Los dos principales motivos por los que alguien sostendría algo falso son: 1) Por desconocimiento, y 2) por ser esta su intención, naturalmente, este caso supone conocimiento de que lo que se sostiene es falso.
Así, hay dos formas generales para decir falsedad, la primera sería "decir algo estando equivocado" y la segunda, sería "mentir".
Ciñéndonos exclusivamente al análisis de un discurso, no podemos tener constancia de los estados mentales de las
personas cuando sostienen algo falso, es decir, no sabemos si sostienen
algo con falsedad porque les falta información o si de hecho cuentan con la información atinente al caso y dicen falsedad de manera
intencionada: A partir sólo del discurso, no podemos distinguir entre alguien que se equivoca y
alguien que miente.
Sin embargo, existen elementos observables en las prácticas argumentativas de las personas, los cuales podrían darnos indicios sobre quiénes
sostuvieron algo falso en ignorancia y quiénes mentían al hacerlo: Su
actitud ante la evidencia.
Tomemos por ejemplo el recurrente juicio falso -y del que hablamos
semanas atrás- "La policía no puede entrar a los campus, pues ello violaría la autonomía universitaria". La actitud que se espera de alguien cuando se le presenta la información que evidencia como falso el juicio que sostiene -a saber, en este caso,
la ley orgánica de la Universidad- es que rectifique su postura, que cambie de opinión.
Puedo pensar en dos razones por las que alguien se aferraría a sostener una postura falsa aún a la luz de la evidencia: a) Porque algún tipo de enajenación o insolvencia cognitiva (digamos, contar con recursos cognitivos o epistémicos insuficientes para completar una tarea) de hecho le impide apreciar la relevancia de la evidencia que se le presenta, y b) porque desde el inicio, sabe que sostiene algo que es falso.
En cualquiera de los dos casos, es decir, ya sea por insolvencia cognitiva o por deshonestidad, las personas que no tienen disposición a rectificar ante evidencia que falsa su postura a menudo han previsto un complejo entramado
de argucias, falacias, mentiras y recursos erísticos para sostenerla -o cuentan con habilidad para generarlos por encontrarse éstos entre sus hábitos argumentativos-, la razón de lo anterior es sencilla : El único modo de sostener una mentira es valiéndose de más mentiras o recursos falaces.
Regresando a nuestro ejemplo, insistir en que la autonomía no es extraterritorialidad no atiende a un interés por invocar a los cuerpos policiales -que son de la confianza de pocos- ni a justificar sus abusos y procedimientos erróneos, sino que resulta relevante cuando menos por los siguientes dos factores: 1) Desde un punto de vista argumentativo, decir que la autonomía es extraterritorialidad es decir algo falso, y dado que
el único modo de sostener algo falso es valiéndose de argumentación
falaz o de más información falsa, es una creencia que debe ser rectificada. 2) Lo anterior pudiera parecer trivial, mas no lo es, pues las prácticas argumentativas
tienen consecuencias ostensibles: Los catorce años de ocupación del Auditorio Justo Sierra es una muestra fehaciente de ello, y es además una muestra
directamente relacionada con nuestro ejemplo. Según me parece, podemos encontrar esta misma estructura en un buen número de los atropellos que padecemos en lo cotidiano, por mi parte concluyo que no es poca cosa vivir con las consecuencias de la impunidad argumentativa.