— y lo que lo hace a posteriori —la aplicación de un estándar—: en México, la educación, de todo tipo, es un derecho porque se da por sentado que a nadie se le puede negar de manera arbitraria. Sin embargo, esto no implica que uno no pueda ser rechazado, con toda justicia, por falta de capacidad —mental o de matrícula—, previa aplicación de un examen. De hecho, la participación de todos esos jovencitos del MAES en un concurso es prueba suficiente de que no hay entre ellos un solo excluido, al menos no en el sentido en el que lo quiere manejar su lidereza.
Que estos muchachitos necesitan educación --sobre todo, elemental--, eso nadie lo puede negar.