Presentamos hoy la quinta y última entrega de Los misterios del Pedregal. Recordemos que el recorrido que hicimos con Octavio Paz inició con la relación de hechos y la respectiva crítica acerca del secuestro de la Torre de Rectoría allá a principios de los años 70. En la siguiente entrega Paz nos habla de lo que a juicio de algunos es la misión de la Universidad y de cómo los que pelean por una visión distinta muchas veces dejan de lado los problemas reales del país y la Universidad, aunque según ellos ese sea su principal interés. Cada quien saque sus conclusiones respecto a la confusión ideológica y pragmática del Auditorio Che Guevara.
Los misterios del Pedregal V
Nada tenemos contra la política. Al contrario: una sociedad apolítica sería una sociedad de ángeles o de bestias, una sociedad fuera de la historia. La gran invención de Grecia fue la construcción de un espacio abierto y libre que fuese el centro de la acción y la discusión de los ciudadanos. Allí donde ese espacio no existe o allí donde ha sido confiscado por un partido, un grupo o un jefe, la política se vuelve actividad secreta: conspiración de eunucos en el palacio, intrigas de la camarilla del Secretario del partido, cuartelazo de los sargentos… La política es el oxígeno de la sociedad abierta y el explosivo de la cerrada. Sin vida política sana, la sociedad se desfigura. El testimonio más impresionante sobre la desfiguración de la Universidad no viene de un intelectual de izquierda sino de un científico, uno de los más distinguidos de México, el físico matemático Marcos Moshinsky. El profesor Moshinsky divide a la comunidad universitaria en dos grupos: “nosotros y ellos… Nosotros son aquéllos que consideran que la misión principal de la Universidad es la preparación académica, sin olvidar la conciencia social que es vital en un país como México… Ellos son aquéllos que consideran que el papel fundamental de la Universidad es el de propiciar una reforma de base de las estructuras políticas del país por medios preferentemente pacíficos pero, si fuera necesario, aun violentos… Nosotros queremos un rector de sólido prestigio académico y que sea firme en la defensa del nivel de la enseñanza y la investigación. Ellos prefieren a un rector cuya principal cualidad sea la de ser “progresista” y que siga una línea blanda que propicie la “politización” en el sentido que les interesa”. (Excélsior, 22 de diciembre pasado.)
La comunidad universitaria parece que al fin ha reaccionado y ha elegido como Rector a un hombre interesado en la misión propia de la Universidad –una misión que no implica, insistimos, apartamiento de los problemas sociales y políticos del país. Pero es evidente que el nombramiento del Rector no resuelve automáticamente el problema. Hay más, mucho más. Y ese más no es una añadidura sino la raíz de la cuestión. El resto- incluso la “politización” dislocada y todo lo que arriba dijimos- son epifenómenos. El más puede condensarse en dos palabras: sobrepoblación y centralización. Esos son los dos verdaderos problemas de la Universidad (y también los del Instituto Politécnico Nacional). Muchos se han referido a este tema y no repetiremos aquí lo que todos saben –o deberían saber. (Véase, por ejemplo, el excelente artículo de Samuel I. del Villar: Ante el colapso de la Universidad, en Excélsior, 14 de diciembre pasado.) Los remedios a la sobrepoblación y a la excesiva centralización pueden reducirse a uno: la fundación en todo el país de muchas escuelas de educación postpreparatoria (llámenlas como quieran: universidades institutos, academias). So pena de exponerse a estallidos y convulsiones cada vez más frecuentes y temibles, habrá que satisfacer la creciente demanda de educación postpreparatoria y profesional de una clase media también creciente cada día y de una aristocracia obrera que empieza a enviar a sus hijos a las universidades y los politécnicos. Pero no basta con atender a los problemas sociales, políticos y educativos que plantea el crecimiento de la clase media. Si el país no quiere suicidarse habrá que hacer –o rehacer- unas cuantas y pequeñas universidades de cultura realmente superior y realmente dedicadas a la investigación científica y al cultivo de las humanidades.
La cuestión de la educación superior será la cuestión central del último tercio del siglo XX, lo mismo en los países en vías de desarrollo que en los desarrollados. Lo será sobre todo por el notable aumento de la influencia de la clase media, que es tanto la depositaria de la tradición humanística como la que concentra en proporción mayor el nuevo saber tecnológico. Sus funciones serán cardinales en la nueva sociedad porque es la clase de los administradores y los técnicos pero asimismo la clase política por excelencia: la más sensible y la más inestable. En los países en desarrollo es y será la palanca del cambio y/o de las revoluciones. En los países desarrollados sus funciones, ya importantes, serán decisivas a medida que se realice el cambio de la sociedad industrial a la postindustrial. En esta última el poder se medirá por el control del conocimiento.
La tarea es inmensa y nuestro retraso es considerable. En esta materia la política de nuestros gobiernos, ha sido una no-política. Recogemos ahora sus no-frutos: un plato de arena. Necesitamos recursos enormes y capacidades fuera de lo común. ¿Dónde están? ¿Y quién se atreverá a acometer esta empresa: el Estado o la iniciativa privada? Aunque esta pregunta aparece raras veces en las elucubraciones de nuestros “progresistas”, es la pregunta cardinal. El Estado mexicano, mal que bien, encarna un proyecto nacional; la iniciativa privada no tiene no digamos un proyecto pero ni siquiera intereses nacionales: los suyos son estrictamente privados y lucrativos. La burguesía europea y la norteamericana fueron creadoras de Naciones y Estados; la nuestra, heredera de la concepción árabe de la riqueza, atesora y vive amurallada como en un país conquistado. El último proyecto nacional de los conservadores mexicanos fue el Imperio de Maximiliano pero nuestros burgueses no son los descendientes de los monarquistas del siglo pasado: son gente desarraigada, the brown sahib of Mexico. Sin embargo, la iniciativa privada sentirá fatalmente la tentación (ya la siente) de apoderarse de la cultura superior en provecho propio. Por eso lo que se juega en la crisis universitaria no es esa revolución de bolsillo con que sueñan los ilusos y los suicidas sino algo infinitamente más concreto, inmediato y precioso: la cuestión de la educación media y superior es la cuestión del ser de México.
-Octavio Paz-
Plural, número 16, enero de 1973