Puntuales como campana de catedral, en días recientes arrancaron las
marchas primaverales de "excluidos" de la educación superior, una vez
que se publicaron los resultados del primer concurso de selección UNAM del año.
Y para celebrar como corresponde esta incipiente tradición política, me voy a
permitir dedicarle una entrada de este blog al enmascarado MAES.
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... con el rostro tapado y un ideal desacreditado en la frente. |
Como punto de partida de mi análisis, desinformado y reaccionario como de costumbre, reproduzco a continuación el primer párrafo del comunicado titulado
"Primera movilización MAES 2014" , publicado por "Atzelbi
Libertad" —nom de plume de Atzelbi Hernández—:
A principios de marzo, más de 135 mil jóvenes presentamos el examen de
selección para el ingreso a la licenciatura de la UNAM; todos, confiados en
nuestra preparación, esperamos ansiosos los resultados. El próximo 9 de abril,
más de 124 mil descubriremos que no fuimos aceptados, pues la universidad sólo
tiene espacio para recibir a menos del 10%.
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Atzelbi, otra activista con un impecable sentido de la moda revolucionaria. |
Aunque hay varios puntos dignos de analizar en este muy bien logrado
ejercicio retórico como, por ejemplo, ese insidioso "confiados" que
dice, pero no, que todos los estudiantes saben que saben mucho, o que, en todo
caso, saben hasta donde se puede aprender en nuestras escuelas —y si no es suficiente, pos no es por su culpa—, me voy a centrar
en ese ominoso "descubriremos" que anuncia, fatídico, el triste final
de las esperanzas de "más de 124 mil" soñadores.
Indudablemente, lo primero que llama la atención del enunciado en cuestión es
su muy logrado patetismo; sin embargo, tal vez resulte un poco más difícil
percibir que, más allá de intentar conmover a los lectores, el verdadero propósito
de Atzelbi es el de distraer su atención e impedir que reparen en algo
que, a primera vista, podría parecer un mero detalle, pero que es, en realidad, una falla capital del alegato
reivindicatorio de los "excluidos", tanto desde el punto de vista lógico como ético.
Y ese algo al que me refiero es lo siguiente: que todos los
participantes, rechazados o aceptados por igual, supieron —y, por tanto, aquí
no cabe ningún descubrimiento súbito ni sorpresa sobrecogedora—, desde el
momento en que se inscribieron al examen y, lo más seguro, desde antes, que
alrededor del 90 porciento de los concursantes se quedaría sin lugar, simple y
sencillamente porque la capacidad de la UNAM en sus distintas licenciaturas no
es un secreto de estado ni mucho menos. En otras palabras, sabían lo que
cualquiera que participa en un concurso —desde la lotería y La Academia a los
premios Nobel— y en un proceso de selección —como puede ser la conformación de
un jurado o del equipo de futbol mundialista mexicano— sabe: que, con cada
sitio vacante que se ocupa, un individuo está privando de lugar a muchos otros.
Repito: cada concursante sabía de antemano que, de tener éxito, estaría
dejando sin carrera —al menos, por un ciclo lectivo— a uno o varios estudiantes
como él. ¿Hubo algún participante que expresara su indignación ante tal
"injusticia"? Que yo sepa, no.
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Cosas que se vienen diciendo desde hace dos milenos, por lo menos. |
Ahora bien, hay una excelente razón por la que, llegados a este punto,
personas como Hernández generalmente intentan pasar de inmediato a las
denuncias, los llamados y las consignas, y es que ellos saben tan bien como
cualquiera que cuando una persona toma parte en un proceso que desaprueba, su
participación valida tanto el acto como sus resultados, y pierde el derecho a
inconformarse.
Se trata de una cuestión de justicia —y lógica— básica y su
consecuencia principal me parece obvia: ninguna persona que piense como Atzelbi
puede participar en un concurso de selección como el de la UNAM, en particular,
porque puede ocurrir que sea aceptada, en cuyo caso caería en la flagrante
contradicción de desaprobar lo que perciben como injusticia —la inevitable
existencia de rechazados— al tiempo que se benefician del mismo procedimiento
que supuestamente crea dicha injusticia —es decir, la selección que los ha
favorecido. Es una o la otra: o me uno a la lucha por un mundo sin
"excluidos" y le declaro el boicot a todos los procesos de selección
que existan —por la sencilla razón de que todos avalan el "rechazo"—,
o acepto las reglas del juego, tomo parte y respeto los resultados.
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Siguiendo con el tema bíblico. |
Por último, cabe insistir en que el mal uso de esa palabrita de
"excluidos" se origina en una confusión —que puede ser accidental o
no— entre lo que actúa a priori —el derecho fundamental— y lo que lo hace a
posteriori —la aplicación de un estándar—: en México, la educación, de todo
tipo, es un derecho porque se da por sentado que a nadie se le puede negar de
manera arbitraria. Sin embargo, esto no implica que uno no pueda ser rechazado,
con toda justicia, por falta de capacidad —mental o de matrícula—, previa
aplicación de un examen. De hecho, la participación de todos esos jovencitos
del MAES en un concurso es prueba suficiente de que no hay entre ellos un solo
excluido, al menos no en el sentido en el que lo quiere manejar su lidereza.
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Que estos muchachitos necesitan educación --sobre todo, elemental--, eso nadie lo puede negar. |