jueves, 28 de enero de 2010

Los misterios, quinta y última

Presentamos hoy la quinta y última entrega de Los misterios del Pedregal. Recordemos que el recorrido que hicimos con Octavio Paz inició con la relación de hechos y la respectiva crítica acerca del secuestro de la Torre de Rectoría allá a principios de los años 70. En la siguiente entrega Paz nos habla de lo que a juicio de algunos es la misión de la Universidad y de cómo los que pelean por una visión distinta muchas veces dejan de lado los problemas reales del país y la Universidad, aunque según ellos ese sea su principal interés. Cada quien saque sus conclusiones respecto a la confusión ideológica y pragmática del Auditorio Che Guevara.

Los misterios del Pedregal V

Nada tenemos contra la política. Al contrario: una sociedad apolítica sería una sociedad de ángeles o de bestias, una sociedad fuera de la historia. La gran invención de Grecia fue la construcción de un espacio abierto y libre que fuese el centro de la acción y la discusión de los ciudadanos. Allí donde ese espacio no existe o allí donde ha sido confiscado por un partido, un grupo o un jefe, la política se vuelve actividad secreta: conspiración de eunucos en el palacio, intrigas de la camarilla del Secretario del partido, cuartelazo de los sargentos… La política es el oxígeno de la sociedad abierta y el explosivo de la cerrada. Sin vida política sana, la sociedad se desfigura. El testimonio más impresionante sobre la desfiguración de la Universidad no viene de un intelectual de izquierda sino de un científico, uno de los más distinguidos de México, el físico matemático Marcos Moshinsky. El profesor Moshinsky divide a la comunidad universitaria en dos grupos: “nosotros y ellos… Nosotros son aquéllos que consideran que la misión principal de la Universidad es la preparación académica, sin olvidar la conciencia social que es vital en un país como México… Ellos son aquéllos que consideran que el papel fundamental de la Universidad es el de propiciar una reforma de base de las estructuras políticas del país por medios preferentemente pacíficos pero, si fuera necesario, aun violentos… Nosotros queremos un rector de sólido prestigio académico y que sea firme en la defensa del nivel de la enseñanza y la investigación. Ellos prefieren a un rector cuya principal cualidad sea la de ser “progresista” y que siga una línea blanda que propicie la “politización” en el sentido que les interesa”. (Excélsior, 22 de diciembre pasado.)

La comunidad universitaria parece que al fin ha reaccionado y ha elegido como Rector a un hombre interesado en la misión propia de la Universidad –una misión que no implica, insistimos, apartamiento de los problemas sociales y políticos del país. Pero es evidente que el nombramiento del Rector no resuelve automáticamente el problema. Hay más, mucho más. Y ese más no es una añadidura sino la raíz de la cuestión. El resto- incluso la “politización” dislocada y todo lo que arriba dijimos- son epifenómenos. El más puede condensarse en dos palabras: sobrepoblación y centralización. Esos son los dos verdaderos problemas de la Universidad (y también los del Instituto Politécnico Nacional). Muchos se han referido a este tema y no repetiremos aquí lo que todos saben –o deberían saber. (Véase, por ejemplo, el excelente artículo de Samuel I. del Villar: Ante el colapso de la Universidad, en Excélsior, 14 de diciembre pasado.) Los remedios a la sobrepoblación y a la excesiva centralización pueden reducirse a uno: la fundación en todo el país de muchas escuelas de educación postpreparatoria (llámenlas como quieran: universidades institutos, academias). So pena de exponerse a estallidos y convulsiones cada vez más frecuentes y temibles, habrá que satisfacer la creciente demanda de educación postpreparatoria y profesional de una clase media también creciente cada día y de una aristocracia obrera que empieza a enviar a sus hijos a las universidades y los politécnicos. Pero no basta con atender a los problemas sociales, políticos y educativos que plantea el crecimiento de la clase media. Si el país no quiere suicidarse habrá que hacer –o rehacer- unas cuantas y pequeñas universidades de cultura realmente superior y realmente dedicadas a la investigación científica y al cultivo de las humanidades.

La cuestión de la educación superior será la cuestión central del último tercio del siglo XX, lo mismo en los países en vías de desarrollo que en los desarrollados. Lo será sobre todo por el notable aumento de la influencia de la clase media, que es tanto la depositaria de la tradición humanística como la que concentra en proporción mayor el nuevo saber tecnológico. Sus funciones serán cardinales en la nueva sociedad porque es la clase de los administradores y los técnicos pero asimismo la clase política por excelencia: la más sensible y la más inestable. En los países en desarrollo es y será la palanca del cambio y/o de las revoluciones. En los países desarrollados sus funciones, ya importantes, serán decisivas a medida que se realice el cambio de la sociedad industrial a la postindustrial. En esta última el poder se medirá por el control del conocimiento.

La tarea es inmensa y nuestro retraso es considerable. En esta materia la política de nuestros gobiernos, ha sido una no-política. Recogemos ahora sus no-frutos: un plato de arena. Necesitamos recursos enormes y capacidades fuera de lo común. ¿Dónde están? ¿Y quién se atreverá a acometer esta empresa: el Estado o la iniciativa privada? Aunque esta pregunta aparece raras veces en las elucubraciones de nuestros “progresistas”, es la pregunta cardinal. El Estado mexicano, mal que bien, encarna un proyecto nacional; la iniciativa privada no tiene no digamos un proyecto pero ni siquiera intereses nacionales: los suyos son estrictamente privados y lucrativos. La burguesía europea y la norteamericana fueron creadoras de Naciones y Estados; la nuestra, heredera de la concepción árabe de la riqueza, atesora y vive amurallada como en un país conquistado. El último proyecto nacional de los conservadores mexicanos fue el Imperio de Maximiliano pero nuestros burgueses no son los descendientes de los monarquistas del siglo pasado: son gente desarraigada, the brown sahib of Mexico. Sin embargo, la iniciativa privada sentirá fatalmente la tentación (ya la siente) de apoderarse de la cultura superior en provecho propio. Por eso lo que se juega en la crisis universitaria no es esa revolución de bolsillo con que sueñan los ilusos y los suicidas sino algo infinitamente más concreto, inmediato y precioso: la cuestión de la educación media y superior es la cuestión del ser de México.
-Octavio Paz-
Plural, número 16, enero de 1973



jueves, 21 de enero de 2010

La destrucción de la autonomía universitaria (I)

En la revista digital Rojo y negro, la Confederación General del Trabajo del Estado español (CGT) anuncia que el 4 de enero pasado nuestro auditorio Che Guevara fue sorprendido por quienes pretenden destruir la autonomía universitaria.

También dice que:

Cualquiera que acuda a éste espacio en plena ciudad universitaria, puede darse cuenta de que existen alternativas capaces de articular la creatividad y el apoyo mutuo en lo cotidiano.

A ver, vamos por partes. No cuestionaré la certeza con que se declara que cualquiera puede darse cuenta de las "alternativas" que existen en dicho recinto. Y no lo cuestionaré porque eso le corresponde a nuestros lectores que día a día (dada su condición de estudiantes, profesores, trabajadores o visitantes de la facultad) conviven con el auditorio desde hace meses o años.

Ya en más de una ocasión hemos rondado el tema de la autonomía universitaria pues comprender este concepto no sólo es clave para comprender el conflicto que se vive en nuestra Facultad de filosofía y letras sino que lo es también para definir y entender nuestra razón de ser como miembros de la Universidad Nacional y así estar al tanto de nuestros deberes ante la sociedad.

Vayamos pues rápidamente al año de 1929. El día 25 de junio de ese año, el maestro Antonio Caso publicaba en El Universal un artículo titulado "Los fines de la Universidad Nacional". En él Caso explica aspectos importantes de la autonomía universitaria que se proponía en el proyecto de Ley que Portes Gil publicó el 22 de junio y que sería ratificado por el Congreso un mes después.

Caso punta: la autonomía de la Universidad no tiene por objeto terminar la agitación estudiantil provocada en contra de las autoridades universitarias; su propósito es más alto y más duradero.

A continuación hace notar que: por muy grave que se suponga el conflicto universitario actual, no es en suma, sino uno de tantos incidentes de la vida de la Universidad. En efecto, en 1929 se suscitó un grave conflicto estudiantil: huelga, intervención de la fuerza pública y violencia.

Sin embargo Caso no estaba minimizando los sucesos, estaba haciendo hincapié en algo que últimamente pasa de largo ante casi cualquier situación conflictiva: buscar una solución que no sea momentánea sino que sea perdurable y que constituya un valioso legado: una buena ley de la autonomía tiene que estar inspirada no en estas situaciones momentáneas y en estas inquietudes reales o ficticias que el tiempo aclarará y juzgará, sino en los propósitos, en los fines mismos de la Universidad.

Así, si como reza el anuncio de la CGT: El Auditorio Che Guevara se despertaba éste 4 de enero sobresaltado por quienes quieren materializar la destrucción de la autonomía universitaria... entonces debemos pensar que quienes "acosan" a los okupantes de algún modo están atentando en contra de los fines de la Universidad.

La autonomía universitaria fue concebida por muchos ilustres pensadores; cabe apuntar que empezando por Justo Sierra, allá en el siglo XIX, años antes de que se materializara el proyecto de la Universidad Nacional; como el único medio que garantizaría la adecuada consecución de los tres fines universitarios: la educación superior general, técnica y artística; la investigación científica (y humanista) y la difusión de la cultura.

De este modo, cuando el comunicado de denuncia de la okupación culmina exigiendo "respeto a la autonomía universitaria" debemos entender que al encomendársele a auxilio UNAM que impidiera (hay que decir que sin violencia, hasta donde se ha atestiguado) la venta de artículos varios en las inmediaciones del espacio okupado se ha violado la libertad de la institución universitaria (y de su comunidad) para ejercer sus facultades y llevar a cabo libremente sus fines de educación y cultura ante la Nación.

¿O qué entienden entonces por autonomía?

La autonomía tiene por objeto garantizar que el Estado no tenga injerencia en las decisiones que la Universidad debe tomar por sí misma para cumplir con eficacia sus propósitos, en el entendido de que son los universitarios los que mejor perspectiva tienen de las necesidades de su institución. Sin embargo no es sólo ante el Estado que debe defenderse la autonomía. Sino de cualquier persona, grupo, partido u organización que, con fines distintos a los antes señalados, de alguna manera estorbe, paralize o dificulte la labor de los universitarios.

Ante esto ¿quiénes destruyen la autonomía universitaria? ¿Se la entiende correctamente cuando sólo se le invoca como medio de presión en medio de un conflicto (que se quiere hacer pasar por estudiantil) con la autoridad universitaria?
















martes, 12 de enero de 2010

Sobre nuestro centenario

Nuestro involuntario colaborador, Guillermo Sheridan, publicó el 5 de enero en El Universal la siguiente columna, que también pueden leer y comentar en su propio blog de la revista Letras Libres. Con motivo de nuestro próximo centenario, los 100 años de la Universidad Nacional. Aquí les va:


Otro Centenario

2010-01-05

Al cumplir el mes pasado dos años como rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Dr. José Narro Robles hizo una crítica de la enorme, compleja, imprescindible institución. Me parece laudable. La UNAM está obligada a la autocrítica: sólo en la medida en que sea capaz de conocerse con inteligencia y honestidad, de enfrentar sus deficiencias, detectar sus errores y reconocer sus fallas, cumplirá su misión con honestidad e inteligencia.

En tiempos en los que se habla alegremente de “refundarlo” todo, y en el año de su centenario, hace bien el rector en recapacitar en las fortalezas y debilidades de la UNAM, para evocar el título de la evaluación que realizó el rector Jorge Carpizo en 1986, aquella severa crítica (“una universidad gigantesca y mal organizada”) que se diluyó en un congreso eterno y estéril, saboteado por las fuerzas políticamente “progresistas”, pero académicamente conservadoras, aposentadas en la UNAM. Triste cosa: hoy persisten debilidades idénticas a las señaladas en 1986, como que haya facultades y escuelas en las que la eficiencia terminal de licenciatura sea de apenas el 10%. Y hay otras que siguen ahí, aunque no se mencionen, como la preeminencia de las consideraciones políticas sobre las académicas.

“Aún falta mucho por hacer”, dijo el rector. Suenan bien estas palabras cuando se refieren a la UNAM. Le contagian realidad y prudencia a una institución orgullosa y propensa a celebrarse y cantarse a sí misma. El rector juzgó que es menester aumentar la movilidad académica en el escenario internacional; que es necesario crear fuentes de financiamiento, como las becas-crédito; que la cantidad de patentes logradas por la investigación universitaria es mínima (dos de cada 100 el año pasado); que falta seguridad en algunas instalaciones; que la enseñanza de idiomas no rinde frutos adecuados; que se necesita mejorar la vinculación de la investigación con el sector productivo; que es necesario renovar la planta académica; que es imperativo fomentar una “actitud emprendedora” entre sus estudiantes.

El rector, que practica un protagonismo importante en el escenario político nacional, aporta la positiva señal de que el buen juez por su casa empieza: ordenó a los directores ahorrar recursos controlando el uso de teléfonos celulares, vigilando la compra de gasolina y los gastos de representacion, cancelando las reuniones foráneas, las “comidas y actos de fin de año” y la adquisición de nuevos vehículos y mobiliario (que la UNAM le entregue automóvil, chofer y gasolina a sus decenas de bien pagados directores no va con los tiempos, pero menos aún con una universidad pública y gratuita). Y deploró que la UNAM no haya logrado recuperar para su comunidad el auditorio “Justo Sierra” de la Facultad de Filosofía y Letras, expropiado hace diez años por un puñado de empresarios privados dedicados a la compraventa de religión e ideología. Un precio elevado para la lección no aprendida sobre la facilidad con que la UNAM suele sucumbir a las necesidades y estrategias del voluntarismo.

Criticar a la UNAM, sobre todo desde el interior de la UNAM, es un ejercicio de básica higiene intelectual. Es extraño celebrar por extraordinario algo que debería serle sustancial. La autocrítica, en una universidad pública, no es conducta optativa, sino definitoria: le suma lucidez a su proyecto, afina su responsabilidad, explica el patrocinio del Estado.

Gracias, Sr. Rector, por poner el ejemplo.
-Guillermo Sheridan-


lunes, 4 de enero de 2010

Una mañana diferente

Esta mañana el corredor que va de la antigua parada del Pumabús a la Biblioteca Central lució despejado como hace mucho no lo hacía en un día hábil ... Yo nunca le había visto así.
En el interior del Auditorio Justo Sierra, los residentes se cobijan ante el atropello con los discursos que ya conocemos y que sin duda escucharemos -una y otra vez- a lo lago de este año... Cosas como "La UNAM no sirve para nada", "hay presupuesto para acosar pero no para estudiar", y "¿qué van a hacer los comerciantes, digo, los artesanos -porque ni comerciantes son- que se ganaban la vida en ese corredor? " (sic)
Y es que en pocos lugares se consiguen milky-way artesanales y los compilados de música en Mp3 quemados a mano...
Este fue un madruguete en todo rigor, para medio día apenas llegaban algunos de los compas no residentes de la fortaleza okupa, quienes sorprendidos por la tropelía apenas alcanzaban a reponerse para hacer señales gráficas que manifestaran su hostilidad a las cámaras de Seguridad UNAM...
En el audio de dichas cámaras debe constar que el locutor de Radio-okupa (no entrecomillo nada porque locuaces sí son) preocupado por la integridad de las cámaras invita a los elementos de Auxilio UNAM a retirarlas, "están muy bonitas, no les vaya a pasar algo" decía con preocupación...
Con sofisticada ironía preguntaba "¿por qué mandan a 40 elementos de seguridad a entregar su oficio?" -presumiblemente uno semejante a aquel que se hiciera público cuando el resto de los ambulantes no empadronados en la okupa fueran removidos el semestre pasado-. Dudo que en verdad necesiten una pista, hemos leído y escuchado reiteradamente que la autogestión del auditorio "no está a discusión"... Se han desestimado las solicitudes de las autoridades a través de 10 años, se han desestimado las solicitudes de profesores, se desestimó apenas el año pasado la convocatoria del movimiento 24 de septiembre -pues quedó demostrado, de acuerdo con la Asamblea General Estudiantil (aunque no he visto cómo) que promovía la violencia-, y se desestimó también la propia Asamblea General Estudiantil que se gestó en el seno del propio auditorio... Ya ni mencionar este humilde blog.
Probablemente se hable en los próximos días de la gandallez con que los peones de Narro se apoderaron del pasillo, puesto que no se podrá hablar de la violencia de la que se valieron, pues no hubo tal.
Por la tarde ya se hablaba en "radio-ruido" (cómo son creativos) del acoso que sufren los estudiantes en Ciudad Universitaria, ya hay colocados carteles informando a los incautos del peligro de represión inminente... "Los estudiantes son perseguidos" y "las manifestaciones culturales son aplastadas", parece que esas serán sus premisas buscando ganar credibilidad.
¿Por qué será que ya no esgrimen su argumento del "proyecto de universidad distinto al que promueve la institución universitaria"?
Esta madrugada volvieron a amanecer en campaña.