En esta emisión, el Dr. Ambrosio Velasco Gómez contesta a la pregunta por la vigencia de las demandas de la huelga del ´99, todavía repetidas como consignas en la actualidad.
Somos universitarios a favor de la devolución de las instalaciones tomadas por diversos grupos en distintos planteles de la UNAM.
miércoles, 29 de septiembre de 2010
martes, 28 de septiembre de 2010
Una UNAM libre
En estos días de centenario universitario se ha producido en la prensa una avalancha de artículos sobre la UNAM. Como sabemos, Sheridan ha criticado muchos aspectos de nuestra (de su propia) casa de estudios, sin necesidad de esperar festividades. Nosotros hemos sido mucho más modestos, por ahora, en nuestras aspiraciones, que el Dr. Sheridan en esta columna. Como saben, este sitio está dedicado al tema de la necesidad de un Auditorio Justo Sierra libre. Reproducimos un artículo en el que Guillermo Sheridan expone aquello que según él constituye un pesado lastre para la UNAM.
Una UNAM libre
Cuando acompaña a comer a funcionarios a “La Cava”, la UNAM es una dama pomadosa. Cuando milita junto a los activistas justicieros se convierte en una Madre Coraje con boina. Es la Amante Curvilinea del acadestrativo mediocre y perpetuo que mete a la nómina a toda su familia. Es una Compañera Rojinegra que apoya las “luchas sociales” de su sindicato. Es la Musa de la Diamantina que los cursis convierten en “la conciencia y el corazón de México”. Es la Edecán mañosa que conoce las puertas para ingresar al Poder. Es la Tarta de Limón que tararea desafinadamente Carmina Burana…
La UNAM es una multitud de personajes cuyos usuarios le ponen el traje que más les conviene. Pero entre ese baile de disfraces está la verdadera: una sabia cubierta de tiza y tinta, aromada de laboratorio, modesta y callada, que practica su vocación sin utilitarismos interesados.
La UNAM necesitaría liberarse de sus usuarios no académicos, “despolitizarse” y “academizarse”, como propuso famosamente el rector José Sarukhán en 1988. No, dicen los usuarios, al contrario: hay que politizarla más. (Apenas ayer, Víctor Flores Olea, ideólogo obradorista, festejó el centenario de la UNAM diciendo que “el rechazo del orden existente… es hoy la función más respetable de la Universidad, la única posible”.) La UNAM debería lograr que incumplir sus objetivos generales suponga el éxito de proyectos privados. Estos usos y proyectos políticos parece superior a la voluntad de la UNAM por ser ella misma sujeto de su propia inteligencia. Cautiva de sus usuarios políticos, la UNAM es a tal grado autónoma que le está vedado reformar temas externamente urgentes y postergados.
La autonomía no es sólo la autoridad que posee la UNAM para darse sus propios reglamentos, sino la obligación que tiene de evaluar su realidad, optimizar sus recursos y sus responsabilidades. Pero a la vez carece de reglamentos contra el voluntarismo de sus usuarios. Es decir: tiene la autonomía para modificarse, mas no la suficiencia política para instrumentar sus modificaciones. Su libertad está comprometida. Y si a pesar de esta servidumbre puede producir inteligencia, investigación, graduados, ya se puede pensar en lo que podría hacer con el usufructo cabal de su libertad.
La eficiencia de la UNAM debería considerarse prioridad nacional. Los trabajadores, alumnos y funcionarios no pueden contravenir las obligaciones que le patrocina el pueblo. Los académicos tenemos que hacer valer nuestra superioridad moral y nuestra dignidad sobre cualquier otra instancia universitaria y sobre cualquier poder que no sea el del saber meritorio.
Pero no hay manera de optimizar el desinterés individual -y, por tanto, la función social de la UNAM- si no es colocando a la academia sobre cualquier otro poder, en especial el poder que sustituye la responsabilidad y la racionalidad académicas por los usos políticos. Esto es, desde luego, impensable. En aquel mismo discurso de 1988 dijo el rector Sarukhán que era esencial “una universidad donde el académico sea el personaje central”. Es triste que en la universidad que hoy festejamos, esto, tan obvio, no sea del todo así.
Guillermo Sheridan
Hemos cambiado la modalidad de los comentarios a "moderación necesaria", debido a que algún chistosito colocó códigos XSS aparentemente maliciosos en los comentarios del Coliseo y en lo que averiguamos que tan inseguro puede ser blogger bajo el ataque de esos códigos, mejor impedimos que aparezcan en sus computadoras.
sábado, 25 de septiembre de 2010
¿Qué sucedió en la UNAM en 1999?
Entrevista con el Dr. Ambrosio Velasco Gómez, ex director de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, para www.cheguevara-justosierra.blogspot.com
En esta entrega menciona las que a su juicio fueron las causas del conflicto que diera origen a la huelga del ´99, presunta causa eficiente de la ocupación -todavía vigente- del Auditorio Justo Sierra y otros espacios Universitarios.
Permanezca sintonizado para próximas entregas.
En esta entrega menciona las que a su juicio fueron las causas del conflicto que diera origen a la huelga del ´99, presunta causa eficiente de la ocupación -todavía vigente- del Auditorio Justo Sierra y otros espacios Universitarios.
Permanezca sintonizado para próximas entregas.
miércoles, 22 de septiembre de 2010
¡Eureka!
De algún modo he tratado de sostener, quizás sin éxito, que lo que está en el transfondo del problema con el auditorio Justo Sierra no es una cuestión trivial.
En una reciente discusión con uno de los consejeros universitarios alumnos de la Facultad, surgía de su parte la hipótesis de que el problema del auditorio Justo Sierra es una expresión más del problema de la escasa participación estudiantil en la conformación de proyectos y en la estructura organizacional de la Universidad. Hipótesis que no comparto. Sostenía yo que no hay que buscarle tres pies al gato: los okupantes incurren en delito y no más, no menos. Por supuesto, la prolongación del conflicto atiende a muchas causas, lo que no ocurre, según yo, es que instaurando cierto régimen de gobierno estudiantil, problemas como el del auditorio o los comedores subsidiados se solucionen, sino todo lo contrario.
Para explicar el aparente misterio que está detrás de diversos problemas de toda índole: con la planta académica, con el ejército de burócratas, con el sindicato, con los espacios "autónomos y autogestivos", etcétera, he encontrado algo que está muy cercano a mis puntos de vista al respecto y que quizás más de uno comparta: el Teorema de Moshinsky.
No pretendo que la explicación a toda una constelación de problemas se reduzca al teorema que, aparentemente, la experiencia no ha refutado todavía (por tanto se deja su demostración, o mejor dicho, la búsqueda de su confirmación en la realidad cotidiana, al amable lector):
Todo mexicano que ha mostrado capacidad en su labor, es automáticamente un privilegiado, y las instituciones públicas deberían desatenderse de él para concentrase en aquellos que no tengan esa característica.
Pero creo que el citado enunciado del recientemente fallecido físico de la UNAM, nos proporciona una vía para buscar explicaciones más completas y, por supuesto, soluciones.
Al respecto invito al lector a revisar las perspectivas (propuestas por demás optimistas y dignas de considerarse) planteadas por Roger Bartra en la edición digital de Letras Libres, a propósito del Teorema. O leer la formulación del mismo, hace 25 años por su autor.
Quizás algún día publique los corolarios de Ivo Basay, derivados del Teorema de Moshinsky.
Don Marcos Moshinsky, en acción.
¡Feliz cumpleaños, UNAM!
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Ivo Basay
lunes, 13 de septiembre de 2010
Justo Sierra, figura clave del centenario de la UNAM: Milenio
En el contexto de las celebraciones por el aniversario de la Universidad Nacional el recuerdo de su fundador se hace presente. Este lunes, el notable intelectual mexicano, conocido como Maestro de América, cumple 98 años de fallecido.
México.- Justo Sierra Méndez, a quien se recuerda este lunes en el 98 aniversario de su muerte, pugnó por contar con una verdadera ciencia nacional y mexicanizar los beneficios del saber universal.
José Narro, el actual rector de la casa de estudios, recordó que con ese propósito la institución que encabeza diseñó fórmulas para romper “las torres de marfil” sin desnaturalizar los proyectos académicos.
Justo Sierra Méndez es conocido como Maestro de América por el título que le otorgaron varias universidades del continente.
Fue hijo de Justo Sierra O’Reilly, eminente novelista e historiador, y de doña Concepción Méndez Hechaza Reta, hija de Santiago Méndez Ibarra, quien jugó un papel importante en la política yucateca del siglo XIX.
A la muerte de su padre, acaecida en 1861, siendo casi un niño, Sierra Méndez se trasladó a la ciudad de México donde, después de sus brillantes estudios, se relacionó con los mejores poetas y literatos de ese tiempo, entre ellos, Ignacio Manuel Altamirano, Manuel Acuña, Guillermo Prieto, Luis G.Urbina, poetas de la Revista Azul y de la Revista Moderna.
A partir de 1868 publicó sus primeros ensayos literarios; en el Monitor Republicano inició sus “Conversaciones del domingo”, artículos de actualidad y cuentos que después serian recogidos en el libro Cuentos románticos.
En 1871 se recibió de abogado. Fue varias veces diputado al Congreso de la Unión, lanzó un proyecto que sería aprobado en 1881 y que daba a la educación primaria el carácter de obligatoria.
En ese mismo año fue aprobado su proyecto para fundar la Universidad Nacional de México. Tardaría sin embargo 30 años para verlo convertido en realidad.
Desde 1892, expuso su teoría política sobre la “dictadura ilustrada”, pugnando por un Estado que habría de progresar por medio de una sistematización científica de la administración publica.
Presidió la Academia Mexicana, correspondiente de la española.Influyó también en los escritores Luis González Obregón y Jesús Urueta.
“Es la educación”, decía, “la que genera mejores condiciones de justicia, educar evita la necesidad de castigar”.
Justo Sierra fue también Ministro de la Suprema Corte de Justicia en 1894, de la que llegó a ser presidente.
Ocupó posteriormente importantes cargos en el gabinete porfirista como subsecretario de Justicia e Instrucción Pública y ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, entre los años 1901 y 1911.
Contando con la cartera de este ministerio puso en práctica hacia 1905 su anhelado proyecto: dar a la educación primaria el carácter de nacional, integral, laica y gratuita.
En lo político, supo ser amigo de Porfirio Díaz sin ser su adulador y Díaz lo respetó siempre como a un hombre superior.
Poesías, cuentos, novela, narraciones, discursos, doctrinas políticas y educativas, viajes, ensayos críticos, artículos periodísticos, epístolas, libros históricos y biográficos, forman el valioso legado que dejó Justo Sierra a las siguientes generaciones.
Justo Sierra Méndez falleció en Madrid, España, a la edad de 64 años, el 13 de septiembre de 1912.
José Narro, el actual rector de la casa de estudios, recordó que con ese propósito la institución que encabeza diseñó fórmulas para romper “las torres de marfil” sin desnaturalizar los proyectos académicos.
Justo Sierra Méndez es conocido como Maestro de América por el título que le otorgaron varias universidades del continente.
Fue hijo de Justo Sierra O’Reilly, eminente novelista e historiador, y de doña Concepción Méndez Hechaza Reta, hija de Santiago Méndez Ibarra, quien jugó un papel importante en la política yucateca del siglo XIX.
A la muerte de su padre, acaecida en 1861, siendo casi un niño, Sierra Méndez se trasladó a la ciudad de México donde, después de sus brillantes estudios, se relacionó con los mejores poetas y literatos de ese tiempo, entre ellos, Ignacio Manuel Altamirano, Manuel Acuña, Guillermo Prieto, Luis G.Urbina, poetas de la Revista Azul y de la Revista Moderna.
A partir de 1868 publicó sus primeros ensayos literarios; en el Monitor Republicano inició sus “Conversaciones del domingo”, artículos de actualidad y cuentos que después serian recogidos en el libro Cuentos románticos.
En 1871 se recibió de abogado. Fue varias veces diputado al Congreso de la Unión, lanzó un proyecto que sería aprobado en 1881 y que daba a la educación primaria el carácter de obligatoria.
En ese mismo año fue aprobado su proyecto para fundar la Universidad Nacional de México. Tardaría sin embargo 30 años para verlo convertido en realidad.
Desde 1892, expuso su teoría política sobre la “dictadura ilustrada”, pugnando por un Estado que habría de progresar por medio de una sistematización científica de la administración publica.
Presidió la Academia Mexicana, correspondiente de la española.Influyó también en los escritores Luis González Obregón y Jesús Urueta.
“Es la educación”, decía, “la que genera mejores condiciones de justicia, educar evita la necesidad de castigar”.
Justo Sierra fue también Ministro de la Suprema Corte de Justicia en 1894, de la que llegó a ser presidente.
Ocupó posteriormente importantes cargos en el gabinete porfirista como subsecretario de Justicia e Instrucción Pública y ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, entre los años 1901 y 1911.
Contando con la cartera de este ministerio puso en práctica hacia 1905 su anhelado proyecto: dar a la educación primaria el carácter de nacional, integral, laica y gratuita.
En lo político, supo ser amigo de Porfirio Díaz sin ser su adulador y Díaz lo respetó siempre como a un hombre superior.
Poesías, cuentos, novela, narraciones, discursos, doctrinas políticas y educativas, viajes, ensayos críticos, artículos periodísticos, epístolas, libros históricos y biográficos, forman el valioso legado que dejó Justo Sierra a las siguientes generaciones.
Justo Sierra Méndez falleció en Madrid, España, a la edad de 64 años, el 13 de septiembre de 1912.
Redacción
Milenio.com Lunes, 13 de Septiembre de 2010 http://www.milenio.com/node/528773
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